
Mucho antes de los multicines, de las grandes pantallas IMAX y de los teatros con palcos y mezzanine para ver las superproducciones de Hollywood, en el Perú las películas se exhibían en carpas, como si fueran una atracción de circo. Era la idea que mucha gente tenía en el siglo XIX de aquel invento raro de las imágenes en movimiento llamado cine. La historia consigna que la primera exhibición en nuestro país del cinematógrafo de los Lumière se hizo en el Salón Jardín de Estrasburgo, ubicado en la Plaza de Armas, pero no fue sino hasta 1909 que se fundó la primera sala de cine. Era el desaparecido Cinema Teatro, que se ubicaba en la calle Belén, a una cuadra de la Plaza San Martín, en lo que hoy es la actual estación de bomberos.
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En las primeras décadas del siglo XX, las salas de cine en el Perú eran espacios arquitectónicos de singular majestuosidad. Inspiradas en teatros de ópera, muchas tenían decoraciones lujosas, grandes telones y un ambiente que convertía la visita en un evento. En Lima, se destacaba el cine Metro, para 1.390 espectadores, que ofrecía estrenos internacionales. Y no era el más grande del Perú. Durante la llamada “edad de oro de Hollywood”, en los años 30 y 40, el cine era entretenimiento verdaderamente masivo. Había salas para sectores populares como los cines El Porvenir y El Coloso en La Victoria, con capacidades para 2.600 y 3.000 personas, respectivamente.

Hoy día una sala con esa capacidad es inconcebible. La sala más grande del Perú actualmente, la sala XD de Cinemark en Comas, es imponente por las dimensiones de su pantalla de hasta cuatro pisos de altura y su sonido envolvente (las salas XD pueden tener hasta 70 parlantes), pero su capacidad de asientos es de 500 personas. Suficiente para esta época en la que el cine compite con otras alternativas de entretenimiento.
En el pasado, cuando las salas de cine estuvieron contra las cuerdas, como en los años cincuenta con la llegada de la televisión, los cines invirtieron en tecnología para recuperar a los espectadores. Apostaron por la espectacularidad. Fue la época de las grandes películas épicas, filmadas en formatos panorámicos e inmersivos como Panavision y VistaVision (el mismo que se ha rescatado en “El brutalista”), el desarrollo del 3D y la consolidación del Technicolor. La televisión era más barata y ubicua, pero no podía competir en la cancha de lo majestuoso.

“Ir al cine es una experiencia. No se puede comparar con ver una película en televisión o por streaming”, afirma Diana López, gerente de Márketing de Cinemark. Para potenciar aún más esa experiencia, además de sus salas premium XD, Cinemark cuenta con los asientos rojos D-Box. “Son asientos con movimiento controlado que se sincronizan con la acción de la película, no se mueven al azar. Este movimiento se gradúa en intensidad con un tablero al lado. Hace poco proyectamos ‘Interstellar’, y la sensación era como flotar en el espacio”.


Otra forma en la que el cine busca cautivar al público es ofreciendo mayor comodidad. Es el caso de las salas Prime de Cineplanet, que cuentan con asientos grandes, acolchados y reclinables, además de una carta para pedir comida. El cine UVK Platino Panorama, uno de los más elegantes de la ciudad, ofrece butacas tipo sofá con reposapiés y cuenta con un restobar abierto al público (sin necesidad de comprar una entrada), con una carta de comida y cócteles de autor que también pueden ser llevados a la butaca.
En Cinépolis, la apuesta es fuerte con su tecnología IMAX, que ofrece una pantalla gigante, sonido espectacular y una calidad de imagen superior. Otras alternativas son sus salas Junior, diseñadas especialmente para niños. Estas cuentan con un tobogán y otros juegos, para que los pequeños de hasta 12 años vivan una experiencia de cine diferente. Las salas también están explorando negocios alternativos, como el alquiler para eventos corporativos a empresas y personas naturales.

“Mi récord es haber invitado a mil personas para ver ‘Super Mario Bros.’”, dice el creador de contenido Phillip Chu Joy, quien suele utilizar salas para reunirse periódicamente con sus fans y colaboradores, e incluso para jugar videojuegos en pantalla grande.
Además, hoy en día las salas de cine también funcionan como espacios para conciertos virtuales, donde se pueden ver desde óperas en vivo hasta los últimos espectáculos de Taylor Swift o BTS. Las funciones ahí suelen ser a todo dar, con gente bailando en sus asientos y, debajo del écran, hasta las últimas consecuencias.