
Símbolo de transformación, sabiduría y conexión con el más allá, la serpiente ocupa una de las bases en la cosmovisión andina: junto al cóndor y el puma, se presenta como guardiana del inframundo, puente entre los vivos y la continuidad de la vida en la espiritualidad.
“Su presencia está reflejada en múltiples culturas, empezando por Chavín hasta llegar a manifestaciones en Wari o Chancay, siempre junto al ave y al felino, que representan el mundo espiritual y terrenal, respectivamente”, indica Doris Robles, curadora principal del museo Amano.
Pero la reflexión sobre la presencia de la serpiente en textiles, cerámicos y tocados va más allá del fin de la vida. Para nuestros antepasados, este ser exótico parecía apuntar a una especie de regeneración, una puerta hacia un nuevo mundo más allá de lo humano.

“Por ello, incluso algunas piezas cuentan con serpientes bicéfalas, que representan que todo fin es un comienzo”, agrega Robles, para quien también es importante considerar mitos como el del Inkarri, que navega entre el fin del Imperio Incaico y cómo la promesa de una serpiente despedazada da luces al inicio de un nuevo poderío.
“Este mito nos dice que tras la caída del último inca la fuerza del imperio se dividió en las partes de una serpiente que fueron separadas. A lo largo del tiempo, estas partes han encontrado su camino para volver a unirse y aguardan su unión con la última pieza, la cabeza. Cuando ello suceda, el imperio volverá a surgir”, comenta respecto a esta herencia andina.
Sin embargo, la serpiente no solo destaca en ofrendas funerarias y mantos para ceremonias. Su aparición sobresale también en piezas de herramientas de bordado e hilado. Esto, en la cultura Wari, específicamente.
“Aquí en el museo [Amano], tenemos una pieza donde suponemos que las mujeres Wari guardaban sus agujas e hilos. Esta cerámica, está rodeada por serpientes, lo que podría indicarnos que la textilería era vista como un acto de sabiduría, y por ello estos animales la custodiaban”, indica la curadora.

PROTECTORA DE LAS AGUAS
La figura de la serpiente adopta también un papel principal en la Amazonía peruana. Para el chamanismo, por ejemplo, la serpiente es considerada como madre del agua, protectora que habita en ríos y cochas.
“La serpiente es tan respetada como temida por las sociedades amazónicas”, cuenta el artista iquiteño Christian Bendayán. “Cumple un rol importante en el balance ecosistémico, muchas veces como bioindicador. A la vez, está relacionada con una serie de mitos y creencias arraigadas al pensamiento ancestral y mestizo. Para comunidades indígenas como los shipibos y los kukama, especialmente las boas son consideradas madres de las aguas y de todos los peces”, añade.
“En el mundo visionario, la serpiente también está ligada al ritual de la ayahuasca. Al ser tan poderosa y asociada a la figura de la protección, el chamán la suele invocar durante las ceremonias”, explica Bendayán.

Referente del arte amazónico, Christian expresa también el hecho de que la serpiente no ha sido olvidada a través del tiempo, sino más bien reinterpretada con expresiones actuales en el mundo urbano. “Hasta hace pocos años, era común ver la representación de la ‘warmiboa’ (mujer boa) en espacios públicos, conciertos y pinturas”, dice. Asimismo, hasta hoy, en la Amazonía peruana se acostumbra invocar a la boa para atraer buenos tiempos en las cosechas, con fiestas dedicadas a celebrarla.
“La serpiente, como figura simbólica, ha estado muy presente en el arte desde el Perú prehispánico hasta la actualidad. Existen piezas en colecciones, principalmente arqueológicas. En el mundo del arte contemporáneo, hay artistas que le han dado o le dan protagonismo a las serpiente, entre los que puedo destacar están: Harry Chávez, Graciela Arias, Musuk Nolte, Agustina Valera y Oliver Agustín, Harry Pinedo, Víctor Churay, Pablo Amaringo”, concluye Bendayán.

En esa línea, los años parecen no pesar en la grandeza de este animal exótico. Guardiana de lo desconocido, podría decirse que la serpiente invita también a soñar con la trascendencia más allá del final: aceptando cada desenlace como un nuevo comienzo. //