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felicidad
Ana Núñez

Sartre decía que felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace. Casi cien años antes, Víctor Hugo afirmaba que la suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo. Si uno hace una búsqueda en el diccionario de la Real Academia de la Lengua se encontrará como principal acepción de felicidad el “estado de grata satisfacción espiritual y física”. En Kusikuy, la felicidad de los peruanos, el estudio Arellano ha resumido todos estos conceptos en una palabra: bienestar. Entonces, ¿somos o no felices los peruanos?, ¿qué nos da felicidad y qué nos la quita?, ¿cómo podríamos ser más felices?

El estudio revela que los peruanos nos sentimos más felices de lo que se piensa generalmente. Si tuviéramos que ponernos una nota, los peruanos sacamos un 16 en felicidad. Nada mal para un país con nuestros problemas. Nada mal para un país con una brecha social tan grande. Nada mal para un país con tantos índices negativos. “Dieciséis es una buena nota, un más o menos con tendencia a bien”, comenta Rolando Arellano, presidente de Arellano Consultora.

Lo extraño o curioso es que cuando se le pregunta a un peruano qué nota le pondrían al resto de peruanos, la calificación promedio es de 12. Esto, según Arellano, tiene que ver con dos cosas. Lo primero es que, individualmente, los peruanos no se sienten parte de esa sociedad, precisamente tan llena de problemas, conflictos, violencia.

“Hay una separación entre cómo se siente el individuo y cuál es la percepción de su entorno. Entonces, es como si miraran desde la vereda del frente, pero no se sintieran (o no quisieran ser) parte de ese entorno del que se oyen cosas negativas, como violencia, injusticia, corrupción, etc.”, explica el gerente general de la consultora.

Un segundo factor, a decir de Arellano, es que los peruanos somos “especialistas en la infelicidad y solo se resaltan y comentan las cosas malas que nos pasan”. “Deberíamos comenzar a hablar de las cosas buenas que tenemos, que logramos”, añade.

Un segundo descubrimiento de este trabajo tiene que ver con la felicidad y su relación con los estratos sociales. Si bien el sector socioeconómico A es el que se pone una mayor calificación (más de 17 de nota), el segundo con un mejor promedio es el E, con poco más de 16,5. Los sectores B,C y D se encuentran en un rango por debajo de esa calificación (menos de 16,5 y por debajo de 16).

Esto es una constatación más de que el dinero no hace la felicidad y que, por lo tanto, esta no se puede medir en función a los bienes materiales que uno tiene.

El tercer gran hallazgo de este trabajo tiene que ver con el versus entre lo que hace felices a los peruanos y lo que no. Nos hace infelices la (falta de) seguridad ciudadana, la (in)justicia, las autoridades (in)competentes. Mientras que nos da felicidad aceptarnos y querernos, vivir en un lugar limpio y bonito, tener pasatiempos, ser reconocidos y respetados, etc.

“A pesar de todos los problemas, los peruanos nos declaramos felices. Si el Gobierno y las instituciones actuaran mejor, seríamos mucho más felices. Los peruanos logramos la felicidad con nuestro propio esfuerzo”, finaliza Arellano (puedes descargar el libro con esta investigación ). //

OTROS FACTORES
LAS INSTITUCIONES: El trabajo realizado por el estudio Arellano, con apoyo de la Universidad San Ignacio de Loyola, EY y Perú 2021 nos muestran también cómo influye el desarrollo de las instituciones en nuestra felicidad. Por ejemplo, el Gobierno central, las municipalidades, la Policía y los ministerios son consideradas las instituciones con mayor influencia negativa en nuestra felicidad. Es decir, nos hacen infelices.

LAS QUE NOS HACEN FELICES: Entre tanto, el funcionamiento de hospitales, colegios, iglesias, los centros de trabajo y la empresa privada influyen positivamente en la felicidad de los peruanos, aunque a los dos últimos no se le da mucha importancia como factor de nuestro bienestar.

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