
Cada Semana Santa sucede un milagro que ya casi ni cuestionamos: Ben-Hur reaparece en la televisión peruana como un acto divino más allá de toda lógica. No importa el año, el canal o el avance tecnológico: en algún rincón del país, alguien está viendo a Charlton Heston correr en carroza, sudar traiciones y lamentar —con cada látigo— no haber reforzado su techo a tiempo (una teja suelta es el inicio de su desgracia). Ben-Hur es, sin exagerar, una tradición nacional. Lo que pocos saben es que esta costumbre no nació con el televisor a color ni con el VHS familiar: los peruanos llevan viendo Ben-Hur en Semana Santa desde hace casi cien años.
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En 1927, Lima vio por primera vez la versión muda de Ben-Hur, dirigida por Fred Niblo. La cinta se proyectó en el teatro Excelsior, con orquesta en vivo. Como recuerda el periodista Carlos Batalla en un artículo para El Comercio, “la imagen de Judá Ben-Hur fue, por más de tres décadas, la del actor mexicano Ramón Novarro”, uno de los primeros galanes latinos en Hollywood. La cinta era un espectáculo para su época: batallas navales, miles de extras... Eso sí, no todo fue gloria. En la famosa carrera de cuadrigas —rodada sin efectos especiales ni sentido del peligro— hubo actores que resultaron heridos y otros que, tristemente, murieron. Cuando no existía seguro médico ni el CGI, a eso le llamaban “realismo en pantalla”.
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Décadas más tarde, en 1959, llegó la versión definitiva: Charlton Heston, con su mandíbula cuadrada, quedó para la posteridad como el mejor Ben-Hur (hubo una versión más, en 2016, que Hollywood quisiera olvidar). Dirigida por William Wyler, esta fue una epopeya descomunal: ganó 11 premios Óscar —una marca solo igualada por Titanic y El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey—, utilizó más de 50 mil extras y una carrera de caballos filmada durante cinco semanas en los estudios Cinecittà, en Roma. Para recrear el Coliseo, se usaron más de 300 decoradores y toneladas de yeso. La carrera se filmó sin dobles digitales, con trucos mecánicos y caballos entrenados durante meses. El conductor de cuadriga que sufre el accidente en la pista fue un doble profesional, pero el impacto fue tan creíble que hasta hoy hay quienes piensan que realmente murió.

Charlton Heston no tenía idea de cómo conducir una cuadriga cuando aceptó el papel. Aprendió sobre la marcha, con la misma entrega marcial con la que asumía sus personajes. Durante semanas practicó bajo el sol romano en los estudios Cinecittà, rodeado de caballos nerviosos y dobles temerarios. La escena más emblemática —la carrera de cuadrigas— no utilizó efectos especiales ni trucos de cámara. Todo fue real. En pantalla se siente la velocidad, la tierra, el peligro. Y no era una ilusión: hubo accidentes, huesos rotos, un doble casi muere, y el director William Wyler —más exigente que un general— pedía tomas una y otra vez, hasta conseguir el encuadre perfecto.

Stephen Boyd, el actor que interpretó a Messala, propuso un detalle que cambiaría la historia: darle un matiz íntimo, casi amoroso, a la relación entre Judá y su antagonista. Wyler estuvo de acuerdo… pero decidió no contárselo a Heston, quien actuó toda la película como si la traición fuese solo política. Así se creó una tensión ambigua, poderosa, que el público percibe aunque nadie la diga en voz alta.
Durante el rodaje, el director le gritaba a su protagonista que dejara de actuar con los músculos y empezara a hacerlo con los ojos. La película fue un suplicio para todos. Pero de ese suplicio nació la leyenda. Ben-Hur costó más de 15 millones de dólares, reunió a más de 50 mil extras, y se convirtió en la más ganadora del Óscar por varias décadas. Incluso sus utilerías sobrevivieron a la historia: la estatua del dios Neptuno que aparece brevemente en una escena terminó decorando una fuente pública en Roma. Nadie sospecha su pasado cinematográfico.

En el Perú, Ben-Hur no solo se veía: también se coleccionaba. Durante los años 60, con el estreno de la versión de 1959, apareció en Lima un álbum de cromos tan imponente como la película. Era de figuritas grandes, de formato panorámico cómo la película. Las escenas más intensas, la carrera de cuadrigas, la batalla naval, el rostro doliente de Heston bajo la lluvia, se veían imponentes. Hoy, ese álbum es un objeto de culto.
El eterno regreso de Judá Ben-Hur
Este año, Ben-Hur vuelve a los cines en glorioso 4K, más nítida que nunca. Pero la historia ya la conocemos. Judá sufre, Messala traiciona, los caballos corren… y todos, una vez más, volvemos a emocionarnos. En un país sin estaciones marcadas, Ben-Hur es lo más cercano a una tradición que no se discute. El reestreno de Ben-Hur no busca competir con los estrenos actuales, sino recordarnos que hay clásicos que no dependen de la época para seguir siendo relevantes. //
Ben-Hur” se ha reestrenado con motivo de la Semana Santa, en cadenas como Cineplanet y Cinemark. Otras películas religiosas que han entrado a cartelera son la animada “El rey de reyes” y un episodio especial de la serie “The Chosen”.

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