En El Comercio continuamos con nuestra serie de entrevistas a personajes relevantes de la ciencia peruana. El extracto presentado a continuación forma parte de la nueva serie de podcast “Mentes Peruanas”, en donde buscaremos conocer lo que hay detrás de los científicos locales.
En medio de un mar de noticias falsas, hace unos meses un video se hizo viral: era Juan Carlos Celis, jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Regional de Loreto (HRL), explicando de manera muy clara y sencilla las fases de esta pandemia y sobre la situación en esa región. Desde entonces, se ha convertido en una de las voces críticas sobre las estrategias del Ministerio de Salud (Minsa) contra el COVID-19. Subraya la falta de interés por conocer los aprendizajes en una de las zonas más golpeadas.
— ¿Cómo califica nuestra respuesta a la pandemia?
Lo resumo en tres ideas: respondimos lento, tarde y, muchas veces, mal. Es una crisis de salud pública que ha puesto en crisis todo lo demás, incluida la ciencia. En la clínica Mayo dicen: “La ciencia ha sido sometida a una flexibilización”. Creo que ha sido así, pues nos hemos sometido a una especie de miedo, susto, desesperación que nos ha hecho flexibilizar el rigor del que normalmente alardeamos en la ciencia. No hemos vivido epidemias como esta en muchos años y supongo que eso es lo que hace que en muchas partes se esté sintiendo lo mismo.
— Ha sido firme en señalar los problemas vividos...
Si hay una cosa de la que me arrepiento, aunque lo pondría en comillas, ya que fue algo que nadie pudo prever, es haber dedicado tanto de mi tiempo, por desesperación y premura, solo a atender y no a sacar más rápido de lo que yo hubiera querido, una enseñanza. Ese mes y medio que me demoré en darme cuenta de los errores que estábamos cometiendo, creo que pudieron haber sido solo dos semanas si hacía un estudio de cohorte simple, dividiendo a los pacientes en dos grupos, viendo a quién le doy y a quién no. Era una situación nueva y no nos dimos cuenta de que no estábamos haciendo bien en administrar medicamentos con desesperación. Si me hubiera atrevido a hacer un poquito más de ciencia, a salir de mi posición de espectador y hacer algo tan elemental como estudiar los casos. Por eso mi posición es firme: no estoy de acuerdo con eso de que no hay tiempo. Por el contrario, creo que no tomarnos nuestro tiempo nos ha hecho mucho daño.
“No estoy de acuerdo con que no hemos tenido tiempo. No tomarnos nuestro tiempo nos ha hecho mucho daño”.
— ¿Qué aprendizajes le deja haber estado en una de las zonas más golpeadas?
Estar en esta realidad me da una posición única. Y una de las críticas que me hago, y a todos los médicos y a las autoridades de salud, es que nunca hemos aterrizado a la realidad. Si una enfermedad es nueva –y ahora es fácil decirlo–, tienes que recoger los datos del campo. Ponerse a filosofar, tomar solo datos del extranjero o estar preocupados por el R0 [reproducción de una infección] no ha sido lo correcto. Es información de valor, sin dudas, pero estar en la realidad me da un poco más; esa visión general de que no es solo un dato, un número, una proyección, sino lo que estás viviendo. Eso es lo que les reclamo hasta hoy al Minsa y a los que hablan de la pandemia. Se deben aterrizar los datos a la realidad. Esta situación única del 70% de seroprevalencia, que ya está verificado, hace que yo venga esperando desde hace dos meses una segunda ola. Si hay, sería una miniola. Tenemos en el hospital entre cuatro y cinco casos nuevos al día. Si se presenta alguna situación nueva, ahora estamos mejor preparados.
— ¿Cuántos pacientes llegaron a atender en el HRL, en el momento más crítico de la primera ola en Iquitos?
El HRL tiene 220 camas en total. En el momento más crítico, cuando ustedes veían en televisión la gente amontonada y todo eso, el hospital tenía 612 camas. Es decir, porque la gente estaba en camillas de defensa civil, en los pasadizos, en los consultorios. Se abrieron muchas nuevas zonas, pese a que el HRL es muy grande. Ese fue el máximo tope y mucha gente ni pudo entrar.
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— Hoy estarían mucho mejor preparados…
Le tengo miedo a esa palabra, porque lo mismo dije cuando iniciamos los primeros casos. Siempre decía “estamos preparados como cuando atendemos la tuberculosis”. Es decir, lo atendemos en condiciones no óptimas, pero los atendemos. En COVID-19 sí podría decir que estamos mucho mejor: tenemos ahora dos plantas más de oxígeno, tenemos ventiladores, personal. En esta época de recuperación del hospital estamos volviendo a atender en algunas especialidades. Hay una holgura, sin dudas. Hoy estamos muy lejos de cuando se inició este problema.
— ¿Cómo van con el tema del uso de pruebas rápidas o moleculares?
Nosotros tuvimos la suerte, si es que se puede decir así, de no caer en el tema de las pruebas rápidas, porque cuando nosotros ya salíamos de este problema recién llegaban esas pruebas. A nosotros nos ayudaron mucho. Las pruebas no es que sean buenas o malas, nosotros somos quienes las utilizamos y tienen un lugar. En Iquitos estamos hoy bien holgados y ya no hacemos pruebas rápidas, sino en casos muy puntuales para saber si un trabajador, por ejemplo, ya se infectó. Para eso sirven. Pero a cualquier otro sospechoso le hacemos pruebas moleculares. Hoy más del 90% de las que hacemos son moleculares, porque tenemos muy pocos casos. Obvio que es distinto a otras regiones, porque ya no estamos en ese momento tan complicado de la pandemia.
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