El temor extremo a las jeringas y agujas se conoce como tripanofobia. (Pixabay)
El temor extremo a las jeringas y agujas se conoce como tripanofobia. (Pixabay)
Redacción EC

En el mundo, el personal de primera línea y adultos mayores han comenzado a ser vacunados contra el . En medio de la alegría de muchos, otros confesaron abiertamente temores tan viejos como genuinos: a las agujas y las jeringas.

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Según la psicóloga clínica Sandra Herrera, hablar de este tema es importante en tiempos de vacunas. En concreto, explica que se trata de uno de los miedos más frecuentes y cuando es extremo se conoce como tripanofobia.

Según la experta, ese temor parece insignificante, pero puede llegar a convertirse en un verdadero obstáculo a la hora de hacer tratamientos, aplicar medicamentos o, incluso, para tomar una elemental prueba de sangre.

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El psiquiatra Rodrigo Córdoba, expresidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, asegura que los tripanofóbicos presentan afectaciones realmente dramáticas cuando tienen que aplicarse una inyección o acudir a un hospital por obligación, al punto de que pueden incluso evitar estas situaciones, sin medir los riesgos que esto implica para su vida.

De hecho, muchos de ellos, ante la imposibilidad de disponer de tratamientos que eviten los pinchazos, dejan avanzar las enfermedades o simplemente no se protegen contra ellas.

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¿En qué consiste?

Herrera aclara que una fobia es un miedo intenso, irracional y persistente hacia situaciones, objetos, actividades o personas que para otros resultan inofensivos. El principal síntoma de este trastorno es el deseo excesivo de evitar lo que provoca el miedo.

Y en el caso de la tripanofobia se manifiesta por una ansiedad exagerada ante la presencia de agujas, jeringas y la posibilidad de recibir inyecciones. Córdoba dice que este temor es tan común que puede presentarse en una de cada 10 personas, con manifestaciones de diferente grado.

Aquí hay que aclarar, según Herrera, que el miedo a las agujas y a las inyecciones debe diferenciarse de otro temor, como es el que presentan algunas personas a la sangre, conocido como hematofobia, o el miedo a los objetos punzantes (aicmofobia), en razón de que el miedo a las inyecciones y a las agujas de procedimientos médicos la mayoría de las veces se presenta solo ante la presencia de estos elementos.

¿Qué hay detrás?

Córdoba manifiesta que el temor a las agujas y a las inyecciones por lo general se desarrolla durante la infancia, a partir de alguna experiencia traumática que puede perdurar hasta la edad adulta.

El asunto, dice el psiquiatra, es que las personas afectadas terminan considerando las agujas y las inyecciones una amenaza seria para su integridad física y aunque no creen que vayan a morir por esta causa, llegan a convencerse de que el dolor puede ser tan fuerte que no lo podrán soportar.

Herrera agrega que estos temores son derivados de un tipo de aprendizaje en el que los humanos pueden relacionar emociones fuertes por un condicionamiento (la imagen o presencia de inyecciones) y generalizarlas con situaciones similares.

Herrera agrega que esta fobia puede desarrollarse a través de la observación, como, por ejemplo, cuando un niño observa que un adulto puede quejarse o gritar al recibir una inyección o cuando estas reacciones se muestran a través de otros medios.

Además de lo anterior, Córdoba manifiesta que puede haber algunas causas genéticas relacionadas con la capacidad humana para sobrevivir. “Es bueno tener miedo para defenderse de situaciones adversas, el problema es cuando esto se exagera”, remata Córdoba, quien insiste además en que estas reacciones no son racionales y eso hay que tenerlo siempre en cuenta.

Síntomas

Córdoba y Herrera coinciden en que el miedo a las agujas y a las inyecciones se manifiesta con los signos y síntomas similares a los de cualquier fobia y entre ellos destacan el miedo y una sensación de angustia y ansiedad frente a jeringas, agujas y la posibilidad de recibir inyecciones.

Esto se incremente con pensamientos irracionales y la sensación de que algo grave puede pasar, añade Herrera. Por su puesto, Córdoba puntualiza que la reacción conductual es evitar cualquier situación relacionada con una inyección, además de que físicamente la persona puede presentar taquicardia, aumento de la respiración, nauseas, dolores, sensación de ahogo, boca seca e incluso, llegar a perder el conocimiento.

¿Cómo se trata?

En momentos en que todas las personas deben ser sometidas a la aplicación de la vacuna contra el COVID -19, estos miedos pueden hacerse evidentes y, por lo tanto, no hay que minimizarlos, dice Herrera, y agrega que deben entenderse y buscar la forma de atender a las personas afectadas con prioridad.

Sandra Herrera explica que la mayoría de los casos requieren tratamientos de tipo psicológico que son efectivos y tienen como objetivo modular pensamientos emociones y creencias, a través de diferentes técnicas.

Aquí es importante, a juicio de la experta, buscar la forma de sensibilizar de manera sistemática las reacciones frente a la exposición de las agujas y la jeringas de una manera gradual.

Córdoba expone que también se pueden utilizar estrategias de aceptación y compromiso, en las que no se modifican las conductas sino que se acepta la experiencia, sin dejar de lado que en algunos casos extremos se pueden requerir medicamentos como ansiolíticos y descartar que existan otros problemas de tipo emocional que requieran atención.

El Tiempo, Colombia/GDA

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