MDN
Cuba
Viviana Gálvez Cordova

Puede uno regresar con la sensación de que le cobraron hasta el té de “cortesía”, o bien puede regresar con una sonrisa de oreja a oreja por la velada maravillosa que tuvo con músicos de ochenta años en una quinta (un solar, para decirlo en cubano) que se caía en ruinas bajo una noche colmada de estrellas. Uno puede tenerlo todo en La Habana. Todo.

Pero sobre todo, uno puede tener libros. Especialmente, si va en febrero, mes en el que se lleva a cabo la Feria Internacional del Libro de La Habana (“la furia del libro”, que es como le llaman los periodistas que cubren el evento o las personas que participan activamente en su organización). Libros que pueden costar poco menos de 20 soles, en el supuesto de que sea una edición especial. Para el resto de los casos, por menos de 4 soles uno se lleva joyas literarias cubanas.

El mandato de no juzgar a un libro por su portada (o por su edición) cobra demasiada relevancia en Cuba, un país donde las editoriales son instituciones públicas y donde el costo de impresión es casi inalcanzable para el ciudadano de a pie. Pero no hay por qué preocuparse: la edición tal cual es vendida al público cumple con las expectativas (eso sí: hay que procurar escoger el mejor ejemplar disponible).

Para un amante de libros, como yo, no resulta descabellado verse en la situación de tener que dejar ropa y demás elementos del día a día para poder meter en la maleta todos los libros que sin querer terminaron ocupando todo el cuarto ‒no de hotel‒ que ha rentado (porque en no tiene caso optar por un hotel ‒de propiedad del Estado, por cierto‒ cuando abundan las casas particulares de hospedaje).

Y si bien hay gente de otras ciudades de Cuba que viaja a La Habana para visitar la feria, no se equivoquen: es una fiesta, sí, pero no literaria.

La sede principal tiene lugar en la fortaleza San Carlos de La Cabaña (que viene a ser algo así como la fortaleza Real Felipe en el Callao), la misma que estuvo a cargo del Che luego del triunfo de la Revolución. Pero la mayoría de habaneros amantes de los libros no va ahí. Dos motivos explican esto: primero, la distancia que separa al lugar del centro de la ciudad (que es El Vedado, por supuesto); y, segundo, la gran cantidad de gente que va al lugar.

Nuevamente, no se equivoquen: la mayoría de gente no acude por los libros (literalmente, los stands dedicados exclusivamente a libros son los que tienen menor afluencia de público), sino por la oferta de útiles y accesorios escolares que existe: mochilas, loncheras, cuadernos, juegos infantiles de mesa, etc, etc, etc. Todo, menos libros. También está el hecho de que la feria, en esa sede, está rodeada de juegos inflables y mecánicos, así como por una oferta culinaria variada. Entonces, uno puede pasar el día disfrutando en familia y amigos sin la necesidad de estar en (mucho) contacto con los libros.

Pero la movida literaria sí existe en La Habana durante los días de feria. No como “gran fiesta literaria” pero sí como fiesta “V.I.P”, por decirlo de cierto modo.

La Feria Internacional del Libro de La Habana tiene sedes descentralizadas a lo largo de la ciudad, entre ellas Pabellón Cuba, centro de convenciones ubicado en el mismo centro del centro de la ciudad (no es redundancia): en 23 y N. A dos cuadras del cine Yara; a dos cuadras de la heladería Coppelia; a dos cuadras del hotel Habana Libre (ese en el que se hospedaron Fidel y demás revolucionarios cuando ingresaron a La Habana, aquel 8 de enero de 1959, que en ese entonces era el hotel Hilton); a tres cuadras del Malecón; en el mismitico centro de La Rampa (parafraseando al diálogo de la película «Guantanamera»). Ahí queda Pabellón Cuba.

La entrada a la feria es de 3 pesos cubanos (más o menos 50 centavos de sol). Y uno tiene que ir varias veces porque renuevan a diario la oferta literaria. En otras palabras: lo ves y lo compras, como para no perder las costumbres cubanas. La opción de regresar al día siguiente (o cualquier otro día) por el libro que a uno le interesa es suicida. En La Habana, libro que ves es libro que echas a la java (que es como se les llama a las bolsas en Cuba).

La feria no esté llena de stands de libros, como sucede en Lima, sino que hay un solo pabellón de unos 100 o 200 metros cuadrados, con mesas llenas de libros y uno va eligiendo los que quiere y lo va separando en su mano (su bolso se ha quedado en el guardabolsos, muy comunes en las tiendas de La Habana, por cierto, para evitar robos, y no es que te proporcionen algún recipiente donde depositar los libros, así que a uno no le queda más que cargarlos bajo el brazo). Pero aún pese a esas incomodidades, tranquilamente en una visita uno puede llevar 75 pesos cubanos en libros, lo que equivale casi a 12 soles y 10 libros. Todo depende de la oferta literaria que haya ese día y la temática que a uno le interese.

Un asiduo lector será reconocido por el responsable del guardabolsos. «A ti sí que te ha gustado la feria» te dirá si te ven más de tres días. «Bueno, sí», respondes un poco sonrojada. No sabes si es un cumplido o una ofensa. Es un cumplido, por supuesto; el guardabolsos te sonríe al decírtelo. Pero igual te extraña: solo has ido tres veces. La feria dura once días (del 7 al 17 de febrero).

Diez días en La Habana, porque luego emprende su gira por el resto del país. Algo más que también podría adoptar la Feria Internacional del Libro de Lima. Primero, el factor de las sedes descentralizadas (porque llegar a Jesús María no es tan sencillo para los 10 millones de habitantes de Lima). Segundo, la gira por las otras ciudades del país (porque vivir fuera de Lima no debería seguir siendo una limitante para acceder a la oferta literaria y cultural). Y tercero, evaluar cuán conveniente es que la feria se lleve a cabo durante las vacaciones escolares de medio año. En La Habana, como también sucede en Buenos Aires, las escuelas llevan de paseo educativo a los escolares a la Feria del Libro, con lo cual aseguran un elemento clave para la industria editorial, por no decir, la sostenibilidad del país: futuros lectores. ¿Cuán conveniente es que los escolares vayan a la feria? Es una pregunta que la Cámara Peruana del Libro debiera plantearse. Para luego resolver la siguiente duda: ¿Da lo mismo que los escolares sean llevados por sus padres que por la escuela?

Reflexiones existenciales aparte, La Habana está llena de eventos culturales. Conciertos de música clásica, teatro y exposiciones de arte, son algunos de los eventos disponibles (a un costo de 40 soles por persona, que es la tarifa de turista). Si desean informarse de lo que acontece en la ciudad durante su estadía pueden visitar el portal: https://www.granma.cu/enterese

Recomendaciones personales:

● La Fábrica de Arte Cubano, ya que reúne varias expresiones artísticas en un solo lugar (foto, performance, conciertos, etc.). Va de jueves a domingo en 11 y 26, en El Vedado, justo antes el Río Almendares, cerquita al puente de hierro.

● La librería de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 17 y H, en El Vedado.

● La Casa de las Américas, en 3ra y G, que viene a ser la Av. de Los Presidentes, también en El Vedado. Las revistas que publican pueden ser tomadas gratuitamente y tienen textos exquisitos.

● Finca Vigia, por supuesto, que es la casa de Hemingway. Su habitación en el Hotel Ambos Mundos, que es la visita más frecuente que hacen los turistas, no es más que una fría postal en comparación con la casa del escritor en San Francisco de Paula, a las afueras de La Habana. Estar ahí es una experiencia mágica.

● Y si se llegan a enamorar de La Habana, no dejen de tomar la lancha e ir a Casablanca: la vista de la ciudad desde los pies del Cristo Blanco es una de las maravillas del mundo moderno que aún no ha sido declarada como tal.

Así transcurren fácilmente 28 días en La Habana, llenos de arte, calor humano y sonrisas habaneras. Pero como se advirtió al comienzo de este artículo: a La Habana la amas o la detestas. No hay puntos medios.

Contenido Sugerido

Contenido GEC