(Ilustración: Jhafet Ruiz / El Comercio)
(Ilustración: Jhafet Ruiz / El Comercio)
Tomás Unger Golsztyn

La semana pasada terminamos la historia de los dinosaurios con la gran , hace 66 millones de años, llamada impacto K-T (Cretácico-Terciario). La tesis de que fue causada por un meteorito fue propuesta en los años 80 por el físico Luis Álvarez y su hijo geólogo Walter Álvarez.

La teoría está basada en la abundancia inusual de iridio –metal raro en la Tierra y común en los meteoritos– en una delgada capa geológica en todo el mundo. Esta fue ganando adeptos hasta que en 1990 fue descubierto el cráter de Chicxulub –de 180 km de diámetro– que coincide con la fecha de la .

—EL GRAN IMPACTO—
Hace 66 millones de años, si alguien parado en lo que es ahora el Perú estuviera presente el día del gran impacto, vería aparecer una nueva estrella que crecería rápidamente hasta que repentinamente cubriese todo el cielo. A partir de ese momento, el observador y todos los animales de sangre caliente que pesaran más de 25 kilos morirían, la mayoría quemados por las rocas líquidas producidas por el impacto del asteroide, más calientes que la superficie del Sol.

La lluvia de fuego incendiaría todos los bosques y mataría a toda clase de animales. El meteorito –de más de 10 km de diámetro– caería a 67.000 km/h en lo que hoy es la península de Yucatán (México). El impacto haría temblar todos los continentes, causando terremotos de grado 11.

Con la fuerza de un millón de bombas atómicas como la de Hiroshima, el impacto produciría enormes tsunamis. Olas de varios kilómetros de alto llegarían hasta más de mil kilómetros tierra adentro. Millones de peces irían a dar junto a los bosques quemados; se observarían animales muertos y partículas cristalizadas de lava.

La mortandad inmediata del impacto sería enorme, pero las consecuencias seguirían. Los animales que habitaban los bosques quemados perecerían en el fuego. Además del humo de los bosques y vegetación quemados, quedarían las cenizas del meteorito. El conjunto de humo, las partículas de polvo y residuos del impacto oscurecerían el cielo por un largo tiempo. 

—SIN FOTOSÍNTESIS—
La falta de luz solar producto de las nubes de cenizas y polvo suspendería la fotosíntesis, con lo cual morirían no solo las plantas, sino también el plancton de los mares. Ningún mamífero exclusivamente herbívoro o carnívoro sobreviviría. Los que lo lograron hace millones de años fueron aquellos que se alimentaron con insectos, gusanos, caracoles y carroña. Fue una selección que determinó la fauna de hoy.

La casi instantánea, sumada a la causada por la suspensión de la fotosíntesis, dejaría miles de nichos vacíos en los diversos ecosistemas. Los mamíferos desarrollaron nuevas formas para llenar esos nichos vacíos; aparecieron los primeros caballos y murciélagos, otros se metieron al mar y se hicieron ballenas y delfines. Por último, cuando comenzaron a resurgir los bosques y las praderas, aparecieron nuestros antecesores los primates.

Se calcula que más del 75% de todas las especies que existían antes de la caída del meteorito se extinguieron. Ningún dinosaurio, con excepción de las aves, aparece después del evento. También se extinguieron muchas especies marinas, desde los grandes carnívoros, como el ictiosauro, hasta diversos crustáceos y todos los corales de mares calientes poco profundos. 

—LA GEOGRAFÍA—
Por la deriva continental sabemos con bastante precisión dónde se encontraban los diversos continentes hace 66 millones de años. Las Américas estaban viajando por separado y Centroamérica no estaba todavía unida a los otros dos continentes. 

Por la continuidad de los océanos alrededor de lo que hoy es Yucatán, los tsunamis del impacto dieron la vuelta al mundo. En todos los continentes hay huellas del mar que entró tierra adentro hace 66 millones de años en algunos sitios dejando lagos salados e incluso depositando fauna de profundidades marinas en montañas.

La geografía de los lagos en diversas partes del mundo tiene su origen en el impacto K-T. Se han encontrado huellas de la caída del meteorito en lugares tan lejanos de Yucatán como Nueva Zelanda, Alaska y China. La presencia de cantidades inusuales de iridio en la capa delgada que corresponde al límite entre el Cretáceo y el Terciario demuestran que trozos del meteorito fundido a gran temperatura llegaron hasta ahí.

El mapa del mundo ha cambiado bastante en los últimos 66 millones de años. Nosotros estamos al doble de distancia de África de lo que estábamos entonces. La India ya chocó con Asia y levantó el Himalaya. Norteamérica se ha ido al noroeste y Centroamérica se ha unido a las otras dos Américas causando un intercambio masivo de especies. Australia ya llegó más al este que India y China.

—EL SIGUIENTE—
Al enterarnos de los detalles del impacto K-T, no podemos evitar pensar qué probabilidades hay de que vuelva a ocurrir. Para determinar el riesgo de que caiga otro meteorito de más de 10 km de diámetro, ayudaría saber qué lo originó. 

En opinión de un grupo de astrónomos, el meteorito vino del cinturón de asteroides entre la Tierra y Marte. Su desprendimiento se debería a un choque de dos asteroides grandes dentro del cinturón, que habría lanzado varios meteoritos más chicos en diversas órbitas. Una de estas coincidió en el espacio y en el tiempo con la Tierra.

Otra teoría propone que su origen está en la nube de Oort, de donde vienen los cometas, en las afueras del sistema solar. Otros plantean que la Tierra –en su vuelta de más de 200 millones de años a la galaxia– pasa por una zona de fuerte perturbación gravitacional que desaloja meteoritos del cinturón.

Por lo pronto hay quienes se toman muy en serio la probabilidad de que se nos venga otro Chicxulub, con la ventaja de que hoy tenemos telescopios que pueden verlo venir mucho antes de que llegue. Esto ha dado lugar a un programa espacial –por el momento solo especulativo– para ver cómo darle un empujoncito para que no origine otra masiva. Pero ese ya es otro tema.

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