Diego Suárez Bosleman

A unos 20 minutos del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, en el límite entre el Callao y Ventanilla, el río Chillón desemboca a la playa Márquez. El agua de este afluente -el más importante de Lima después del Rímac- cambia de color. En las mañanas es marrón, a ciertas horas de la tarde se torna roja, y en temporada seca, es gris. No es vida, es una mezcla burbujeante de heces y residuos domésticos e industriales.

Son muchas las viviendas cercanas a la ribera, incluso un colegio se ubica a unos pocos metros. Pero el hedor y la basura no impide que los pobladores hagan su vida diaria, que los niños salgan a jugar cerca del afluente o que las madres realicen los quehaceres del hogar. Pero, ¿a qué están expuestos? ¿Qué contiene esta agua? ¿Por qué hay tanta contaminación?

El Comercio, junto a la Universidad Peruana Cayetano Heredia, realizó un estudio de calidad de agua del río Chillón, e investigó las causas de su estado actual. Este lunes 3 de febrero, conozca los resultados de este nuevo trabajo periodístico en el reportaje Chillón, el río que no puedes tocar.

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