
El corazón de una niña de tan solo nueve años se convirtió en el epicentro de un hito médico sin precedentes en el Perú: la implantación del marcapasos sin cables más pequeño del mundo. Lo que comenzó como una inesperada detección durante una consulta por bronquitis, culminaría en una intervención que desafió los límites de la cardiología pediátrica, marcando un antes y un después en el tratamiento de anomalías cardíacas en niños pequeños. O lo que es lo mismo, un milagro de fe y ciencia.
Historia de una emergencia
La historia se teje con la angustia de una madre, Otilia, quien a principios de 2024 llevó a su hija a una clínica por un simple problema bronquial. Fue entonces, en la sala de emergencias, donde una doctora, al auscultarla, detectó una anomalía cardíaca hasta entonces desconocida. “Yo fui por un problema viral, pero me derivaron a la especialidad de cardiología”, recuerda Otilia, describiendo los primeros meses del año marcados por exámenes y una primera opinión médica que restó importancia al hallazgo. “Puede hacer su vida normal, me dijeron”, cuenta la madre. Sin embargo, la intuición materna y la persistente preocupación la impulsaron a buscar una segunda opinión.
El destino, o quizás una providencial conexión, la llevó hasta el Dr. Víctor Fontinier, un cardiólogo recomendado por su novio en Canadá. El Dr. Fontinier, tras realizar nuevas pruebas, no dudó en advertir la gravedad de la situación. “Ni hablar. Esto no es un juego, esto no es algo con lo que ella puede hacer su vida normal”, sentenció, imponiendo restricciones a la niña y planteando la posibilidad de un marcapasos alrededor de los 16 años si permanecía asintomática.
La espera se convirtió en una angustiosa cuenta regresiva para Otilia: “Lógicamente yo como madre estaba con la angustia de tener que vivir cada día esperando que llegue tranquila y normal hasta los 16 años”.
Pero los tiempos de Dios, como creyente ferviente que es Otilia, tenían otros planes. En octubre de 2024, la menor comenzó a manifestar síntomas alarmantes: dificultad para respirar, agitación excesiva, mareos. La urgencia se hizo palpable. El Dr. Fontinier fue categórico: “Ni hablar, es el momento de operar. Y es urgente”. Nuevas pruebas confirmaron la necesidad inminente de la intervención.

Una hazaña sin precedentes
Fue entonces cuando la historia tomó un giro trascendental. No solo el Dr. Fontinier lideraría el caso, sino que se convocaría a un especialista estadounidense, pues se trataba del primer caso en el mundo de una niña de 9 años en recibir el marcapasos microchip más pequeño existente. El especialista en elecrofisiología y cardiología intervencionista de la clínica Good Hope tenía experiencia implantando estos dispositivos en adultos, pero en niños era una primicia.
Fontinier explica la complejidad del caso: “Cuando los niños tienen un bloqueo aurículo ventricular, quiere decir que que la parte eléctrica del corazón conduce la electricidad de arriba hacia abajo. Sí. Cuando hay un bloqueo, la electricidad no se comunica hacia la parte inferior… El tercer grado… es el más grave y es incompatible con la vida. Habla de muerte”. En el caso de la niña, se detectó un bloqueo de segundo grado que progresó rápidamente a tercero.
El cardiólogo detalla los desafíos de los marcapasos tradicionales con cables en niños: “El problema de estos marcapasos en un niño de esa edad, de 9 años, es que aún está en crecimiento y el cablecito que lo tiene dentro el corazón se desconecta porque está creciendo”. La alternativa, el marcapasos epicárdico, implicaba una cirugía a corazón abierto, un procedimiento mucho más invasivo. La insistencia de la madre fue crucial en la consideración del marcapasos sin cables: “En esto tuvo que ver mucho la insistencia de la madre que que prefería este dispositivo a la operación”.
Ante la falta de experiencia en Sudamérica en niños tan pequeños, se contactó al Dr. Leal, un electrofisiólogo estadounidense con algo de experiencia en estos casos pediátricos. Aunque por cuestiones legales no pudo tocar a la paciente, su presencia fue fundamental como soporte y guía para el equipo peruano. El Dr. Fontinier enfatiza la naturaleza pionera del evento: “El Perú dentro de un contexto es el primero en Sudamérica que pone en una niña tan pequeña, un marcapaso”.

El día crítico
El día de la operación, un equipo multidisciplinario de al menos 20 profesionales se congregó para asegurar el éxito de la intervención. Un cirujano pediátrico de tórax, un anestesiólogo pediátrico, un hemodinamista, un cardiólogo especialista en imágenes y enfermeras expertas formaron parte de este esfuerzo coordinado. Otilia pudo acompañar a su hija hasta el último momento antes de la anestesia: “Me permitieron estar con mi hija eh unos minutos antes de la intervención pude estar con ella. Oramos en el mismo espacio quirúrgico, incluso estuve hasta el momento que ella se durmió”.
Lo que se esperaba que durara entre una y tres horas, sorprendentemente, fue casi inmediato. “Duró unos minutos nada más”, recuerda Otilia con asombro. El Dr. Fontinier también se mostró impresionado por la eficiencia del procedimiento. “De los 13 que he realizado este ha sido el más sencillo. No sé por qué. Llámale Dios, llámale fortuna, experiencia, pero la punción fue muy limpia. Metí el catéter dentro del corazón, se posicionó donde debía posicionarse, lo solté, el marcapaso quedó muy bien y salimos. No nos demoramos 15 minutos en el procedimiento. ¡15 minutos!”, cuenta Fontinier todavía asombrado.
Un detalle técnico conmovió especialmente a los presentes: los marcapasos suelen tener cuatro pequeños ganchos para sujetarse al corazón, y con que dos se conecten es considerado un éxito. En este caso, los cuatro ganchos se anclaron perfectamente a la primera. “No hubo necesidad de dejar un tiempo que se vaya adaptando al corazón, de frente encajó todo el microchip en el corazón”, describe Otilia con emoción. El Dr. Fontinier también lo calificó como un procedimiento “limpio” y “perfecto”.
La recuperación fue asombrosamente rápida. Tras una semana de reposo por precaución, la niña volvió a su vida normal. “Una semana después ella ha hecho su vida como cualquier niño, ha corrido, jugado, está feliz”, cuenta su madre, quien incluso bromea comparando la sencillez del postoperatorio con la extracción de una muela del juicio. La única restricción, por un año, es evitar deportes de contacto que puedan implicar un golpe en el pecho.
El impacto de la hazaña
El impacto en la calidad de vida de la niña ha sido inmenso. “Antes se agitaba muchísimo”, recuerda Otilia. Ahora, esa dificultad respiratoria que incluso desde pequeña le preocupaba, ha desaparecido. Fontinier confirma la gravedad de la situación previa: “Le tomo el electro y aparecía un bloqueo ya de tercer grado que habla de pronóstico de muerte”.
Para Otilia, este hito es una confirmación de su fe: “Como madre, como creyente, lo que puedo decir es que esto me ha reafirmado el amor a nuestro Señor… Yo creo como madre que lo único que puedo sentirme es bendecida y agradecida no solo a Dios, sino sino también a cada una de las personas que de alguna forma han contribuido a que las cosas se den como se han dado, ¿no? No solamente médicamente hablando ni profesionalmente, sino también humanamente”.
El Dr. Fontinier, más allá del logro médico, reconoce la profunda responsabilidad que implicaba tratar a una niña. El éxito de la intervención fue un alivio inmenso para todo el equipo. “Estaba conversando hace un ratito con el doctor y me decía que de todas las probabilidades fue la operación perfecta. O sea, absolutamente todo le salió bien”, relata Otilia.

El seguimiento de la niña es constante, con controles periódicos que inicialmente fueron más frecuentes y ahora se espaciarán cada seis meses. El microchip tiene una vida útil estimada de 12 a 13 años, y aunque la tecnología avanza rápidamente, existe la posibilidad de reemplazarlo en el futuro si fuera necesario. “Este no tiene ningún problema porque como está dentro del corazón, sí crece, no tiene cables, se queda dentro del corazón. El problema es el de los cables, como crece, los estira y los saca”, explica el Dr. Fontinier sobre la ventaja de este dispositivo en pacientes en crecimiento.
Este hito no solo representa una victoria para la medicina peruana, sino que también abre un camino de esperanza para otros niños con condiciones similares en todo el mundo.
La historia de esta niña es un testimonio del poder de la perseverancia, la fe y la excelencia médica, uniendo esfuerzos locales e internacionales para lograr lo que hasta hace poco parecía impensable. Como la propia Otilia espera, esta experiencia puede servir de “bendición para otras personas”. La hazaña médica en el corazón de una pequeña peruana resuena como un faro de innovación y esperanza en el campo de la cardiología pediátrica peruana.

Es subeditor de Deporte Total y contenido transversal del diario El Comercio. Fue Jefe de la Zona Deportiva de Grupo El Comercio. Se inició como periodista en el 2009 en diario Correo. Ha sido editor digital, editor general y director periodístico del diario EL BOCÓN, también editor general de diario DEPOR. Enviado especial al Mundial Brasil 2014.
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