Se estima que un tiburón ballena muerto vale entre 3 y 4 mil dólares. Mientras que países como Belice generán más de un millón de dólares al año por turismo relacionado a esta especie. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.
Se estima que un tiburón ballena muerto vale entre 3 y 4 mil dólares. Mientras que países como Belice generán más de un millón de dólares al año por turismo relacionado a esta especie. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.
Mongabay Latam

Gracias a Steven Spielberg, cuando escuchamos la palabra tiburón,  visualizamos de pronto imágenes de dientes filudos, sangre y gritos, acompañados de una canción de película de terror. Su imagen nos da tanto miedo que pasan indiferentes los más de 100 millones de tiburones que se cazan ilegalmente cada año, según Wildlife Conservation Society (WCS), o las más de 400 especies que hay en todo el planeta. Los peruanos creían que estos depredadores solo poblaban las costas de Australia o Estados Unidos, allí donde se filman esas películas millonarias que nos provocan tanto temor.

Sin embargo, en el mar peruano viven 66 especies, según la ONG Oceána, lo que equivaldría al 18% de la biodiversidad de tiburones de todo el planeta. Y para sorpresa de muchos, en los últimos años, el más grande de todos ha empezado a verse en la costa norte del país, frente a La Libertad, Lambayeque, Piura y Tumbes: el tiburón ballena (Rhincodon typus). Un espécimen que llega a medir más de 15 metros de largo y se le puede encontrar a tan solo 500 metros de la orilla. Comiendo apaciblemente, sin incomodarse y, aunque no lo crean, sin comerse gente.

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El más grande del mundo 
El tiburón ballena es el pez más grande del mundo. Donde se le encuentra, hay mucha comida. Es por ello que suele convivir con otras especies de tiburones, tortugas, mantas, móbulas, ballenas e infinidad de peces. En las costas de Yucatán y en la zona norte de las islas Galápagos se han encontrado ejemplares de más de 15 metros de largo. Viven en aguas cálidas tropicales y subtropicales. Si vemos una imagen del planeta, están justo en los alrededores de la línea ecuatorial. La primera vez que se vio uno fue en Sudáfrica en 1828. Los científicos no están seguros, pero creen que apareció en la tierra hace sesenta millones de años. En Vietman lo llaman Ca Ong (Señor pez) y es una especie de dios. En la China comen sus aletas y hasta le quitan aceite del hígado, para platillos exóticos que valen mucho dinero, como el Tofu shark, que no es más que la carne de tiburón ballena. Su piel tiene unos 10 centímetros de espesor y, por sus manchas, en el resto del mundo le dicen de varias maneras: pez dominó, damero o pez dama. Verlo nadando es un espectáculo.

De movimientos aparentemente lentos e inofensivos, va comiendo y desplazándose sin intimidarse por otros peces o buzos que van en busca de ellos. Su vientre es blanco y el resto de su cuerpo es gris oscuro con muchos lunares y líneas blancas o amarillas. Estas marcas son como su huella digital para los investigadores. No hay dos iguales. Y los científicos en todo el mundo registran el lado izquierdo para reconocerlos. Tienen una velocidad media de 5 kilómetros por hora, extremadamente lento si lo comparamos con el pez Vela, el más rápido del mundo y que llega hasta los 109 kilómetros por hora. Una salvajada.

A pesar de ser tan grande como un camión de carga ancha, se alimenta de pequeñeces casi imperceptibles: zooplancton, larvas, diminutos crustáceos y pequeños peces. Tienen un mecanismo de filtración de agua, así que cuando come, abre la boca (que puede medir hasta metro y medio de ancho) como dando un beso y va succionando todo con mucha facilidad. Una gigante aspiradora que pareciera podría tragarse una mesa de un solo bocado. Cuando hay mucho alimento en el agua, se relaja y se estaciona de forma vertical, mirando al cielo, disfrutando de un gran banquete. No le preocupa comer las grandes presas, ya que sus cientos de diminutos dientes (máximo 3 milímetros) no lo dejan.

Sus movimientos son lentos y al parecer no se incomoda por la presencia de extraños en el agua. Alcanzan una velocidad promedio de 5 kilómetros por hora. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.
Sus movimientos son lentos y al parecer no se incomoda por la presencia de extraños en el agua. Alcanzan una velocidad promedio de 5 kilómetros por hora. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.

Solo hay otras dos especies de tiburón que comen por filtración de agua, el peregrino (Cetorhinus maximus) y el boquiancho (Megachasma pelagios). “Estas especies controlan la cantidad del plancton en el agua. También es una especie paraguas, indicador de ecosistemas sanos y productivos. Es por eso que, si protegemos a los tiburones ballena, estamos ayudando a muchas especies más, incluido el ser humano”, cuenta para Mongabay Latam, Dení Ramírez en el último Congreso Latinoamericano y del Caribe de Biología de la Conservación en Trinidad y Tobago. Ella es una bióloga mexicana, directora de Tiburón Ballena México, un proyecto de la Asociación Civil ConCiencia, y tal vez una de las personas que más ha estudiado esta especie en la última década.

Ver tiburones ballena no ha sido muy sencillo para los investigadores de todo el mundo. Entre 1992 y 2014 se han contabilizado 6091 de estos peces en 54 países. Y cada vez su situación se torna más crítica. A pesar de que son totalmente inofensivos, en los últimos 75 años su población se ha reducido a la mitad. En el año 2000, el tiburón ballena aparecía en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en estado Vulnerable. Dieciséis años después, su situación cambió drásticamente a En Peligro de Extinción.

“Esta situación es preocupante. Y tienen muchas amenazas, como la destrucción y degradación de su hábitat. Ellos se alimentan muy cerca de los manglares, estuarios, arrecifes de coral, y estos se están dañando irreversiblemente. Así como también, les afecta la contaminación marina. En estudios preliminares en México, en el Golfo de California, hemos encontrado que están comiendo microplásticos, así como pesticidas que se utilizan para controlar las plagas”, señala Ramírez. La bióloga mexicana explica que los pesticidas flotan en el aire y terminan depositándose en los océanos, lo que afecta al ecosistema marino. Y lo más preocupante es que “los microplásticos y los pesticidas estarían evitando que los machos se reproduzcan, ya que estos materiales generan unas moléculas químicas que se parecen a las hormonas femeninas y les quita las ganas de reproducción”, sentenció Ramírez, que afirma que una de las razones por las que se hace muy complicado conocer más sobre los tiburones ballena es que estos animales suelen pasar la mayor parte del tiempo en aguas profundas, poco alcanzables y conocidas por la ciencia.

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El misterioso
No se sabe casi nada de esta especie. “Dónde nacen, dónde están los machos adultos, dónde están las hembras adultas de otras poblaciones que no son del Pacífico, cuánto tiempo exacto han estado en el planeta, dónde se aparean, por dónde se movilizan, a dónde van. Hay muchas preguntas aún, y cada vez que investigamos más, surgen más interrogantes”, dijo a Mongabay Latam, Rossana Maguiño, investigadora de la ONG Ecoceánica, que trabaja desde el 2014 con esta especie en las costas de Tumbes, frente al poblado de Cancas, en Perú.

Un poco más al norte, en las islas ecuatorianas de Galápagos, Jonathan Green, director del Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos , viene enamorándose cada vez más de este imponente pez desde principios de los años noventa, cuando se encontró con uno de ellos mientras buceaba al norte de este archipiélago. “Comencé a preguntar y nadie sabía nada. Así que me fui interesando cada vez más por esta alucinante especie”, contó a Mongabay Latam, Green, quien en los estudios que ha realizado ha encontrado datos que sorprenden a toda la comunidad científica del mundo. “Lo primero que encontramos es que el 99.8% de los avistamientos eran hembras. Lo cual es algo bastante extraño. Además, les notamos la barriga pronunciada. Creemos que están en preñez avanzada. Mi hipótesis es que están pariendo en Galápagos, pero nunca hemos encontrado recién nacidos. En todo el mundo es raro encontrarse con neonatos. Nadie sabe dónde están pariendo, nadie sabe dónde viven hasta los 3 o 5 años. Todo es un misterio”, dijo Green.

Sin embargo, en los puertos de Salaverry (La Libertad) y San José (Lambayeque) en Perú, la ONG ProDelphinus, que trabaja para mejorar las artes de pesca en el norte de Perú, ha encontrado en tres oportunidades, neonatos atracados en las redes de los pescadores artesanales. “Desde el 2014 empezamos a fijarnos en esto que venía sucediendo. Nosotros siempre hemos trabajado con pescadores y nos sorprendió mucho encontrarnos con estos ejemplares. Dos en Salaverry y uno en San José, siempre entre febrero y marzo. Algo nos puede estar queriendo decir esto”, se emociona Mariela Pajuelo, investigadora de ProDelphinus y PhD en Zoología en la Universidad de Florida, que además nos dice: “esto ha sido muy raro y especial. En el mundo, en el último reporte, solo se habían encontrado 21 neonatos en toda la historia”.

Según, Jonathan Green, las pesqueras chinas que trabajan en aguas oceánicas frente a Perú y Ecuador, están acabando con la especie. El problema es el nulo control que existe lejos de la costa. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.
Según, Jonathan Green, las pesqueras chinas que trabajan en aguas oceánicas frente a Perú y Ecuador, están acabando con la especie. El problema es el nulo control que existe lejos de la costa. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.

“Gracias a un marcaje satelital en un proyecto que empezamos en el año 2000, hemos encontrado conectividad de los tiburones ballena de Galápagos con la zona costera de Perú, no tanto hacia la costa interior, sino hacia aguas profundas. Y ahí están pasando mucho tiempo durante los primeros cuatro meses del año. Y gracias a imágenes satelitales, notamos que es una zona con fuerte afloración de plancton. Otra cosa importante es que en las costas de Perú hemos encontrado también mucho juvenil”, sentencia Green, que confirma también que existe conectividad con las islas de Malpelo en Colombia y Cocos en Costa Rica. Para fines de setiembre espera tener más resultados para poder determinar algunos comportamientos de estos misteriosos peces.

“El marcaje satelital nos ha mostrado dónde se encuentran y también que bucean más de dos mil metros de profundidad. Es alucinante. Sin embargo, todavía cualquier dato que tenemos son solo hipótesis. Estamos empezando recién a entender un poco lo que están haciendo”, confirma Green, que tiene el apoyo de la Universidad San Francisco de Quito y de científicos europeos, japoneses y neozelandeses para seguir haciendo investigaciones con más tecnología. El siguiente paso será tomas de sangre y exámenes ultrasonido, nunca antes realizados en estos peces en estado silvestre.

En 1996, en la costa de Taiwán, capturaron de forma incidental a un tiburón ballena hembra. En su interior encontraron 300 huevos, rompiendo con las creencias de que esta especie era ovípara, como las aves, que ponen huevos que eclosionan externamente. “Uno puede pensar que los 300 nacen al mismo tiempo, pero no. Van naciendo poco a poco. Cada cierta cantidad de huevos tiene su tiempo, eclosionan dentro de la madre y esta los va soltando poco a poco. Se les hizo un examen genético y se vio que todos pertenecen al mismo padre. Eso nos dice que la hembra guarda el esperma y se va autofertilizando. Ahí te das cuenta lo aleatorio y complicado que es encontrarse con un macho, son muy escasos”, dice Ramírez, lo que quiere decir que si la fertilización descansa en un solo macho, es probable que encontrar otros no sea tan sencillo. Se cree que esta especie vive unos 100 años y alcanza su madurez sexual a los 30, cuando mide aproximadamente más de 10 metros.

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En Perú
Los océanos, que representan el 70% de la Tierra, son también un gran enigma para la humanidad. Según el Schmidt Ocean Institute, tan solo alrededor del 5% del lecho marino del mundo se ha mapeado con algo de detalle. Lo que equivaldría a tener casi el 65% de la tierra sin explorar. Así que cuando nos hablan de los misterios del tiburón ballena, esto no sorprende.

En la última década, biólogos peruanos han comenzado a mirar el mar con otros ojos. “Cada mes se descubre una o dos especies de tiburón. Hace dos años había 440 especies, hoy tenemos casi 500. Eso es impresionante”, sentencia Juan Carlos Riveros, Director Científico de Oceana Perú,  que también se sorprende por la habilidad de las científicas peruanas a la hora de levantar la información del pez más grande del mundo. Ante esto, Rossana Maguiño recuerda la primera vez que intentó convencer a los pescadores que la acompañaran a buscar tiburones ballena. “No me creían que nadaba con tiburones ballena. Y nadie quería salir a buscarlos. Los abuelos les habían dicho que estos peces comían personas y me pedían mucho dinero para salir. Sin embargo, bastó que me vieran saltar al agua para ganarme su respeto”, recuerda con una gran sonrisa, Maguiño.

En el norte de Perú y también en las islas Galápagos, se les encuentra principalmente en la segunda mitad del año. Y es donde aprovechan para realizar todos los estudios. Jonathan Green también advierte una incesante amenaza para esta especie. “La pesca industrial es un gran problema. Nuestros mares están llenos de flotas pesqueras chinas y ya están empezando a sacar tiburón ballena. La demanda de su carne, del aceite del hígado, cada vez es mayor. Si seguimos así, vamos a terminar muy rápido con el tiburón ballena y la fauna marina, que casi toda está en extinción”, remarcó Green.

Es fácil reconocer a un tiburón ballena muerto. Tiene una piel gruesa que puede superar los 10 centímetros y además, no existe pez con las mismas manchas entre blancas y amarillentas. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.
Es fácil reconocer a un tiburón ballena muerto. Tiene una piel gruesa que puede superar los 10 centímetros y además, no existe pez con las mismas manchas entre blancas y amarillentas. Créditos: Jonathan Green / Galapagos Whale Shark.

En Perú se quiere evitar este desastre y ayudar a las poblaciones y comunidades que viven del mar, a vivir de él sin depredarlo. Una mañana común y corriente en la vida de las científicas que mencionó Riveros es dentro del mar. “Salimos con los pescadores de 9 de la mañana hasta la 1 de la tarde. Ya sabemos en qué zonas hay más probabilidades de encontrarlas y vamos hacia allá. Cuando las encontramos, nos metemos a nadar con ellas para tomar ciertos datos: longitud total, medida de aleta dorsal, le tomamos la foto al lado izquierdo para ver sus patrones ya que es el lado estándar que utilizan los investigadores en todo el mundo, luego vemos el sexo.

Para eso tenemos que nadar muy cerca de ellos, ponernos debajo y ver si tienen clasper (miembro reproductor masculino). Hay veces, cuando es muy juvenil no se ve bien y es más difícil. También vemos sus cicatrices, para determinar cuáles son las principales causas de sus interacciones con otras especies y principalmente con las embarcaciones. También en ocasiones tomamos muestras de piel”, cuenta Alejandra Mendoza, investigadora de Ecoceánica, que se enfoca principalmente en generar información para conocer mejor a esta especie y promover mejores formas de conservación y protección.

Un poco más al sur, entre Lambayeque y La Libertad, otro grupo de investigadoras de la ONG ProDelphinus, desde 2014, se enfoca en las artes de pesca de los hombres de mar “ Nos enfocamos en trabajar junto a los pescadores mejores artes de pesca y darle sostenibilidad a nuestro mar. Trabajamos tanto de la mano, que en algunos papers que hemos publicado, algunos han salido como coautores. Ellos son parte de esto. Analizamos la magnitud del impacto que tiene las pesquerías artesanales. Y en este caso, hemos trabajado con un grupo de observadores que han ido levantando información sobre qué especies se pescan, cuáles caen incidentalmente entre las redes, qué prácticas se tienen, para así lograr mejores planes de manejo y un mejor trabajo en equipo”, declaró Mariela Pajuelo de ProDelphinus.

Una versión ampliada de este reportaje de fue publicada en Mongabay Latam.

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