
Un día despiertas, miras por la ventana y ves un grupo de aves prehistóricas sobrevolando el barrio; a lo lejos, una manada de mamuts se desplaza en silencio. Es el sueño de cualquier niño, pero ¿qué tan cerca estamos de resucitar animales extintos? Para la empresa Colossal Biosciences, ya no se trata de una quimera: la resurrección de especies es una realidad. Este lunes, la compañía anunció el nacimiento de tres cachorros de lobos terribles, una especie que desapareció de la faz de la Tierra hace unos 13.000 años. Sin embargo, dentro de la comunidad científica hay debate sobre si esto puede llamarse realmente una desextinción, aunque los avances logrados siguen siendo, sin duda, significativos.
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El anuncio de Colossal ha capturado la imaginación del público, sobre todo porque los lobos creados, llamados Rómulo, Remo y Khaleesi, evocan tanto a criaturas prehistóricas como a referentes de la cultura pop como Game of Thrones. La misma empresa mostró hace apenas un mes unos ratones lanudos que obtuvieron su pelaje gracias a la genética de mamut. Pero detrás de ese brillo mediático, la ciencia levanta una ceja.
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De acuerdo al relato de la compañía, tras extraer el ADN antiguo de un diente de lobo terrible de hace 13.000 años hallado en Ohio y un hueso del oído interno de hace 72.000 años en Idaho, se obtuvo el 91% de su genoma. Se lo comparó con el del lobo gris actual y el resultado mostró un 99,5% de similitud. Luego, se identificaron 20 diferencias claves en 14 genes determinantes que fueron editados para obtener las características fenotípicas de estos depredadores.
SOUND ON. You’re hearing the first howl of a dire wolf in over 10,000 years. Meet Romulus and Remus—the world’s first de-extinct animals, born on October 1, 2024.
— Colossal Biosciences® (@colossal) April 7, 2025
The dire wolf has been extinct for over 10,000 years. These two wolves were brought back from extinction using… pic.twitter.com/wY4rdOVFRH
¿Es o no desextinción?
Aunque Colossal se refiere a su hazaña como una desextinción, la comunidad científica prefiere un término más preciso: ingeniería genética selectiva. Y es que el proceso no consistió en clonar al extinto lobo gigante o lobo terrible (Canis dirus) a partir de su ADN completo, sino en modificar 14 genes del lobo gris moderno para recrear algunas de sus características físicas más distintivas.
“No se ha recreado por completo el genoma del lobo terrible, por lo que no podría considerarse una desextinción como tal”, explica la docente investigadora de la Universidad Científica del Sur Shirley De La Cruz a El Comercio. “El resultado es un híbrido, ya que se usó un ovocito de lobo gris, cuya mitocondria conserva su información genética original”.
Los ejemplares creados podrán tener el fenotipo del lobo terrible, su gran tamaño, mandíbulas gigantes, musculatura más desarrollada, pero no son lobos terribles.
Llamar desextinción al procedimiento hecho nace probablemente de una decisión más publicitaria. La misma Beth Shapiro, jefa científica de la empresa, señaló al New Yorker que “no es posible traer de vuelta algo exactamente tal y como era”.
“Hemos logrado crear el fenotipo de un lobo terrible”, acotó. Ya que su objetivo no es hacer fotocopias perfectas, sino híbridos, diversos y selectivos, con ADN moderno, antiguo y sintético.
Cabe tener en cuenta que la proeza aún no ha sido publicada en ninguna revista científica, por lo que no ha cuenta todavía con un aval, digamos, cien por ciento formal. Los especímenes, por su lado, no están a la vista de cualquier persona, viven en una reserva ecológica de 2.000 acres en Estados Unidos en una ubicación no revelada. Lo que se conoce de ellos, de momento, es gracias a dos reportajes publicados por los medios ‘New Yorker’ y ’Time‘.

Dilemas éticos
Las consecuencias de este logro no quedan únicamente en el ámbito técnico y científico. De La Cruz, bióloga de profesión, advierte que uno de los dilemas éticos más relevantes es el bienestar de los propios animales “desextintos”, que pueden enfrentar graves dificultades al no contar con un entorno adecuado para desarrollarse.
“Traer una especie cuyo ecosistema ha variado desde hace miles de años puede afectar su salud porque no cuenta con un hábitat natural adecuado”, señala. “Además, introducir una de estas especies en un ecosistema actual podría generar un impacto ecológico significativo, desequilibrando la dinámica entre las especies existentes”.
Una visión similar tiene Shirley Evangelista, jefa del Laboratorio de Biotecnología Reproductiva y Celular y responsable de los Centros de Investigación también de la Universidad Científica del Sur.
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“Su hábitat ha cambiado drásticamente, tanto sus presas como sus depredadores ya no existen o han evolucionado, y el equilibrio ecológico actual no necesariamente facilitaría su adaptación. Más allá de lo que plantea la ficción –como en Jurassic Park–, el principal riesgo no recae sobre los humanos, sino sobre los propios animales creados mediante estos procesos”, explica Evangelista, quien es veterinaria, a este Diario. “Condenarlos a vivir en cautiverio únicamente para estudiarlos o exhibir ciertos rasgos ancestrales puede considerarse una forma de instrumentalización que compromete su bienestar”, apunta.
La investigadora considera razonable plantear que, al carecer de referentes naturales y desarrollarse en aislamiento, estos animales podrían presentar alteraciones en su comportamiento, generando conductas patológicas que perjudiquen su salud mental y física.
“Esto no solo afectaría a los propios individuos, sino que, en escenarios extremos, también podría representar un riesgo para las personas que los rodean. Por ello, la posibilidad de liberarlos en ambientes naturales resulta, al menos por ahora, inviable y éticamente cuestionable”, menciona.
Además, Evangelista también cree que traer de vuelta organismos extintos o similares a ellos y colocarlos en un mundo completamente diferente, podría representar una forma de sufrimiento animal. “En casos de extinción natural, debemos aceptar que esas especies dejaron de existir por su incapacidad de adaptarse. Revivirlas sin considerar estos factores puede ser irresponsable y contraproducente”, refiere.

Negocio de por medio
Otra preocupación es la asignación de recursos. ¿Tiene sentido invertir millones en traer de vuelta a un lobo extinto cuando hay miles de especies vivas que desaparecen cada año?
“Se genera un debate legítimo sobre si es mejor dirigir esos recursos a conservar especies vivas y funcionales en los ecosistemas actuales, en lugar de restaurar animales que no han vivido con nosotros en siglos”, opina De la Cruz.
No se puede ignorar que Colossal es una empresa valorada en más de 10.000 millones de dólares, con inversores de firmas de capital riesgo y personalidades como Thomas Tull, productor de la película Jurassic World, Paris Hilton, Peter Jackson y Chris Hemsworth.
Cada cuanto, la compañía atrae la atención de las cámaras con sus éxitos científicos. Pero más allá del entusiasmo tecnológico y el fervor mediático, la desextinción plantea preguntas profundas sobre sus beneficios reales y sus implicancias éticas. ¿Vale la pena traer de vuelta especies extintas cuando muchas actuales están al borde del colapso? ¿Qué papel debería tener la ciencia frente a un ecosistema que ha cambiado radicalmente desde la desaparición de estas criaturas?
El genetista del Consejo de Investigaciones Científicas de España Lluís Montoliu expresa de manera certera esta incógnita en un artículo de El País:
“Lo que han conseguido es muy arriesgado y lo han hecho de forma muy exitosa: me quito el sombrero, porque han resuelto problemas muy complejos”. “Lo que hace Colossal ya es entre sorprendente y preocupante: cuál es la razón de ser de crear estos animales, ¿tener un zoológico de criaturas imposibles?”.
Efectivamente, la creación de especie desextintas, como los lobos terribles, plantea interrogantes fundamentales sobre su manejo y destino. ¿Cuál es finalmente el objetivo? ¿Es viable reintroducirlas en su hábitat natural o es más seguro mantenerlas en cautiverio?

Especies en peligro
Más allá del éxito mediático que ha alcanzado Colossal con sus logros, detrás existe un desarrollo de biotecnología que puede ser de gran utilidad. Si bien la compañía planea traer de vuelta a la vida a otras especies extintas como el mamut lanudo el tigre de Tasmania, el dodo, el tigre diente de sable o el perezoso terrestre; ese no es su único ni principal objetivo. También se ha propuesto la misión de evitar que las especies en peligro de extinción desaparezcan por completo. Las mismas técnicas utilizadas en el lobo terrible podrían usarse de forma similar para apoyar a algunas de estas especies en peligro, por ejemplo, el lobo rojo. De hecho, ya se han desarrollados cuatro ejemplares a través de técnicas de clonación.
Uno de los beneficios más citados por quienes defienden esta tecnología es la posibilidad de restaurar ecosistemas alterados por la pérdida de especies clave. También se destaca el potencial para recuperar diversidad genética en animales en peligro, particularmente en poblaciones con alta consanguinidad.
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“Muchos animales extintos en su hábitat natural, pero que aún sobreviven en cautiverio, podrían beneficiarse de esta tecnología”, explica De La Cruz. “Mediante edición genética se pueden introducir variantes genéticas perdidas propias de la especie, con base en información disponible en bancos de datos o en muestras almacenadas en museos naturales”.
La lógica detrás de esta propuesta es clara: si una población está reducida y genéticamente empobrecida, se vuelve más vulnerable a enfermedades y menos capaz de adaptarse al entorno. La edición genética permitiría reintroducir variantes perdidas y reforzar su supervivencia.
En la misma línea va Evangelista, quien considera que el desarrollo de las biotecnologías realizadas como parte de este proceso pueden tener beneficios indirectos, como el fortalecimiento de las capacidades científicas para conservar especies en peligro crítico.
“Podría permitirnos, por ejemplo, revertir parcialmente el daño causado por actividades humanas –como la caza indiscriminada o la destrucción de hábitats– en ciertas especies”.
No obstante, ella es enfática al decir que clonar individuos genéticamente idénticos no soluciona el problema de fondo: la pérdida de diversidad.
“En el caso del lobo rojo, si solo se clonan los pocos individuos viables que quedan, se estaría prolongando temporalmente la existencia de la especie, pero no su viabilidad a largo plazo”, señala. “Por eso es crucial complementar estas estrategias con bancos genéticos, cruzamientos planificados y, si fuera necesario, introgresión genética controlada desde especies cercanas”, añade.
Podemos encontrar un buen ejemplo de aplicación efectiva de biotecnología en el caso del panda gigante, donde se combinaron reproducción asistida, protección del hábitat y educación comunitaria.

Concientización y regulación
Frenar el avance tecnológico no parece una opción viable ni deseable. Para las especialistas consultadas, el camino debe centrarse en concientizar a la población sobre la urgencia de preservar las especies que aún habitan el planeta, ya que la desextinción debería considerarse únicamente como un recurso extremo.
Del mismo modo, advierten que la legislación en cada país necesita actualizarse para establecer límites claros en estos procesos y regular cuidadosamente la posible reintroducción de especies creadas en laboratorio. Ante todo, subrayan, debe priorizarse el bienestar del animal y el equilibrio ecológico del entorno al que se pretende integrarlo.