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(Foto: Flor Ruiz)
Álvaro Rocha

Era la tercera vez que iba a Huchuy Qosqo. ¿Por qué? Simplemente porque es una ruta extraordinaria y era la primera vez que la realizaba al borde del Valle Sagrado. Además, casi nunca te cruzas con nadie en el camino, salvo uno que otro gringo. Por eso me pareció curioso compartir el trekking con mochileros cusqueños: Trucha, una chica resuelta de ojos profundos; Rocoto, de tez colorada; y Amaru, flaco y sabio como una serpiente. La combi andó hasta que la trocha se volvió intransitable. Bajamos y todos éramos iguales, teníamos que trepar hasta el abra de Pukamarca, a 4.000 m.s.n.m. Nos costó pero nos gustó, la visión del Valle Sagrado era única. Nos sentamos a comer un atún. De pronto, Rocoto sacó un pisco, para hacer un pago a la pachamama, dijo. Pero después se metió un generoso huaracazo. Rocoto, Trucha, Amaru. ¿Qué más daba? Tomé lentamente el pisco. Parecían buenos muchachos.

De allí descendimos hasta Pumakunku, donde se encuentra un camino inca de notable factura, que discurre por un cañón alucinante, con bromelias y orquídeas que se observan desde las impecables escalinatas incas al borde de un riachuelo que le da carácter a una quebrada de fantasía. Es lo mejor del recorrido, por la magia que emana. Este sendero culmina frente a una perfecta puerta trapezoidal que anuncia a Huchuy Qosqo (‘pequeño Cusco’). La ciudadela levantada por el inca Wiracocha impacta por sus edificaciones de piedra y barro, y por el inmejorable panorama de la Cordillera de Vilcanota. Los picos más altos irradiaban un púrpura que se encendió en carmín y luego en oro.

En esa explanada, a una altura que haría sentir ridículos los rascacielos de Nueva York, pude palpar las leyes de la naturaleza en el infinito reloj del universo, mucho más determinantes que las trivialidades de nuestra vida cotidiana. Y eso, creo, es lo que me atrae de estos parajes. //

SEPA MÁS
-Esta ruta se inicia en Ccorao, donde se desvía a Patabamba y luego a Quenqo, donde se inicia la caminata de siete horas que termina en Lamay, en el Valle Sagrado.

-El nombre de Huchuy Qosqo lo puso en 1930 el intelectual cusqueño José Gabriel Cosio; pero el verdadero nombre es Qacya Qawarina (‘donde está el trueno’).

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