Jorge Chávez Noriega

Caminar por las calles de Cusco es perderse por un laberinto atemporal donde cada piedra, cada muro y cada camino ha sido testigo silencioso del paso de los siglos sobre esta ciudad sagrada: primero como ombligo del mundo, luego como joya colonial y, finalmente, como el corazón vibrante de una región que cada año le abre sus puertas a cientos de miles de visitantes. La ciudad imperial ha recuperado un nuevo aire tras los difíciles años de la pandemia, que golpeó particularmente al sector turismo. Hoy su centro histórico luce revitalizado, con nuevas apuestas en los sectores hotelero y gastronómico, que le dan un aire cosmopolita sin perder su identidad andina.

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