En la universidad, siempre levantaba la mano. Era una de las pocas mujeres que había en la clase, pero eso no la detenía. Tampoco el hecho de que, en ciertas clases, los varones cobrasen mayor protagonismo. “En cursos de programación los docentes a veces mostraban más confianza por las cosas que hacían los varones o escuchaban más sus propuestas”,dice Miriam Peralta de 29 años, natural de Apurímac y egresada de la carrera de Ingeniería Informática y de Sistemas. Fue la primera mujer en graduarse de su promoción.
En el mundo, diversos estudios demuestran que existe una importante brecha de género en el sector de tecnología de información. Los cargos de desarrollador, front-end, backend, entre otros, etc. están ocupados en su mayoría por hombres. Y si bien es cierto cada vez son más mujeres las que estudian y se preparan para este tipo de puestos, los varones siguen ocupando la mayoría de ellos.
En ese contexto nace Laboratoria (2014), una institución que, como su propia página oficial lo indica, “forma mujeres que harán que América Latina tenga una economía digital más competitiva, diversa e inclusiva". Para ser parte de este emprendimiento social y llevar un curso intensivo de seis meses en Desarrollo Web o Diseño UX, es necesario postular y pasar por un competitivo proceso de selección. Miriam lo hizo.
Después de terminar su carrera en Abancay, pasar por trabajos que no llenaban sus expectativas; viajar a Cusco, buscar más oportunidades, y aun así seguir sintiendo que necesitaba dar un salto más grande, la ingeniera toma la decisión de viajar por primera vez a Lima. Eso fue hace tres años. “Mi mamá no quería que venga. Pensaba que era una ciudad muy grande, con muchos peligros y dificultades. Pero le dije que estaba decidida y la final me mudé con mi hermana mayor”, revela.
En su afán por convertirse en desarrolladora web, algo de lo que no aprendió tanto en su universidad, y demostrar que podía ser tan buena como los hombres, conoce Laboratoria. Mientras trabajaba en la mype, postula. “Yo quería seguir creciendo y se me hacía difícil ingresar a algunas empresas porque me pedían certificaciones que eran muy costosas y no podía acceder a ellas. Investigando, me entero de este emprendimiento social". Postuló y la agarró.
“Fue una experiencia increíble. Éramos como una familia. Y sentía como mi segundo hogar. Conocí ahí a muchas chicas luchadoras, como yo, que querían entrar al mundo de la tecnología y no contaban con muchas oportunidades. Fue muy retador, me amanecía haciendo proyectos y trabajos. Me esforcé mucho por aprender, dar lo mejor de mí y aprovechar al máximo todo lo que me enseñaron”, nos confiesa Miriam.
Así llegó al Talent Fest, evento en el que las estudiantes de Laboratoria se enfrentan a retos propuestos por empresas grandes del país. “Es ahí dónde tienes que demostrar tu talento”, dice Peralta. Ella y un equipo en el que fue asignada tenían 36 horas para cumplir con un desafío. Lo hicieron y ganaron el concurso. Hoy lidera un grupo de seis personas en una compañía importante.
En Laboratoria, Miriam no solo se convirtió en Front-end Developer, también en una mujer empoderada. “Teníamos horas asignadas a temas de desarrollo personal, por eso las chicas de Laboratoria salimos creyendo en nosotras mismas, en lo que podemos lograr, sin temor a nada y con ganas de comerte el mundo”, asegura.
Se dio cuenta que era así cuando le ofrecieron ser la primera frontend developer que contrataba RIMAC Seguros. “Pensé que iba a encontrar a un equipo de desarrolladores y yo era la única. Sentí un gran peso sobre mí, pero sabía que era capaz de hacerlo bien", narra. Ahora, gracias a sus recomendaciones, el área en la que trabaja cuenta con expertos y expertas en diseño de experiencia digital. Ha entrevistado e incluido a nuevas Laboratorians como parte de su equipo.
Miriam Peralta, la joven estudiante que no aspiraba trabajar como programadora, ahora es una apasionada por la programación, es la cabeza del equipo de Front-end developers de su compañía y es invitada a dar charlas y talleres para inspirar a más mujeres en STEAM. No podía ser de otra forma.