Entre los inventos que ayudaron a transformar el curso de la humanidad, el inodoro o ‘water’ merece un lugar especial, aunque quizá no sea el más glamoroso. Este trono discreto al que acudimos a diario, el mismo que nos ha acogido en nuestras peores horas, ha ayudado a salvar millones de vidas, cuando el concepto de saneamiento público estaba en pañales. Mucho antes de su llegada, durante la Edad Media y parte de la modernidad, las calles de las ciudades del mundo solían estar marcadas por ríos de dudoso color y olor. Aunque la situación ha mejorado significativamente, todavía queda mucho por hacer. Según cifras de Unicef y la OMS, más de 3.500 millones de personas carecen de acceso a un baño en sus hogares, y 419 millones aún realizan sus necesidades al aire libre, no por exhibicionismo, sino por pobreza extrema.
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La historia del inodoro es un viaje fascinante, aunque no siempre agradable al olfato. Hace miles de años, nuestros antepasados más ingeniosos optaban por cavar agujeros en el suelo, con la vaga pero acertada idea de que cubrir los desechos era una buena práctica. Más adelante, los egipcios, siempre a la vanguardia, introdujeron el concepto de los baños interiores. Sin embargo, había un inconveniente: alguien debía encargarse de limpiar manualmente después de cada uso, una tarea que, por supuesto, no era digna de los faraones.
El inodoro moderno tiene dos padres orgullosos. El primero es sir John Hartington, que en el siglo XVI diseñó el primer inodoro con cisterna al que bautizó con el misterioso nombre de Ajax. El problema es que su invento no se popularizó: apenas se crearon dos. Tendrían que pasar tres siglos para que el inglés Thomas Crapper diseñara la cisterna moderna. Que su apellido parezca aludir a la palabra ‘excremento’ en inglés (‘crap’) es pura coincidencia.
Con el tiempo, el inodoro ha evolucionado para adaptarse a diferentes culturas, y en Japón, esta evolución alcanza niveles de ciencia ficción. Desde 1980, los ‘washlets’ comenzaron a popularizarse. Estos inodoros combinan diseño futurista, comodidad y tecnología avanzada, redefiniendo por completo lo que significa “ir al baño”. Ofrecen características como asientos calefaccionados, chorros de agua ajustables para una limpieza perfecta y ecológica (adiós al papel higiénico), secadores e incluso música para quienes prefieren evitar ruidos delatores.
En el Perú, esta tecnología está comenzando a hacerse un lugar gracias a firmas como Vainsa, que desde el año pasado incursionó en el segmento con sus modelos One Piece Bellini y el reciente Negroni. Este último incluye control remoto, sensores de pie, bidet con cuatro tipos de chorro, función de secado, control de temperatura y otras innovaciones.
Hay inodoros famosos, como el de la mansión Graceland, donde Elvis Presley pasó sus últimos momentos, y otros tan extravagantes como el ‘water’ chino incrustado con 40 mil diamantes y diseñado a prueba de balas. El inodoro es, sin duda, el rincón más privado de cualquier hogar, el lugar al que muchos acuden a “reflexionar” mientras la naturaleza sigue su curso. Y es, quizás, el único espacio donde la jerarquía desaparece: emperadores y plebeyos adoptan la misma postura y comparten el mismo acto, recordándonos que, al final, todos somos iguales.