(Foto: Santiago Hafford - La Nación de Argentina)
(Foto: Santiago Hafford - La Nación de Argentina)
Oscar García

Una mujer sola sentada en una playa inmensa. El panorama parece de postal, con una brisa que acaricia la vegetación cercana. La primera imagen que recibe al espectador de la gira Us + Them es monumental en su dimensión (la pantalla LED es tan larga como un estadio, tan alta como una tribuna) y dura varios minutos, los suficientes para saber que algo grave va a terminar con esa falsa quietud. Aún no hay un músico en el escenario pero es un concierto de Roger Waters y ya se sabe que las sutilezas no son bienvenidas: un ruido de aviones convierte de pronto este cielo playero celeste en un infierno rojo, mientras el sonido de lo que parece ser un bombardero torna en apocalipsis lo que antes era un cielo límpido.

Así arrancó ayer la nueva gira de Roger Waters por suelo argentino, ante un auditorio conmovido de 40 mil personas que acudieron al Estadio Único de la Plata, a una hora de Buenos Aires, para reencontrarse con el ex bajista y compositor de Pink Floyd. Este subió al escenario a las 9:20 en punto (7:20 hora Lima) y abrió fuegos con Breathe, el tema que abre el mítico Dark Side of The Moon, el más citado anoche. Con decir que lo tocaron casi en su integridad, junto al puñado de hits de The Wall, cuatro temas de su reciente producción y algunas otras joyas de su catálogo setentero. En un concierto de Roger Waters tan importante es la música como el cuidadísimo aspecto visual que este año se centró en la vasta imaginería propuesta en su disco Animals (1977), pletórico de alegorías orwellianas de cerdos, perros y la estación eléctrica de Battersea, de Londres, que es reconstruida a los ojos de público con ayudas digitales, en pleno escenario.

Este marco imponente sirve al músico británico de 75 años para denunciar con la acostumbrada vehemencia el rosario de males modernos que aquejan al mundo: el neofascismo, la oligarquía global, el terrorismo de Estado, la falta de empatía, la vacía cultura de las celebridades. Desde Mark Zuckerberg hasta Donald Trump, a quien le dedica convenientemente la canción Pigs (Three Diferent Ones). No dejó títere con cabeza. Hacia el final el ex bajista de Pink Floyd vistió un poncho que le obsequiaron las Madres de Mayo. Puso en su celular una canción de León Gieco que tuvo la gentileza de compartir con el público, al acercarlo al micrófono. Y el cierre con Comfortably Numb, de su disco The Wall, fue la despedida generosa al público portero que acá lo quieren como si fuera de la familia. Uno de los suyos.

El 17 de noviembre se presenta en Lima, en donde repetirá mucho de lo que hemos visto hoy.

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