
Desde hace casi 30 años, el Test de Proust es una de las secciones que mejor define a esta revista que hoy llega a su edición 2000, gracias a la originalidad con la que responden quienes se abren a sus clásicas preguntas. Más que una entrevista, es un juego de autoconocimiento y, algunas veces también, un ejercicio de brutal sinceridad. Una práctica que se remonta un par de siglos atrás, cuando este cuestionario surgió como una forma de diversión entre la aristocracia europea.
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En ese contexto, aún lejos de la inmortalidad literaria, un joven Marcel Proust se enfrentó a un pequeño juego de preguntas y respuestas durante un baile de estilo victoriano en la Francia de fines del siglo XIX. Con apenas 14 años, respondió el test que su amiga Antoinette Faure, hija del entonces presidente Félix Faure, le había dado. Era una lista de interrogantes destinadas a revelar la verdadera personalidad del encuestado.
Sus respuestas quedaron registradas en un “álbum de confesión”, como se le conocía a este juego procedente del Reino Unido. El joven Proust respondió con la sensibilidad e intensidad propia de un literato. ¿Cuál es su principal rasgo de carácter? “La necesidad de ser amado”, escribió. No imaginaba que aquel cuestionario, tan simple y directo, terminaría llevando su apellido para siempre.
Tras la muerte del escritor y filósofo francés, se rescataron las preguntas que había respondido en su adolescencia. Fueron publicadas en la revista literaria francesa Les Cahiers du Mois en 1924, mientras que el manuscrito original fue subastado en 2003 por 113 mil dólares. Aunque no inventó el cuestionario, su nombre quedaría vinculado a él gracias a esa publicación que llevaba por título: El Test de Proust.
• Proust es una figura clave en la literatura universal gracias a su monumental obra “En busca del tiempo perdido”, una exploración profunda de la memoria, el tiempo y la identidad.
• Su estilo, marcado por frases largas y detalladas, revolucionó la narrativa al hacer del recuerdo y la introspección los motores de la historia.
• A través de sus personajes y su aguda observación social, documentó la decadencia de la aristocracia, el ascenso de la burguesía y las complejidades del deseo y la identidad.

VIAJE INTERIOR
Responder el Test de Proust es, en cierto modo, enfrentarse a uno mismo. Sus preguntas son directas, pero la forma en que cada uno las enfrenta dice mucho más de lo que se aparenta. ¿Es posible que un puñado de respuestas revele nuestra esencia? Quizás no del todo, pero sí nos obliga a detenernos, aunque sea por un instante, a mirarnos desde adentro.
En tiempos más modernos, revistas y programas de televisión lo han rescatado para desnudar la personalidad de artistas, escritores y políticos. Desde David Bowie hasta Karl Lagerfeld, pasando por Stephen King y Jane Birkin, todos han dejado huella en este interrogatorio que, con preguntas como “¿Cuándo y dónde ha sido absolutamente feliz?” o “Si pudiera reencarnar en algo, ¿qué sería?”, invita a la introspección.
La revista Somos introdujo este cuestionario en su versión más fiel el sábado 4 de mayo de 1996, coincidiendo con un nuevo aniversario de El Comercio (antes se publicaba en la última página un test con preguntas y alternativas para marcar). La semana previa, se había anunciado que aquella edición pasaría de papel periódico a papel couché, y que nuestro querido semanario sabatino tendría nuevas secciones y un despliegue fotográfico más amplio.

RETRATO ÍNTIMO
Desde entonces, han sido innumerables las figuras del medio que han desfilado por la última página de Somos: políticos, empresarios, cocineros, escritores, actores, periodistas, artistas plásticos. Personajes reconocibles y destacados en sus respectivos rubros que hicieron de esta sección un libro abierto para que los lectores reconocieran sus sentimientos y aficiones, pero también sus miedos y preocupaciones.
En una visita por el archivo histórico del Decano, nos topamos con cuestionarios que son verdaderamente memorables por la agudeza, frontalidad y sentido del humor de sus respuestas. La mítica diseñadora Mocha Graña sostuvo, con casi 90 años, que el rasgo que más la definía era “la vitalidad”; mientras que la recordada librera Chachi Sanseviero, fiel a su carácter impetuoso, dijo que le gustaría reencarnar en los más parecido a Dios “para corregir lo malo de este mundo”.
Ernesto Pimentel, en el pico de su popularidad, contó que su mayor extravagancia era “la chola Chabuca”. Nuestra admirada Eva Ayllón afirmó que la cualidad que más admira en un hombre es “la discreción”, haciendo referencia a un popular vals. Cecilia Barraza, heredera de la misma chipa de su hermano, el popular Miguelito, nos dejó el siguiente textual cuando le consultamos sobre su mayor inversión: “¡Guarda con la Sunat!
Gianmarco Zignago dijo que su que su pelo era lo único que le disgustaba de su apariencia; o sea, nada. Y la siempre mediática Susy Díaz reveló que su ocupación favorita era la de congresista, antes que vedette. “Es mi mayor logro”, sostuvo.
Los más divertidos son los cuestionarios de La China Tudela (“me define mi compleja sencillez”), de Oswaldo Cattone (“mis pasatiempos son hacer el amor, jugar con mis perros y no hacer nada, en ese orden”) y el de Pablo Villanueva ‘Melcochita’ (“mi gran temor es no verme con Paraguay”).
Respuestas que reflejan lo más profundo de su identidad y que quedarán grabadas para siempre en estas páginas. //