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(Fotos: Karen Zárate)
Ana Núñez

Agosto del 2017. En uno de los laboratorios del gigantesco Parque de Investigaciones de la NASA (en Silicon Valley, California), la joven científica peruana Jenniffer Espinoza (entonces de 28 años) ayuda a una astronauta en una serie de experimentos. Yvonne Cagle (astronauta y doctora en medicina, para mayores señas) intenta desarrollar un dispositivo que logre menguar diferentes tipos de dolor físico y Jenniffer, especializada en biología molecular y bioquímica, es la encargada de evaluar la efectividad del dispositivo. La alucinante experiencia dispara hacia la estratósfera la motivación de la estudiante del Global Solutions Program (GSP) de Singularity University, cual cohete lanzado desde Cabo Cañaveral. Aunque ella ya había llegado con hambre.

Espinoza llegó al GSP de Singularity University, un programa destinado –precisamente– a buscar soluciones a los problemas que afectan a la humanidad, gracias a la beca Global Impact Challenge que ofrece el Concytec. Esta premia a quien presente un proyecto en cualquiera de los campos de estudio (no solo la investigación científica o tecnológica) y que al ser desarrollado pueda tener un impacto beneficioso en mil millones de personas. Esa ambición es parte de la mentalidad de Singularity.

La joven bióloga ya había desarrollado, junto con sus compañeros de la Unidad de Biotecnología Molecular de la Universidad Cayetano Heredia, un dispositivo de diagnóstico temprano del virus del papiloma humano, basado en el uso de nanotecnología. La idea era que cualquier mujer del mundo pueda hacerse un test fácil y rápido, similar a las pruebas de embarazo, para determinar si estaba contagiada con el virus. El proyecto la llevó directo y sin escalas a las aulas de Singularity, en Silicon Valley.

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