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De “The Bear” a “Nebraska”: Jeremy Allen White interpreta a un Bruce Springsteen al borde del colapso en la nueva película sobre su disco más íntimo
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Hubo un momento, en el invierno estadounidense de 1982, en que Bruce Springsteen —ya convertido en una fuerza imparable del rock— sintió que el mundo empezaba a consumirlo. El músico, entonces de 31 años, venía de la gira triunfal del disco “The River”, de los estadios repletos y de las portadas que lo proclamaban “la voz de América”. Mientras esto pasaba, en su interior algo se quebraba. La fama le era tan incómoda como algunos fantasmas familiares del pasado. En ese contexto, Springsteen se encerró en una casa de Nueva Jersey con vista a un lago y escribió un puñado de canciones raras sobre delincuentes, asesinos y almas extraviadas al costado de la carretera. Así nació “Nebraska”, el disco más humano y silencioso de su carrera.
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Springsteen grabó esas canciones en total soledad, con una grabadora Tascam de cuatro pistas y un simple casete. Se suponía que eran bocetos que luego llevaría al estudio para trabajar con su pandilla musical, la E Street Band. Pero cuando las versiones eléctricas empezaron a tomar forma, algo se perdió: ese desamparo artesanal que le gustaba era imposible de recrear en el estudio. En su autobiografía “Born To Run” (Random House, 2016), el propio Springsteen lo explica: “Logramos que sonase más claro, pero ni por asomo tan atmosférico, tan auténtico”. Tras explorar todas las posibilidades, reconoció que el casete grabado en su casa, ese que llevaba en el bolsillo, era la obra acabada. “Les dije a todos: este es el disco”.
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Su sello lo consideró un suicidio comercial, más aún cuando se enteraron de que el artista había decidido no promocionarlo ni consentir que su rostro apareciera en la portada. “Nebraska” se publicó con la misteriosa foto de una carretera como tapa. Y contra toda lógica, fue recibido por la crítica como una obra maestra, un retrato de Estados Unidos que nadie quería ver. El gran público, desde luego, quedó desconcertado. No eran canciones para la radio. Con el tiempo, sin embargo, encontró su lugar entre los más queridos por su feligresía.
Exorcizar el pasado
Más de cuarenta años después, la historia de la grabación de “Nebraska” ha sido recreada por Hollywood. “Springsteen: música de ninguna parte”, dirigida por Scott Cooper (“Crazy Heart”), plasma la épica individual del rockero de la voz ronca escapándose del manual del ‘biopic’ tradicional. Es un retrato sobre la soledad creativa y el precio que pagamos cuando venimos de infancias disfuncionales. Cooper reconstruye aquel invierno con un tono austero, similar a la atmósfera del disco, con una fotografía que oscila entre el blanco y negro y el color desaturado. El actor Jeremy Allen White interpreta a Springsteen con esa intensidad contenida que se le conoce por su personaje del chef Carmen Berzatto en la premiada serie “The Bear”, esa donde cada plato es una batalla existencial.

De más está decir que Allen White atraviesa un momento de plenitud artística. Como en su personaje de “The Bear”, aquí se enfrenta a un nuevo tipo de fragilidad: la del hombre que se repliega ante el elogio, que duda, que extraña un abrazo o un gesto de cariño. Para lograr la tarea de encarnar a Springsteen, se sumergió durante meses en la voz, los gestos y los silencios del ‘Jefe’. Vio innumerables horas de presentaciones y entrevistas en YouTube. Trabajó con ‘coaches’ especializados —entre ellos el propio Springsteen, que estuvo muchas veces en el set y hasta le cedió la ropa que usaba en la época—. “Lo bueno de ‘Nebraska’ —ha dicho White— es que las canciones están escritas de manera tan hermosa que solo tienes que decir las palabras y de inmediato te sientes cerca de ellas y en el personaje”. También ayudó que la guitarra que usa en la película es la misma Gibson G-200 de 1953 que el músico tocó cuando grabó “Nebraska”.
Baladas asesinas en clave folk
Más que un vuelco de estilo, “Nebraska” es un diagnóstico. Springsteen había pasado años observando la otra cara del sueño americano: la del hombre de clase obrera que veía sus anhelos destrozados por las políticas de ajuste económico conservador. Las canciones del disco —pobladas de homicidas, desempleados y amantes sin destino— eran retratos de un Estados Unidos que había extraviado su sentido de humanidad. El disco fue, en ese sentido, un espejo roto de ese país y del propio Springsteen, que allí dejó salir sus demonios y exorcizó el vínculo tormentoso con su padre, un hombre autoritario y alcohólico, incapaz de mostrar afecto a su hijo.


Como dice el biógrafo de Springsteen, Eric Alterman, en “Nacido para el rock” (Ma Non Tropp, 2003), “‘Nebraska’ proporciona un escueto testimonio de la destrucción de todas las formas de apoyo comunitario, psicológico y político de la clase obrera en la Norteamérica de Ronald Reagan”. Las canciones del álbum, interpretadas sin adornos, dan voz a esa soledad estructural: hombres y mujeres desconectados, empujados al nihilismo. El propio Springsteen lo explicaría años más tarde con lucidez: “‘Nebraska’ cuenta la historia de personas aisladas de sus empleos, de sus amigos, de su familia… cuando pierdes ese sentido de comunidad, sobreviene en parte un sentido de ruptura espiritual. Simplemente te han abandonado en alguna parte, en donde nada tiene importancia”. La película de Scott Cooper y la interpretación de Jeremy Allen White consiguen atrapar un mensaje que, en la Norteamérica de Trump, cada vez más enojada, se sigue sintiendo presente. Hay que ser solidarios. Y hay que cuidar de nosotros mismos. //
“Springsteen: música de ninguna parte” nos transporta a 1982, cuando Bruce Springsteen vivía en la cima de su carrera y, al mismo tiempo, al borde de un colapso emocional. La película, dirigida por Scott Cooper, está protagonizada por Jeremy Allen White, quien interpreta y canta varias de las canciones del músico. Completan el elenco Jeremy Strong (“Succession”), en el papel de su mánager y amigo Jon Landau, y Stephen Graham (“Adolescence”), como el padre abusivo de Springsteen. Se estrena en cines peruanos este jueves 30 de octubre.

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