(Captura de pantalla: Clínica Mayo)
(Captura de pantalla: Clínica Mayo)
Redacción EC

Andy Sandness tenía 21 años cuando la depresión lo llevó a tomar una terrible decisión: quitarse la vida. Se disparó en la cara, pero, sorprendentemente, no murió. Hoy, 13 años después, este estadounidense luce irreconocible, y es que en el 2016 fue sometido a un trasplante de rostro.

"No tengo el aspecto que solía tener", dice Sandness. "Quiero decir, puedo sentarme, comer normalmente, beber normalmente", agrega.

(Foto: Clínica Mayo)
(Foto: Clínica Mayo)

--UN PROCESO DE ALTA COMPLEJIDAD​--

Producto del disparo, Sandness perdió prácticamente todo lo que había debajo de sus ojos. Recibió múltiples operaciones en la Clínica Mayo (Florida, EE.UU.) para restaurar a un nivel aceptable su rostro, pero el daño era demasiado: su nariz había desaparecido, sus pómulos estaban devastados y las lesiones afectaban su respiración y su forma de comer. 

La única solución para mejorar su calidad de vida era un trasplante de rostro, el cual tomó en total 6 años, entre el diseño de la operación, el análisis de los riesgos, la búsqueda de un donante compatible, los ensayos y el procedimiento mismo.

"Creo que el trasplante de rostro es la medicina individualizada definitiva. En el caso de Andy, el desafío estuvo en conectar los nervios correctos entre su rostro y el del donante. Para lograrlo, antes de la operación tuvimos que ubicar, aislar y determinar la función de cada nervio. Hay que tener en cuenta que una rama nerviosa puede, por ejemplo, participar en un 80% del movimiento del párpado y en un 20% del de la sonrisa. Conectamos ocho ramificaciones nerviosas en cada lado del rostro", le dijo a El Comercio anteriormente Samir Mardini, cirujano plástico de la Clínica Mayo que dirigió este procedimiento.

Fueron más de 40 especialistas que participaron a lo largo de esta intervención (cirujanos, enfermeras, técnicos quirúrgicos y anestesiólogos). Este equipo pasó más de 50 sábados -durante un período de tres años- planificando y practicando cada paso de la operación en sí.

Tal es la complejidad de este tipo de procedimiento que desde el 2005 -fecha del primer trasplante de rostro- solo se han llevado a cabo unos 40. Una de las razones por la cual esa cifra no es 500 o 1.000 es la dificultad de encontrar a un candidato perfecto, pues deben ser casos de deformidades muy severas. Otro motivo es que implica una gran cantidad de especialistas y recursos. Pero Mardini opina que aquello que incrementará la cantidad de trasplantes de rostro será "el mejoramiento de los métodos de inmunosupresión"; es decir, las terapias para evitar que el organismo ataque las partes donadas.

--UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD--

"Lo que me gusta es poder sonreír y tener movimiento de labios y poder besar", comenta Sandness. Son pequeñas cosas que por unos 10 años no pudo disfrutar. Pero el camino es todavía arduo y el soporte emocional es clave para su buen desarrollo.

"Estuve en la fila un día en la tienda de comestibles y un tipo me dijo: 'oh, hombre, qué te pasó [en el rostro]. ¿Estuviste en un accidente automovilístico'", cuenta Sandness.

(Foto: Clínica Mayo)
(Foto: Clínica Mayo)

Para él fue un momento significativo, pues aquel hombre lo percibió como alguien que había pasada por un accidente de una escala no tan grande como fue en realidad.

"Ya no hay parte de mí que sea incómoda", opina. "Cuando entro a un restaurante, ya no me siento incómodo ni entro en una tienda. Ya no veo a personas o niños que se asusten al verme. Ya no hay situación alguna en la que no quiera estar".

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