(Ilustración: Nadia Santos)
(Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

En 1999, un empresario que hacía el festival más importante de folklore en Argentina –en la Plaza Próspero Molina, ciudad de Cosquín– decide hacer un festival de rock allí mismo. El local se llamaba Atahualpa Yupanqui, famoso folklorista argentino. La idea entonces de hacer rock en la cuna de la música local era prácticamente una herejía. Pero el secreto del show business es ‘ir’ donde está la gente y no al revés, como todos piensan.

El Festival Cosquín Rock arrancó en el año 2001. La primera edición fue para 15 mil personas y se habían vendido muy pocas entradas. Pero, sorprendentemente, a las 2 p.m. de la primera noche, millares de jóvenes de toda la Argentina llegaron a Cosquín con mochilas, pues se había corrido la voz de un nuevo festival en el interior del país.

En Argentina existe la tradición peregrina de viajar para ver conciertos. Es un turismo cultural. Este fenómeno acompañó al Festival Cosquín Rock los primeros cuatro años, hasta que se quedaron 50 mil personas fuera y se tuvieron que mudar a un lugar más grande.

Se cambiaron a San Roque, cerca de donde estaban originalmente. Pero justo en la primera edición se produce una de las peores tragedias de la historia del rock argentino: República de Cromañón, un local de Buenos Aires, se incendió en pleno concierto de la banda Callejeros y se dispuso legalmente cerrar casi el 100% de los locales para conciertos. Esto puso en jaque al festival. Además, un empresario decidió hacer en la original plaza Próspero Molina otro festival de rock. Entonces empezó la aventura de conseguir mejores bandas que el nuevo competidor, y se logró hacer un inolvidable evento musical en la montaña.

Para esta edición se decide que Charly García abra, pero este solicita que su concierto sea gratuito y con los auspiciadores se logra costear el pedido. El show estaba anunciado para las 6 p.m. pero Charly llegó a las 2 a.m. del día siguiente. Típico de él. Igualito llegó al festival del Cusco, entrando suicidamente a la Ciudad Imperial en una avioneta ¡a las 7 p.m.! Bajó todo pintarrajeado y amenazó a los periodistas con una muñeca Barbie.

García llegó a San Roque también en un avión privado, que lograron conseguir a las 9 p.m. para sacarlo de su casa. Luego lo transportaron en auto por carretera a 150 km/h para que pudiera llegar y diera un histórico concierto de más de tres horas.

Un vecino empezó a reclamar que él debía tener una compensación económica porque su terreno quedaba maltratado, por lo que, una vez más, el festival tuvo que mudarse. Hoy, ya instalado en Santa María de Punilla, una localidad pegada a Cosquín, el festival cumple 18 años y es el más longevo y exitoso de Argentina.

Hace unos años atrás, mi mánager Robelo Calderón y José Palazzo –fundador del Cosquín Rock– se hicieron amigos. Ahora estamos todos juntos en esta aventura festivalera. Este año, la primera edición del Festival Cosquín Rock fuera de Argentina se desarrolló con mucho éxito en México y la segunda edición internacional será en Lima el 14 de octubre, en el Club Cultural Lima de Chorrillos, desde las 11 a.m. Estará Fito Páez, la Sarita, Residente, Ataque 77, Uchpa, Fabulosos Cadillacs, Kanaku y el Tigre, Illya Kuryaki, mi banda y muchos más.

Estoy muy entusiasmado, pues es la segunda vez que participo como productor asociado y curador de las bandas participantes. Además, el festival incluirá charlas sobre música y vinos, proyección de películas, shows de stand up comedy, exposiciones de pintura y escultura, patio de comidas de Perú y Argentina, barber shops, zona de grafitis, tatuajes, feria recreativa y más.

En fin, un festival que, más que eso, es un fenómeno cultural digno de apreciarse. Muestra de la fuerza de Argentina, que a pesar de su crisis no deja morir lo suyo. Excelente lección para fortalecer y recuperar de una vez lo nuestro –como el pisco– y hacer hablar sobre rock peruano en el exterior. ¡Vamos a Cosquín Rock Perú! 

Esta columna fue publicada el 1 de julio del 2017 en la revista Somos.

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