Bajo esa llameante cabellera de rojo otoñal crepitan 40 años de furioso rock n’ roll. Simultáneamente, Chrissie Hynde fue una madre soltera que crió sola a sus dos hijas.
Bajo esa llameante cabellera de rojo otoñal crepitan 40 años de furioso rock n’ roll. Simultáneamente, Chrissie Hynde fue una madre soltera que crió sola a sus dos hijas.
Czar Gutiérrez

Llega al mundo en una ciudad dedicada a quemar llantas. La desintegración química del caucho –negro de humo más azufre, fórmula del infierno– cubre el cielo de su ciudad natal, Akron, Ohio, capital mundial de la incineración de neumáticos. Los calderos de Goodyear, Rubber, Goodrich y Bridgestone están quemando el último aire antes de la lluvia ácida y el efecto invernadero. Entonces empieza su rodaje por este mundo.

Ojos azules entre anillos de mapache. Pómulos altos. Cerquillo en llamas sobre mirada letal. Nariz en ganzúa para cortar el fuego. Christine Ellen Hynde escribe: “Recuerdo el olor acre de las fábricas de caucho, ese tufillo tan particular que se respira cuando arrancas un coche de carreras” (Reckless: My Life as a Pretender, 2015). En esa misma autobiografía recuerda a los indios senecas bautizando la zona como ohi-yo, ‘río hermoso’. Recuerda el tren de la tarde, la laguna, los gansos. Recuerda haberse mirado los zapatos un día entero aquella primera vez que se reventó el cráneo con LSD. Tenía 16 años.  

La líder de la mítica banda lanzó un libro de memorias titulado 'Reckless: My Life as a Pretender' en el 2015.
La líder de la mítica banda lanzó un libro de memorias titulado 'Reckless: My Life as a Pretender' en el 2015.

Maldito amor mío
Ahora tiene 66 y le parece que andar experimentando con drogas es “hundirse en el fango turbio”. Es decir, en el lugar donde reposan sus ex músicos y amantes James Honeyman-Scott, muerto en 1982 por un ataque al corazón después de una ingesta de cocaína, y Pete Farndon, ahogado en una bañera en 1983 por pasarse de heroína. Ambos particularmente entrañables al ser miembros originales de Pretenders, colectivo fundado en 1978 que nunca existió como banda. 

O, mejor dicho, que existe como seudónimo de esa tromba solista y sexualmente agresiva que es su fundadora, cuyo kilometraje compromete media historia del rock desde que decidió cambiar el infierno de caucho por el asfalto crudo infestado de agujas, imperdibles y protopunk: el Londres de Malcolm McLaren y sus Sex Pistols. Errabunda, marginal, coleccionista de heridas, rechazada por Devo, The Damned, The Clash, Visage y The Stooges, finalmente realizaría el sueño de la banda propia a partir de ese bloque de piezas móviles donde inclusive ella es inestable. 

Formación inicial de The Pretenders (de izq. a der.): James Honeyman-Scott (guitarra), Chrissie Hynde (voz líder), Pete Farndon (bajo) y Martin Chambers (batería). El primero y el tercero están muertos.
Formación inicial de The Pretenders (de izq. a der.): James Honeyman-Scott (guitarra), Chrissie Hynde (voz líder), Pete Farndon (bajo) y Martin Chambers (batería). El primero y el tercero están muertos.

Como inestable es su corazón, atravesado por Nick Kent (periodista), Fradji Memi (The Frenchies), Mick Jones (The Clash), Lemmy (Motörhead), John Barry (compositor), J. P. Jones (cantante). Esposa frustrada de Sid Vicious y Johnny Rotten, amante fugaz de Iggy Pop, enfrentada a una relación tóxica con Ray Davies (líder de Kings y padre de su hija mayor), abandonada por Jim Kerr (voz de Simple Minds y padre de su segunda hija), fugazmente casada con el diseñador barranquillero Lucho Brieva. 

Antes de todo eso, algo repugnante: es violada en Ohio por los Heavy Bikers, pandilla de moteros a quienes la víctima, insólitamente, termina justificando. “Si me paseo en ropa interior y estoy borracha, ¿de quién más puede ser la culpa? Si voy discretamente vestida y alguien me ataca, diría que es culpa suya. Pero si provocas y excitas, estás tentando a alguien que ya de por sí está trastornado. Si no quieres incitar a un violador, no lleves tacones que te impidan escapar de él. Si te pones algo que dice ‘ven y fóllame’, más te vale correr rápido”.  

No me malinterpreten
La multitudinaria condena que recibió por desbarrar tan feo –los genios también se disparan a los pies– quedó paulatinamente atemperada por la onda expansiva de Alone (2016), décimo disco de estudio que la volvió a colocar en un pedestal inalcanzable: acerado, lujoso, dulcemente garajero, viajando del groove al soul y del country al bolero en un impecable compuesto de baladas y fracturas de velocidad, marca registrada de la casa.

Con todas sus luces y sombras, así llega a Lima la heredera de Patti Smith y telonera de Phil Collins en su incursión sudamericana. Operando directamente sobre Madonna, considerablemente más frontal que Kate Bush, Joni Mitchell, The Slits, Debbie Harry, Linda Ronstadt, Kim Gordon o P. J. Harvey, ninguna como Chrissie Hynde para narrar con soltura la intrahistoria del hippismo, punk y glam mientras lanza bombas incendiarias a McDonald’s y diatribas contra la carne, los motores, la agricultura industrial, el tabaco, el alcohol, las armas y los medicamentos a partir de su militancia por los derechos de los animales y el veganismo.  

Nueve esféricos de estudio, cuatro recopilatorios, dos en vivo y 33 singles, además del extraño disco ¿solista? Stockholm (2014), componen un extraño ejemplo de ductilidad y absoluta vigencia temporal. Porque no otra cosa es ese vómito punkie escorado hacia la ríspida marea del brit-beat sesentero. Para que sobre ese mar proceloso flote el dulce contralto de su voz sin perder un ápice del poder de otrora, ese que la encumbró como una especie de dominatrix con Fender Telecaster en arrastre térmico hacia una bruma maliciosamente erótica y subyugante. Amén. 

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