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(Foto: Fernando Sangama)
Arturo León

Sus pies son la envidia de cientos de personas. Estamos en la meta de la Media Maratón des Sables (‘des sables’ significa ‘arena’ en francés), en el desierto de Paracas, cerca del mar. Edwin Ibarra, ecuatoriano de 27 años, cruza la meta sin zapatillas. No las lleva en las manos. No se las quitó en medio del camino. Hizo los 120 kilómetros de carrera descalzo. Mientras el resto de competidores lucha contra las ampollas, este sudamericano se jacta de contar con suelas naturales impresionantes. “Mis pies están mejor que de los que corren con zapatos”, dice mientras sonríe y toma del botellón de agua helada que le dio la organización al cruzar la línea final. Su historia es muy especial.

Edwin nació en Pedernales, Manabí, Ecuador. Fue parte de una familia pobre de diez hermanos y nunca tuvo zapatillas para correr. “Me crié así. Corría por el monte sobre piedras y arena. Siempre sin zapatos. Así se fueron fortaleciendo las plantas de mis pies”, cuenta. Por los 120 kilómetros que corrió descalzo en Ica, el pueblo donde nació Ibarra recibirá 120 kilos de comida. Él comprometió a la misma cantidad de personas para que lo hagan. Así, no solo somete su cuerpo a un esfuerzo increíble, sino que lo hace por los demás.

MÁS QUE UNA COMPETENCIA
El único día en el que los participantes descansan es especial. La organización, a cargo de la empresa francesa WAA Ultra, arma las carpas y un pequeño toldo con inflables. No hay más. Tienen que cocinar, bañarse y relajarse como pueden. Están desconectados de todo. Y eso los lleva a interactuar, a formar grupos, compartir experiencias, historias, etc. Hay de todos los países, de todas las edades. “Se ha vivido un ambiente familiar muy bonito”, dijo Yeray Durán, español que logró el primer puesto tras demorarse nueve horas y 35 minutos en hacer los 120 kilómetros.

Este deporte, como otros de aventura, también te lleva a superar tus propios límites. El caso de Odile Hochard dejó impresionados a todos: participantes, fanáticos y organizadores. Es ciega y compitió. Junto con un guía, una persona muy cercana a ella, terminó en el puesto 80 de un total de 91 mujeres. Es más que una competencia: es un desafío. La prueba llegó al Perú por dos motivos: lo bien que se habla en el mundo de las dunas nacionales (en gran parte gracias al Dakar) y el conocimiento de la zona por parte de la gente de Alta Ruta 4x4. Tomás Hiraoka, líder de la empresa, fue el primero en recibir a los franceses de WAA Ultra y mostrarles las bondades del desierto peruano. Quedaron maravillados. //

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