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(Foto: Ana Lía Orezzoli)
Ana Núñez

No podría decirse con exactitud en qué momento del concierto hizo suyos los casi 10 mil corazones que latían en el Movistar Arena de Santiago de Chile. Podría haber sido cuando interpretó La donna è mobile, de Giuseppe Verdi, y un suspiro general invadió el enorme coliseo ni bien la Orquesta Ciudad de Santiago tocó las primeras notas del aria. Pensándolo bien, también pudo haber ocurrido cuando el tenor peruano llegó, con pana y con elegancia, a las notas más altas del Nessun dorma, de Giacomo Puccini, pieza considerada una prueba de fuego incluso para los tenores consagrados. En cualquier caso, lo que sí puede decirse sin posibilidad de no ser exactos es que Juan Diego Flórez pudo meterse al bolsillo a un coliseo lleno con solo abrir la boca.

No era la primera vez que Juan Diego cantaba en Chile. Su debut en este país fue en el 2010, en el Teatro Municipal de Santiago, y hasta rosas le lanzaron. Aquella vez, la expectativa de la población fue tan grande que las autoridades debieron poner varias pantallas en la calle para que la gente pueda verlo.

La semana pasada, su concierto fue gratuito. Si en el Perú hubiera los patrocinadores necesarios para asumir los gastos de producción, Juan Diego estaría dispuesto a hacer lo mismo: cantar para la gente. Gratis.
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La última vez que Juan Diego Flórez conversó con Somos, en noviembre del año pasado, expresó su deseo de que los chicos de Sinfonía por el Perú que culminaban los estudios escolares pudieran acceder a una escuela o academia superior de música. En menos de un año, el sueño del tenor se ha hecho realidad. La universidad San Ignacio de Loyola dio a Sinfonía la posibilidad de que 25 chicos suyos ingresen cada año a la carrera de Música con el 40 por ciento del costo total pagado.

Al tratarse de jóvenes de bajos recursos, el porcentaje de la beca aún no era suficiente. Por ello, en su estadía en Chile, la semana pasada, nuestro tenor firmó un convenio con la constructora peruana CMO, que se comprometió a cubrir otro 40 por ciento de la beca de los muchachos y, adicionalmente, a organizar conciertos mensuales en sus empresas para que los jóvenes no solo practiquen, sino que con lo que obtengan de las presentaciones cubran el 20 por ciento restante.
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Hace rato que Juan Diego Flórez ha conquistado al honorable del Movistar Arena y de pronto aparece en el escenario guitarra en mano. Casual, se desabrocha la corbata michi negra. Desde una de las galerías más lejanas lo llaman con furia. Él sonríe. El público aún no lo sabe, pero apenas está por comenzar el mejor momento de una de las noches más inolvidables de sus vidas.

Si vas para Chile te ruego que pases por donde vive mi amada... Juan Diego interpreta el vals compuesto por el músico chileno Chito Faró y el corazón del público no cabe más en su pecho. Algunas lágrimas caen. El fervor del público crece con cada una de las siguientes canciones: La flor de la canela, Bésame mucho, Guantanamera, Solo le pido a Dios, Cucurrucucú. Muchas más lágrimas corriendo por los rostros de los asistentes harán volver al escenario al peruano varias veces antes de satisfacer su delirio. Nadie tiene de qué quejarse: ni Juan Diego del público, ni el público del increíble show que dio el peruano.

Entre conversaciones con la prensa chilena y almuerzos deliciosos en un restaurante peruano en el que pudo comer su querido chupe de camarones, el tenor y Somos sostuvieron esta conversación.

Siete años después de crearla, ¿qué es Sinfonía para ti?
Sinfonía por el Perú es lo que me mueve. Se trata de niños que después se vuelven jóvenes con una fuerza interior increíble. Estos niños, sobre todo, vienen de poblaciones vulnerables y tienen algo que define mucho la pobreza: la falta de autoestima. En Sinfonía intentamos hacerles creer en sí mismos y darles el reconocimiento de la comunidad.

Naciste en una familia de clase media baja. ¿Te ves reflejado en estos chicos?
A mí la música también me ayudó en mi vida: me ayudó en el colegio, me ayudó a sentir que tenía un piso firme, a pensar mejor. Entonces, sí hay analogías, pero también diferencias entre mi caso y el de los niños. Estos niños son pobres realmente, así que la música para ellos representa todo. El hecho de que tengan un instrumento en la mano reemplaza a una posible arma de fuego, a un poco de droga. La orquesta se transforma en su familia, los niños son felices. Este cambio en el niño se contagia a la familia y de la familia a la población. De ahí el milagro de la transformación social de Sinfonía.

¿Qué te gustaría transformar, cambiar, del Perú?
La preocupación por la niñez. Yo, por ejemplo, ya estoy de vuelta. Pero mis hijos están de ida. Este mundo no es ya casi mío, es de ellos. Entonces, yo tengo que trabajar porque ellos vivan en un mundo mejor. Entonces, hay que pensar de ese modo.

¿La corrupción, la división que hay en nuestro país, no te quitan las ganas de volver?
No, porque yo vuelvo por los niños. Sobre el caso de la gente corrupta... también deberían pensar en los niños. ¿Cómo puedes dejar un mundo corrupto para tus hijos?

¿Cuál es tu siguiente sueño?
Seguir creciendo, seguir teniendo mas niños y jóvenes. Tenemos cosas lindas a futuro. La orquesta juvenil irá llevando el mensaje de Sinfonía por el mundo, representándonos. Yo creo que la música peruana puede ser como la gastronomía, tiene todo el potencial. Nosotros ya hemos estado en Madrid, hemos sido confirmados para el Expo Dubái del 2020...

¿Quieres hacer de la música peruana un patrimonio mundial?
Claro, estamos intentando regresar al Foro Económico Mundial y cuando vaya tocaré música peruana. Nosotros estamos llevando al Perú al mundo.

¿Juan Diego es para el Perú algo así como su gastronomía?
[Sonríe] No sé si soy como la gastronomía, pero es bonito cuando alguna empresa me requiere y me pide que cante música peruana. O sea, en el Perú se me ve casi como un cantante de música peruana. Saben que soy cantante de ópera, pero me piden que cante valses criollos y eso me hace muy feliz. //

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