Je’chu creó a las abejas para que, a través de su cera, se curase al mundo. El pueblo indígena yucuna, en Colombia, así lo describe. “Él es nuestro Dios creador, nuestro abuelo, y creó a las abejas porque tenía que haber una especie que ayudara a proteger la vida”, narra Carmenza Yucuna Rivas, lideresa del resguardo indígena Mirití – Paraná, en Colombia.
Por ello, en los rituales, los sabedores toman un pequeño trozo de la colmena y, con el permiso de sus pequeñas ocupantes, lo conjuran y le encienden fuego para que el humo recorra a la humanidad, la proteja y que esta viva bien. Así, el humo es también un símbolo de armonía y paz que mantiene al ecosistema en equilibrio.
“El viento es el conector más grande entre la colmena y la naturaleza, que va a ayudar a expandir este conocimiento y esta sabiduría; también para que se arregle el tiempo, se ahuyenten enfermedades, se tenga permiso de crear una chagra [espacio para cultivar] y que sea productiva, o para sacar algo de la naturaleza”, explica Yucuna.
En el área no municipalizada de Mirití – Paraná, ubicada al norte del departamento del Amazonas, Carmenza Yucuna Rivas lidera una investigación sobre estas especies junto a 36 mujeres de las 12 comunidades que conforman el resguardo indígena.
Todas trabajan en rescatar y documentar, con la ayuda de los testimonios de nueve abuelas y abuelos sabedores de los pueblos, el origen de las abejas en la cultura y su importancia para el territorio y el medio ambiente.
“Milenariamente, han sido especies sagradas en nuestra cultura, pero nadie había hecho esta exploración”, dice Carmenza Yucuna. “Nosotras nos interesamos por investigar la biodiversidad que tenemos, ya que las abejas nos prestan muchos servicios y ayudan a conservar el ambiente”.
Desde la segunda mitad de 2020, Yucuna y sus compañeras recorren cada una de las comunidades para recolectar información, como los cuentos y cantos que explican el origen de las abejas. Pero también dibujan. Cada una se ha encargado de la tarea de delinear en papel los relatos para describir a los insectos. Su propósito es clasificarlas según el sistema cultural de los pueblos Yucuna-Matapí, Tanimuca-Letuama y Tuyuca-Macuna, que incluyen sus nombres, características y los lugares donde hacen sus colmenas.
La clasificación de las abejas
Carmenza Yucuna describe una por una a las abejas más relevantes para el territorio. Las munumunú son las meliponas, es decir, las productoras de miel; las abejas mapa o mapachara, son negras y son las más importantes para la cultura indígena, porque son las que producen la cera que utilizan los tradicionales como elemento principal en las curaciones y rituales; las abejas mapakayuna son pequeñitas y son las que viven en las chagras y se aseguran de su productividad; mientras que las abejas jiñuna, “son una especie bravísima”, dice la lideresa, y viven en las palmas de coco Yavarí, en la orilla del río, en monte firme, donde construyen colmenas grandísimas y de color amarillo.
“Hay tres investigadoras por comunidad”, explica Yucuna. “Su actividad primordial es sentarse con los tradicionales —es decir, los que tienen el conocimiento— a escuchar y a preguntar sobre el origen de las abejas. Las mujeres captan la información, luego escriben y dibujan para trabajar en el sistema de clasificación de las abejas: cuántas clases de abejas hay, los colores y los tamaños”.
Yucuna explica que, aún con todo este proceso investigativo y sus resultados, las mujeres no dejan de sorprenderse de los hallazgos y los aprendizajes diarios.
“Las mujeres se sienten realmente asombradas porque las abejas son animales tan pequeños que están en nuestro territorio, pero no había la importancia de cuidarlas y no sabían los cuentos”, cuenta la lideresa. “Eso revivió y ahora les cuentan a sus hijitos que las abejas no se tocan, que son sagradas porque fueron creadas desde el origen y que ayudan a la vida de la humanidad y de la naturaleza, y que esto ha sido muy importante para nosotros en la cultura”.
La información que Carmenza Yucuna y sus compañeras han reunido sobre las abejas —entre historias, cantos, ilustraciones e información científica trabajada con la organización Conservación Internacional— será parte de un folleto-revista que se editará e imprimirá en español y lengua yucuna para compartirlo con la comunidad y, especialmente, con las escuelas del resguardo.
“Todo ese conocimiento lo llevaremos a las escuelas para que los docentes lo compartan con los niños, para mostrarles los cuentos, los dibujos, las clasificaciones y que hablen sobre el valor de las abejas en la cultura, pero también para que sepan que las abejas no son seres vivos sin importancia”, dice Yucuna. “Son sagradas desde el origen y son portadoras de vida; todas las personas debemos protegerlas, porque ellas también nos cuidan sin darnos cuenta. Ellas, a través de la siembra de árboles, ayudan a que el mundo respire”.
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Abejas para subsistir
De acuerdo con el inventario de abejas desarrollado por Conservación Internacional —a través del programa Amazonía Verde, donde Yucuna y sus compañeras son becarias y reciben acompañamiento— se han detectado hasta el momento 23 especies de abejas nativas sin aguijón específicamente en las comunidades indígenas de la Asociación de Autoridades Indígenas de Pedrera Amazonas (AIPEA) y vereda Madroño.
Marta Isabel Romo, bióloga especializada en meliponicultura, crianza y manejo de abejas sin aguijón en el equipo de Conservación Internacional, explica que, sin embargo, la diversidad de especies en la Amazonía colombiana es mucho mayor.
“El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, que se encarga de hacer estudios e inventarios de biodiversidad, flora y fauna, ha establecido que pueden existir aproximadamente 150 especies de abejas para la Amazonía colombiana; de esas, los estudios previos han estimado que pueden existir alrededor de 47 especies de abejas sin aguijón y nueve de ellas son utilizadas para la meliponicultura en la región. Igualmente, existen alrededor de 400 plantas alimenticias de uso tradicional”, dice Romo.
Ahora, el equipo conformado por especialistas y por las mujeres del resguardo, están trabajando en comparar todos los hallazgos para determinar los nombres científicos de las abejas ubicadas en cada una de las comunidades y que estos acompañen a sus nombres comunes.
Romo recuerda que las abejas prestan diversos servicios ecosistémicos —algunas incluso son dispersoras de semillas— y explica que la polinización se ha considerado como el segundo proceso biológico más importante [de la naturaleza] después de la fotosíntesis, pero se trata de un servicio que para muchas personas quizás no es muy tangible e incluso invisible.
Pero los pueblos indígenas tienen claro que las abejas son esenciales para la vida. Las chagras, por ejemplo, son pequeños cultivos instalados en los patios de las casas para el consumo familiar de productos como plátano, yuca y ñame, y son visitados por las especies que se encargan de polinizarlas y aportar a su reproducción.
“Las monitoreamos y vemos las actividades que desarrollan en las chagras”, comenta Carmenza Yucuna. “Las abejas están alrededor de las flores de estos productos y nosotras estamos investigando por qué llegan y cuál es su importancia en las chagras; todo eso también lo tenemos por escrito”.
Yucuna y sus compañeras han pasado todo este tiempo mapeando a las abejas: dónde están, a qué distancia se encuentran de la comunidad, qué caminos toman, si pasan por el río.
“Ahora, en el pueblo, me dicen: ‘No, Carmenza, vamos a conservar a las abejas, queremos criarlas y vamos a producir miel para lo medicinal, como alimento, y vamos a investigar para sacar miel’. Estamos en ese proceso: estamos apostando por la conservación ahora”.
Por ello, un nuevo paso para las mujeres de Mirití-Paraná, en cuanto manifiesten sentirse listas para hacerlo, agrega Romo, es trabajar en cajas tecnificadas para la producción de miel. De esta forma, con la transferencia de pequeñas partes de los nidos localizados en el bosque, podrían tener un aprovechamiento a largo plazo de la producción de las abejas.
Marta Isabel Romo agrega que es precisamente el conocimiento tradicional de los pueblos indígenas amazónicos el que ha mantenido a las abejas con un mayor nivel de conservación y protección que en otras regiones de Colombia.
“Esto es por el hecho del manejo cultural que se hace de las chagras, donde no se utilizan agroquímicos que puedan perjudicar a la fauna”, detalla la experta. “De alguna manera, esos aspectos culturales de cómo ellos construyen la chagra, no son aspectos que puedan atentar contra la vida de las abejas, sino que, por el contrario, se complementan”.
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Erwin Palacios, director de Estrategias Participativas para la Conservación de la Biodiversidad en Conservación Internacional y líder de Amazonía Verde en Colombia, detalla que uno de los objetivos fundamentales del proyecto, en términos generales, es mostrar el papel que desarrollan los pueblos indígenas y otras comunidades locales de la Amazonía para la protección de esta región. Sin embargo, las mujeres son una pieza clave que merece atención, apunta.
“Hemos considerado que las mujeres juegan un rol fundamental, desde una perspectiva diferente a los roles que juegan los hombres en las acciones de conservación y que, históricamente, no se le ha prestado la atención suficiente ni se han encaminado muchos esfuerzos para fortalecerles”, dice Palacios.
Además, el especialista apunta que, aunque afortunadamente y gracias al trabajo de las mujeres y de los pueblos indígenas en su conjunto dentro del territorio correspondiente al resguardo, no hay amenazas para poblaciones de abejas, no hay que perder de vista que en Colombia sí existen riesgos importantes.
“Cuando se habla de que se pierde un bosque en lo que se piensa inicialmente es en que se pierden los árboles, pero al mismo tiempo desaparece fauna y, entre esa fauna, casi nunca pensamos que se pierden cientos y miles de colmenas de abejas meliponas”, explica Palacios. “También tenemos un problema grande de cultivos ilícitos, básicamente, para después producir cocaína. El tema que los gobiernos desde hace por lo menos 20 años han querido controlar, en la proliferación de estos cultivos, es la aspersión de glifosato, que básicamente es un veneno que afecta al agua, las plantas, la vida de los seres humanos y por supuesto la presencia de seres como las abejas en los bosques”.
Las abejas son una creación de la naturaleza, por eso son sagradas y no deben ser destruidas, concluye Carmenza Yucuna. “La naturaleza no se puede destruir, porque se destruye todo para el indígena. En el mundo indígena, todo tiene dueño y todo es sagrado. Por más pequeña que sea, la biodiversidad es sagrada”.
*Imagen principal: Investigadora exponiendo una de las ilustraciones que forman parte del proyecto de abejas meliponas. Foto: Conservación Internacional Colombia
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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