Oscar García

A sus cortos 13 años, Jimena M. ha sobrevivido a tres desastres continuos en un lapso de pocos meses. El primero fue el 28 de noviembre del 2021. Esa madrugada, el caserío del distrito de Jamalca, en donde Jimena vivía con su familia, quedó destruido. Ellos fueron reubicados luego en un refugio que terminó arrasado por el desborde de una quebrada.

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La última de sus penurias ocurrió hace poco, en el albergue en Bagua Grande que la acoge: una tormenta anómala llegó de noche con unos vientos extraños que amenazaban con llevarse las carpas donde viven ahora. Parecía una escena de pesadilla. Con el terremoto, muchas personas perdieron sus posesiones materiales, entre ellos niños y adolescentes que han visto paralizada su vida diaria y estudios.

La señora Isidora y tres de sus ochos hijos. La madrugada del terremoto pudo escapar con las justas, antes que la casa le caiga encima. Ella recibió un bono económico de Save The Children para que lo emplee solo en la alimentación de sus hijos. (Foto: RIchard Hirano).
La señora Isidora y tres de sus ochos hijos. La madrugada del terremoto pudo escapar con las justas, antes que la casa le caiga encima. Ella recibió un bono económico de Save The Children para que lo emplee solo en la alimentación de sus hijos. (Foto: RIchard Hirano).
/ Richard Hirano

Para ellos, el desastre no solo ocasionó miedo, sino incertidumbre por su futuro. Somos llegó a estas localidades del nororiente del país y pudo constatar cómo es la vida de estas familias, que solo sobreviven asistidas por la ayuda humanitaria. María Gladys M., de 34 años, recuerda cómo la tierra se partía ese día en Santa Rosa de Pacpa. Ella perdió su casa y el terreno en el que cosechaba maíz. En el albergue del estadio de Bagua Grande, María Gladys pasa sus días tratando de hacer jugar a sus hijos afuera de las carpas, para olvidarse del calor que hace adentro. Su esposo, que trabaja como peón, regresó una vez a la casa donde vivían y solo pudo recuperar una radio.

María Gladys y sus dos hijas están ubicadas en carpas temporales en las que es imposible vivir, dicen, por el intenso calor que se siente al interior. (Foto: Richard Hirano).
María Gladys y sus dos hijas están ubicadas en carpas temporales en las que es imposible vivir, dicen, por el intenso calor que se siente al interior. (Foto: Richard Hirano).
/ Richard Hirano

Ante la proverbial lentitud del Estado para proponer soluciones concretas a estos pequeños olvidados del sismo, las ayudas humanitarias foráneas se han hecho presentes. Es el caso de la ONG Save The Children, que trabaja en la zona desde diciembre del año pasado. Luis Romero, asesor temático de la ONG, cuenta que han apoyado a las familias, convencidos de que el ciclo de cuidado de la niña y el niño también requiere de la ayuda a los cuidadores, porque es su entorno de protección.

El apoyo no es solo de atención inicial, comenta Romero, sino que buscan que pueda trasladarse “a un proceso de rehabilitación y reconstrucción segura, en un corto plazo”. Por ejemplo, en Jalca Grande, Chachapoyas, una de las zonas más golpeadas, muchos han recibido un bono económico de la ONG, previa capacitación a los padres para que lo empleen en necesidades urgentes, que es lo que más necesitan por estos días estos pequeños sobrevivientes. //

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