
Pocos peruanos como Luis Ángel Pinasco Riess (Iquitos, 1941) han dejado, a través de los años, una huella imborrable en la industria del entretenimiento local. Y, muchos menos aún, han logrado una vigencia que trasciende a distintas generaciones: chicos y grandes lo reconocen con apenas oírlo. Es inevitable que su voz nos transporte a los años dorados de la televisión, cuando las familias peruanas se reunían alrededor de este aparato para ver los primeros programas de señal abierta. Algunos lo recordarán como el carismático conductor de Triki Trak, mientras que otros por haber sido narrador deportivo en los años más felices de la selección peruana. En tiempos más recientes, ha interpretado al patriarca Bruno Picasso en la serie ‘Al fondo hay sitio’ y hace la voz en off de los informes de Cinescape, el magacín que conduce su hijo Bruno.
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Fue precisamente él y su hija Chiara quienes lo animaron a escribir ‘Memorias de un tremendo cañonazo’ (Planeta), una publicación en la que hace un viaje a través de sus primeros recuerdos, divertidas anécdotas y el camino recorrido hasta convertirse en una leyenda del espectáculo nacional. “Aproveché el tiempo libre que tenía por la pandemia para ponerme a escribir. Ha sido un ejercicio de memoria intenso. Lo que pasa es que yo tuve hace un tiempo un ACV, muy leve en la parte frontal, que de todas maneras deja rezagos”, nos dice Rulito, camisa abierta, short y mocasines, sentado cómodamente en la terraza de su casa, en La Molina. Abre su libro y, emocionado, empieza a hablar de su primer trabajo como corrector del diario El Oriente, en 1957.
-Se podría decir que fue un comunicador bastante precoz.
Lo que pasa es que El Oriente tenía al fondo una canchita de fulbito. Allí solían ir los dirigentes y lo hinchas del CNI con mi papá a la cabeza, que era el presidente del club. Entonces, un día me dicen: “Oye, Luchín, podrías corregir algunas pruebas del periódico”. Yo acepté porque tenía buena ortografía en el colegio. Estaba en quinto de media.

-En esa época, ¿ya sabía que quería ser artista?
En realidad, mi vocación la descubrí en uno de los viajes que hacía a Lima en las vacaciones de verano. Visitábamos la casa de una tía en Miraflores. Entonces, en esa época yo comencé a escuchar la radio. Me gustaba un programa de radio América donde contaban todo tipo de historias. Eso me engolosinaba. Cuando regresé a Iquitos, me convertí en uno de los miembros de la Asociación de Periodistas Deportivos. Ahí comencé mi carrera de locutor.
-¿Tuvo una formación autodidacta?
Me ayudó mucho que mi madre fuera una lectora empedernida, todas las semanas compraba libros. De repente, se paraba frente a mí, me traía uno y me decía que me fije en los signos de puntuación. Desde muy chico aprendí a leer dándole pausa, ritmo y cadencia a los textos. Mi madre me dio unas lecciones prácticas que me sirvieron mucho después.


-¿Cuándo llega la televisión a su vida?
Cuando me llaman para hacer un casting en el antiguo Canal 2 para ser el presentador de un programa que se llamaba “Show de shows”. Un día antes, me fui a alquilar un traje y llegué con los zapatos bien lustrados. Todo el mundo se preguntaba quién era yo, de dónde había salido. Un columnista escribió en “La Prensa” acerca de mi presencia en ese programa. Dijo que un loretano de rulos era el nuevo conductor de Victoria Televisión. Al día siguiente, todo el mundo me empezó a llamar ‘Rulito’, hasta el día de hoy.
-¿Qué tan cierto es que le debe su popularidad a María Félix?
Cuando llegó a Lima en 1963, me encargaron la misión de ser su chaperón de prensa. La acompañé a pasear, a comer, íbamos juntos al canal. Ella había venido para participar en unas secuencias de humor. Pero le hicieron una broma que no le gustó y, al término del programa, no se despidió y dejó al conductor con el brazo extendido. Ella se caracterizaba por hacer ese tipo de desaires cuando algo no le gustaba. Pidió que le cambien de conductor y sugirió que yo lo hiciera. Para que las cosas marchen bien, quise contarle las preguntas que le iba a hacer, pero me dijo que confiaba plenamente en mí. Felizmente, todo fluyó de maravilla. Era la primera vez que entrevistaba a un personaje de ese calibre.

-¿Era muy difícil hacer tele en esa época?
Lo complicado era que teníamos unos focos encima que nos hacían sudar a mares (risas). En esa época no había aire acondicionado en los estudios, ni toda la tecnología que hay ahora. Por lo demás, era muy divertido. Como la televisión era relativamente nueva y había pocos canales, tenías la posibilidad de inventar cosas, de poner a prueba tu creatividad.
-¿Ser un personaje público no fue algo que lo abrumó?
A mí siempre me gustó recibir el cariño del público. Es como si hubiera nacido para trabajar en la televisión. Además, siempre he procurado llevar mi carrera por el buen camino, lejos de los escándalos. En todo este tiempo nunca he tenido una riña, ni me he peleado con nadie. Solo me peleo con mi mujer (risas).

-En el libro describe a Sonia Oquendo como su musa.
Sí, siempre lo ha sido. Yo me enamoré de ella en la época de los cafés- teatros. Su belleza era sobrecogedora. En una obra hicimos ‘match’ y nunca más separamos. De hecho, esta casa la construimos gracias a las obras que hacíamos.
-Otro de los capítulos que me llamó la atención es su incursión en la masonería. ¿Aún pertenece a la logia?
No, ya no. Pero llegué a ser venerable maestro. La masonería está llena de mitos, dicen que tenemos un pacto con el diablo, que dominamos el mundo. Cuando hice mi iniciación, yo pensaba en qué momento va a aparecer Satanás. Obviamente no pasó nada de eso.

-¿Qué siente que le dio esa experiencia?
Primero, te da confianza en ti mismo. Aprendes muchísimas cosas, sobre todo de moralidad. Aprendes a ayudar a la gente, a tener buena conducta en la sociedad. A no hacer ningún lío, ningún escándalo, nada por el estilo. En ningún momento de mi vida la logia me dijo hay que hacer esto o lo otro. No nos metíamos con la política ni con la religión. Te conviertes en un hombre de bien.
-¿Cuál es su secreto para mantenerse tantos años vigente?
Precisamente, creo que haber sido una persona disciplinada, me ayudó mucho a tener una carrera prolongada. La mejor manera de tener éxito es siendo una persona de bien. En un medio como el televisivo, donde hay mucho ego, puede sonar irónico lo que digo. Pero uno debe mantenerse fiel a sus principios.
-Además, usted es una persona que no ha rehuido los retos.
Siempre he sido una persona decidida. Nunca me he chupado. Cuando estaban de moda los cafés-teatros, me propusieron hacer un papel y yo nunca había tomado clases de actuación, pero lo hice. De igual forma, siempre he buscado mis propias oportunidades. Así me pasó cuando entré a ser narrador deportivo. Yo había venido del Mundial de México, donde había sido productor, pero tenía la intención de comentar los partidos. Fui con el gerente del canal y le expresé mis deseos. Me dieron la oportunidad en un clásico que ganó la ‘U’. Nunca imaginé que iba a trasmitir ocho Mundiales de manera consecutiva.

-¿Aún tiene ganas de seguir trabajando?
Después de más de seis décadas, uno también quiere descansar. Ahora me gusta pasar más tiempo en casa, con mi esposa, mis hijos y las personas que nos visitan. Me gusta escuchar música en Spotify y hacer ejercicios en el pequeño gimnasio que tenemos aquí arriba. Pero eso no quiere decir que me haya retirado. Tengo un par de proyectos para seguir estando activo.
-¿Cómo se encuentra de salud? Lo pregunto porque supe que hace unos años tuvo un percance durante un viaje.
Ahora me encuentro estupendamente bien. Eso que pasó fue una cosa exageradita mía. Estábamos en el Nilo y me empecé a sentir a un poco mal. Me llevaron a una clínica de primeros auxilios en Egipto donde me examinaron. Los médicos me dijeron que me vaya, pero a mi retorno a Lima me descubrieron una obstrucción en una arteria de la pierna derecha. Me operaron y tuve que pasar por rehabilitación. Pero como te digo, hoy por hoy estoy perfecto.
-Está como un cañón.
Ja, ja, ja. Efectivamente, así como me ves.
Desde la televisión en blanco y negro, pasando por el fenómeno de “Triki Trak”en los ochenta y noventa, hasta llegar a su interpretación de Bruno Picasso en la serie “Al fondo hay sitio”, este libro recoge las mejores anécdotas de su vida y nos ofrece una ventana a sus recuerdos más preciados. Como solía cantar los goles en los partidos de fútbol: este sí que es un ¡tremendo cañonazo! A la venta en las principales librerías del país. Precio referencial: S/59,90.
