A las bacterias, gusanos, ratones y primates que nos han descubierto los secretos del amor de los humanos”, anotaba Punset en la dedicatoria de su libro El viaje al amor (2007). Más que una ironía, es su reafirmación de que la genética esconde los secretos del amor. “El amor nació hace 3 mil millones de años, con la primera bacteria”, decía, seguro de que aquella bacteria lanzó un mensaje químico, y le respondió una célula espiroqueta. Decidieron que juntos estaban mejor que separados. “De poco le habrían servido a aquella bacteria primigenia y primogénita los autoinductores comunicantes, sin otros vecinos que le permitieran coordinar su expresión genética con los demás, ejerciendo así una influencia sobre el comportamiento colectivo”, escribió Punset, quien sostuvo en todo su trabajo que nuestra supervivencia como especie depende de la búsqueda de un ser querido para tener a nuestro lado.
1) El amor dura un año; lo que perdura es la empatía
Para el autor español, el origen del amor parecía ser más científico que un sencillo beso, aunque dura un poco más. Esto es: no más de un año. Según su teoría, lo que se mantiene es la empatía, “por eso hoy podemos decir que, gracias a que sabemos eso, la violencia es menor que en el siglo XX”, asegura. “Los índices de violencia a nivel planetario están disminuyendo y el nivel de empatía está aumentando”. En este sentido, aseguraba que el conocimiento nos hace vivir más felices, “porque nos hemos dado cuenta de que el conocimiento sin entretenimiento no sirve. Es decir, nos interesa conocer aquello que nos divierte, que nos distrae, ya que difícilmente el conocimiento puede salir de la pura soledad”. A su entender, este conocimiento es el que extiende la empatía entre dos personas.
2) Te enamoras de lo que inventas
Punset era un convencido de que el amor se origina en el cerebro. “Nuestra inteligencia es hija del amor, hija del roce con el prójimo. ¡El mayor reto para el ser humano ha sido su vecino! La relación social nos ha hecho inteligentes”. Como les ha pasado a muchos y ha sido contado en sinnúmero de historias o canciones, muchas veces nos enamoramos de alguien por lo que no es y nos desenamoramos por lo que es. “Los neurólogos están descubriendo que el cerebro decide en función de lo que cree, no de lo que ve. Es decir, que vemos el mundo según creemos que hay que verlo”, sostenía. “Puede decirse que sí, que ves el mundo en la medida en que lo imaginas, y no puedes verlo de otro modo. Inventas, sí, inventas a tu amada. De algún modo, te enamoras de una invención de tu cerebro”.
3) El amor nutre el cerebro
“Solo existe una emoción tan aleatoria como el mundo que nos rodea: tan imprevisible y azarosa como el nacimiento; tan cambiante como nuestra fisiología molecular; tan irreprimible como las fuerzas básicas de la naturaleza […]. Los físicos lo llaman una transición de fase: una reordenación abrupta y espectacular de la materia. Para el común de los mortales es la emoción básica y universal del amor”, escribió Punset. Para él, el amor, lejos de ser un acto de entrega y generosidad hacia otra persona, era el símbolo del ánimo e instinto de supervivencia. Cuando un bebé llega al mundo, su cerebro está inmaduro, es solo un 30% de lo que puede llegar a ser. Es responsabilidad nuestra favorecer esa maduración a través de alimento, seguridad y amor. “Educar con amor es educar en salud mental. El amor propicia el desarrollo cerebral del niño”.
4) El amor es un instinto
Para Punset, este sentimiento tenía una explicación evolutiva muy precisa y en nada vinculada al romanticismo: “Es un instinto de supervivencia en el sentido de que ningún organismo intenta vivir solo”. Por eso, defendía su teoría de que el amor “es el instinto más primigenio de todos, evolutivamente. El instinto de fusión de un organismo con otro para garantizar la supervivencia”. En El viaje al amor, el autor retrocedió en la historia 3 mil millones de años atrás, hasta toparse con la primera bacteria. “Nuestro antecesor microbiano haría gala de un único atributo reconocible para este viajero singular al tiempo pasado: el impulso de fusión con otro organismo para sobrevivir. Para intercambiar genes, aunque no sirvieran todavía al instinto reproductor. Solo el precursor del amor estaba en el comienzo de todo”.
5) La antítesis del amor no es el odio, sino el desprecio a los demás
Considerado entre sus consejos para no ser infeliz, Punset decía que no se debía despreciar a nadie. “El sentimiento de desprecio implicaba la muerte en los tiempos primitivos y tendemos a subvalorar su impacto nefasto sobre nuestra actividad emocional”. Recomendaba cuidar las relaciones personales, pues de todos los factores externos de la felicidad, como el dinero, la salud, la educación o la pertenencia a un grupo, el que mayor impacto tiene sobre la felicidad son, justamente, las relaciones humanas. “Procure no malograrlas”. //