Ruth Shady: la prestigiosa arqueóloga que vive entre el confinamiento y las amenazas de muerte
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Son los dos monstruos gigantes más famosos del cine y sus historias están conectadas de una forma extraña, como solo puede suceder en la serie B. En 1933, la RKO introdujo a Kong, el simio gigante, en un clásico que revolucionó el cine de efectos especiales. Catorce años después, Japón presentaría a su titán, Godzilla, que nació de la reverencia que tenían sus creadores hacia el mono enamorado. Sin el primate colosal no hubiera habido el lagarto, así de tajante, y su rivalidad nacía desde la semántica: Kong sería muy rey, pero Godzilla era dios. Agregar además que Godzilla en japonés se llama Gojira, el resultante de la combinación de dos animales: Gorila y Kujira (Ballena).
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Lo del tamaño era una preocupación que desvelaba a los nipones. Para la productora TOHO, su coloso sería un mejor monstruo. Lo hicieron ocho veces más grande (y más feo). Le dieron aliento atómico. Las balas no le hacían nada (King Kong, en cambio, murió acribillado). Por último, lo hicieron inmune a las rubias y a esas veleidades del amor que fueron el talón de Aquiles del mico. Un choque entre ambos, por todo lo dicho, era virtualmente imposible pero el cine fantástico no conoce de lógicas y así nació, en 1962, Godzilla vs King Kong.
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La película fue especial por varios motivos: era la tercera del saurio gigante pero la primera que se hacía a todo color y en impresionante formato panorámico. Anteriormente lo habíamos visto en un blanco y negro granulado que le confería a su look un aspecto de pesadilla. La película, a su vez, marcó el inicio de la antropomorfización de Godzilla, a quien empezaríamos a ver en adelante como un animal más infantil, que luchaba cuerpo a cuerpo con llaves de lucha libre, que se limpiaba el polvo con las garras y hasta daba saltos de alegría. Nada que ver con la bestia irracional que asolaba pueblos.
Lógicamente Kong tuvo que ser crecido sin explicación para que tuviese el peso y medida oficial para mirar a Godzilla (100mt) a los ojos. Si el mono de 1933 sufría para trepar cada piso de un rascacielos, el de 1962 era tan alto como cualquiera de estos edificios. Los dueños de los derechos de Kong dieron su permiso a Toho para estas polémicas modificaciones previo pago (lógico), pero el director de King Kong, Merian C. Cooper y el animador Willis O´Brien, detestaron los cambios. El punto más controvertido: que usaran a un hombre disfrazado de mono y no la elaborada técnica animada de stop motion del clásico de 1933.
A petición del director Inoshiro Honda, Godzilla vs King Kong se concibió como una sátira al mundo de la televisión y los extremos que pueden llegar las empresas por posicionar su marca. En la trama, la villana es una compañía farmacéutica que se anuncia en televisión. Es la que decide traer a Japón a Kong, como si fuese atracción de feria para ayudar a mover su imagen. Esto no sale nada bien y el simio escapa. Godzilla despierta por accidente y con su mal humor habitual emprende su labor destructora. Así se concibe el plan de hacerlos pelear en el Monte Fuji con la esperanza que se acaben entre sí. Luego de un match lleno de patadas, cabezazos y llaves, ambos gigantes caen al acantilado. Es aquí cuando surge el mito de quién ganó en verdad el combate.
La película no lo deja claro. Ambos titanes caen al agua y al rato solo vemos a Kong salir de ella y emprender ruta hacia su isla. ¿Significa que derrotó a Godzilla? No lo sabemos. Gojira es un animal anfibio que hiberna bajo el agua. La ambigüedad del final permitió que en los años siguientes se creara el mito que la película tuvo dos finales: uno en el que gana Kong, supuestamente dirigido al público norteamericano, y otro donde vence Godzilla, para contentar a los japoneses. La leyenda de los dos finales se extendió por décadas pero investigaciones posteriores han zanjado el asunto. La versión para Estados Unidos tiene nuevas escenas y actores, para americanizar la cinta, el final es el mismo.
Como un dato curioso para terminar esta historia: si Godzilla vs King Kong fue la primera vez que ambos monstruos se miraron a las caras, la última vez fue nada menos que en una producción peruana que se puede encontrar en YouTube.
Se trata de un comercial de la cadena local Bembos en la que vemos a un King Kong romper una maqueta del Puente Villena, avanzar por la avenida Larco hasta detenerse en la fachada amarilla del conocido fast food. Ahí procede a robarle una hamburguesa al actor Sergio Gjurinovic, que resulta tan grande que no se la puede acabar. Termina tendido cerca al Ovalo de Miraflores, ante la mirada de un Godzilla avergonzado que, sin duda, esperaba mucho más de su peludo rival. //
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