(Ilustración: Nadia Santos)
(Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

Siempre hay una ‘canción del momento’. Esa que pasan constantemente en la radio o tele, que utilizan para activaciones BTL o en santos infantiles. En estos últimos meses, con más de 2.500 millones de visitas en YouTube, la canción del momento es definitivamente Despacito, interpretada por Luis Fonsi junto a Daddy Yankee.

Fonsi cuenta que despertó un día con la melodía del coro en la cabeza y nada más. Luego buscó a una reconocida compositora industrial, la panameña Erika Ender, quien escribió la letra y suavizó el estilo urbano del tema por uno ‘más elegante’. Fue una simple idea muy bien manufacturada. Este tema es bonito, sin duda. A mí me encanta. Pero ha tenido a muchos tarareándolo más por su exagerada reproducción –fenómeno de lavado de cerebro– que por flechazo natural. Véase la infinidad de memes sobre gente que, sin gustarle, no puede dejarlo de cantar.

La superestrella canadiense Justin Bieber, uno de los artistas de teen pop más influyentes del mundo, ha lanzado un remix de la canción, con lo que aumentó aún más la difusión del tema y produjo más dinero para los compositores. Pero existen muchas razones por las cuales Despacito ha alcanzado esto. Primero, al igual que muchos otros temas bailables, esta canción genera endorfinas, conocidas también como las hormonas de la felicidad. Así lo señala el neurólogo argentino Néstor Braidot. Él explica que esta hormona también se produce por ver a otra persona en un estado alegre. Por ende, el generar endorfina te seduce, así no te guste la canción.

Esto también se explica por tres leyes conocidas que, según la Western Washington University, de Estados Unidos, hacen que un tema se vuelva un hit. Cabe recalcar que si fuerzas estas leyes no significa que tu canción se convertirá en un éxito. Es al revés: un hit muestra estas leyes.

La primera supuesta ley señala que el estribillo se cante sílaba por sílaba. Esto la hace más fácil de aprender. Es más costoso cantar un coro con frases rápidas y confusas que uno simple. Despacito cumple claramente con esta ley (“des-pa-cito…”). La segunda ley es que la canción cuente con muchos sonidos: agudos, graves, rápidos y lentos. Es decir que sea colorida al oído. La última ley es que el cantante, de preferencia, tenga la voz aguda. Luis Fonsi posee esta cualidad y es así como cumple con esta trasnochada teoría que se enseña universitariamente.

Otro factor clave es que la canción empiece rápido con el coro. Este tiene que ser el gancho. Si se presenta por lo menos en el primer minuto, hay más chance de ‘enganchar’ al público. Quizás también la colaboración con Daddy Yankee, posiblemente el artista más reconocido del reggaetón, haya ayudado a alcanzar el éxito. Se considera con creces que Despacito es la nueva Macarena debido a que llegó al número uno en la lista Hot 100 de Billboard, en Estados Unidos, con la versión de Justin Bieber.

Ahora, ¿cómo es el negocio con Despacito si ya no se venden discos?

Wieland Kafka, gerente en el Perú de Warner Music y Warner Chappell, lo explica : “La descarga no es el negocio. El streaming es el negocio. Spotify, Deezer, Pandora, Apple, Music Amazon, etc. Los CD mutaron a descargas por Internet de 0,99 o 1,29 dólares cada una. Pero luego vino el gran invento del streaming. ¿Para qué poseer la música si la puedes ‘alquilar’? Spotify es el líder con 140 millones de suscriptores. Despacito, a nivel mundial, se escuchó ayer 5’428.514 veces y, en una semana, 41’882.796 solo en Spotify, que tiene 140 millones de cuentas. De ellas, un tercio paga nueve dólares al mes y el resto recibe publicidad. En un éxito de este nivel, con tantas versiones, covers y ejecuciones, el autor puede estar cobrando más que todos los intérpretes. Si bien las cifras que pagan a nivel por cada stream tienen muchos ceros después del punto, es un tema de volumen”. Provecho, Fonsi y la autora Erika Ender, pues nadie espera crear un fenómeno así.

Esta columna fue publicada el 15 de julio del 2017 en la revista Somos.

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