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Lima Float.
Nora Sugobono

Poco antes de dormir es cuando de verdad se confirma lo esperado. Incluso cuando la rutina fastidia, cuando los pendientes pasan por la cabeza una y otra vez, o cuando la frazada se escurre hasta los pies: el cuerpo se siente en calma y la mente se deja ir con facilidad. La noche que precede a un baño en sal no es una cualquiera pero, finalmente, tampoco lo es estar sumergido por una hora en 400 kilos de un compuesto rico en magnesio y sulfato.

Eso resume la ficha técnica. Quizá la mejor manera de definir el efecto sea compararlo con ese dolorcito (placentero, laxado) que deja un buen masaje. Tiene sentido: uno de los beneficios de las sales de Epsom –provienen de un manantial salino en la ciudad del mismo nombre, al sudeste de Inglaterra– utilizadas en estas terapias tiene que ver con liberar tensiones musculares. Lo único que hay que hacer es flotar.

Dos cabinas personales con capacidad para 500 litros de agua son la novedad del servicio que ofrece Lima Float, en Miraflores. Al contrario de lo que inicialmente puede parecer –y lo parece para muchos–, no hay sensación de claustrofobia. Una vez dentro –la cámara se cierra, pero queda una ranura pequeñísima–, el espacio se percibe amplio y relajante; incluso permite sentarse con comodidad. Eso, en tanto la luz se mantenga encendida (hay una alternativa para vivir la experiencia a manera de cromoterapia, con luces que van cambiando de colores). La idea original es quedarnos totalmente a oscuras. No hay que hacer nada más que soltar extremidades, dejar caer el cuello –hacer tensión es absurdo, no tocará el fondo una sola vez– y disfrutar de la flotación natural que se produce a causa de la sal presente en el agua: casi la misma cantidad que hay de líquido. La sensación es ligeramente aceitosa, sedosa al tacto. En ese momento no lo sabemos, pero a través de la piel estamos absorbiendo el magnesio que ayuda a eliminar toxinas, mejora la circulación, sana lesiones, reduce la presión arterial y alivia dolores crónicos.

(Video: Nora Sugobono)

“Precisamente por eso las primeras terapias de este estilo se concibieron para deportistas”, explica Jorge Garrido, al mando de Lima Float. “Más adelante varios empresarios empezaron a probarlas. Dormían pocas horas y vivían estresados. En consecuencia, en ciudades como Manhattan hoy son un boom”, indica. En Lima el abanico de posibilidades está abierto: la experiencia de flotación funciona tanto como regalo, como rutina de belleza o como terapia muscular. Cualquiera puede hacerlo (las restricciones son mínimas: no se debe ir con el cabello recién teñido o con tatuajes nuevos, por ejemplo) y el máximo esfuerzo que le demandará será ponerse un traje de baño. Pasar de una hora a 90 minutos en silencio y a oscuras con uno mismo puede no ser la elección más obvia cuando se piensa en terapia, pero si se añade a la oferta una cama de agua tibia las cosas quizá cambien.

Al final del día llega un momento en el que se revisa el celular por última vez, se apaga la tele o se cierra el libro. Aquel momento suele prolongarse más de lo que debería. Quién diría que para desconectarse como es debido, solo había que añadir un poco de sal a la receta.

SEPA MÁS

Puede reservar una sesión en Lima Float a través de WhatsApp (956-915991) o Instagram (@Limafloat). Hay sesiones de 1 hora (S/ 150), de 90 minutos (S/ 200) y de Acufloat (45 minutos de acupuntura + 45 minutos de flotación; S/ 250).

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