MDN
(Foto: Red Bull)
Arturo León

Díganle pasión, terquedad, malcriadez o perseverancia. Como quieran. La historia es así: ella amaba montar skate; su papá lo odiaba. Por machismo o sobreprotección, el señor de la familia Bufoni no quería ver a su hija encima de un patín. “Es un deporte para chicos, tienes que dejarlo”, solía decir. Sus esfuerzos verbales fueron en vano. Todavía no cumplía 12 años cuando Leticia lloró en serio –y con razón– por primera vez. Lo recuerda como si fuera ayer. “Cuando mi papá se enteró de que yo seguía practicando, pese a todas las veces que me pidió que lo deje de hacer, fue a buscar mi skate”, empieza a contar mientras silencia las notificaciones que recibe su smartphone de sus 2 millones de seguidores de Instagram. “Lo encuentra y lo rompe en dos delante de mí. Lloré muchísimo ese día”. Ese momento fue también la confirmación de que nadie podría arrebatarle su destino.

En la actualidad, el fan número 1 de Leticia Bufoni es la misma persona que casi le impide ser la skater más famosa del mundo. Y nada tiene que ver Neymar en eso.

Se rumorea, se dice y algunos hasta afirman que está en amoríos con el afamado futbolista. Solo existe una foto y un par de mensajitos en redes, nada más. La brasileña, que el sábado dio una exhibición en el skatepark del Boulevard de Asia, tiene un prestigio bien ganado: cuatro oros en X Games (el Mundial de los deportes extremos), dos platas y tres bronces. Leticia Let’s Go es el nombre de su propio show de TV y la revista Forbes la destacó el año pasado como la mujer deportista más influyente. Todo con 25 años.

En Brasil ya no puede ni pasear tranquila en el mall. Y no se lo cree. “Siento que soy muy afortunada”, explica. “Ser reconocida como un modelo a seguir me suena a algo muy grande. Pero estoy feliz de inspirar a otros a que persigan sus sueños”, dice.

LA OTRA LETICIA
En su caso, todo fue muy rápido. En el 2008 (14 años) consiguió su primer patrocinador: Osiris Shoes. Sería interesante conocer a la persona que apostó por ella. Debe de ser un visionario. En poco tiempo pasó a ser la skater mejor pagada del mundo, logró sus primeros títulos y récords, apareció en la portada de The Skater Mag –que no suele apostar por las chicas– e hizo un desnudo para The Body Issue, de ESPN. Hasta críticas recibió. “Lo entiendo pero soy así. Me muestro como soy. Haters habrá siempre”. En un lapso de siete años le pasó de todo.

Uno pensaría que es obvio, pero no: lo que más disfruta de su vida no es competir. Prefiere viajar, montar skate y hacer videos. Así, en combo. En ambos casos se divierte. Pero en uno la invaden los nervios; en el otro solo disfruta. Además, pasa más tiempo en aviones que en su casa de Los Ángeles, pero cuando está allí (dos o tres días por semana) no hay quién la mueva. Bueno, tiene su propio skatepark. Con todo y piscina. Para qué más. “Ahí entreno, descanso, recibo amigos e intento pasar buenos ratos. Luego viajo”, cuenta.

Pero ¿cuáles son los sueños de una joven que existe hasta en el mundo virtual? (sí, está presente en el popular videojuego Tony Hawk Pro Skater). Se resumen en dos y podría decirse que van de la mano. El primero: Tokio 2020. El skate será deporte olímpico el año entrante. “La oportunidad de representar a Brasil es un sueño increíble y estoy trabajando para ello”. Piensa eso todas las noches antes de dormir y luego de ver los capítulos de sus series favoritas –Ozark y The Punisher– en Netflix. El segundo: que el skate deje de ser visto como un deporte para niños que no van a la escuela o de criminales. Qué mejor que los Juegos Olímpicos para ayudar a que eso suceda.

A Leticia no solo la acompañan sus méritos. También su sonrisa, un carisma especial y un 1,60 m de estatura que, sin una razón lógica, no la hace ver pequeñita. Llegó la hora. Ya está lista para dar un show que, como ella espera y repite, inspire. “Espero que mi visita sirva para que cada vez más chicos en Perú practiquen skate”. Ese es su deseo. No importa si no llegan todos a lo más alto. Total, eso pasa en todo. Hacer lo que te gusta, lo que realmente te gusta, aunque te lo prohíban, es –y será siempre– la mejor elección. //

Contenido Sugerido

Contenido GEC