
Hasta hace algunos meses, cuando Carlos Álvarez salía a la calle, las risas eran inevitables. La gente le gritaba desde las veredas o los autos: “¡Dina Baluarte!”, “¡Natalia Mala Mala!” o “¡Acuña, un chiste!”. Sus imitaciones se habían vuelto parte del ADN del humor político peruano. Pero algo cambió. Hoy, en lugar de pedirle un personaje, le piden que sea presidente del Perú. Que ponga orden. Que acabe con la delincuencia. Que enfrente a la corrupción. Y es en ese momento, cuando la broma da paso al silencio, que Carlos se pone serio. Muy serio. Porque no se trata de un sketch más. Si postula, asegura que lo hará con plena conciencia de lo que significa ponerse al frente de un país herido y desconfiado. “Sé que es una gran responsabilidad. Sé el peso que conlleva”, dice.
¿Qué lo llevó a dar este giro radical? Hubo un punto de quiebre Un momento que cambió su mirada, que lo hizo pensar que la risa ya no basta. De eso nos habla. Y si alguna vez fue capaz de desnudar las falencias del poder a través de carcajadas, ahora quiere que las miremos de frente.
“Decidí dar este paso (incursionar en política), cuando Nicolás Maduro abrió las cárceles en Venezuela y nos envió esa ola de criminales. No tienes idea del desprecio que siento por ese sujeto. Solo alguien sin escrúpulos es capaz de liberar presos como si fuera mercancía para exportar violencia. Tenemos que salvar al Perú. Y no es tarea de una sola persona ni de un líder. Puedes tener la voluntad política y encabezar el cambio, pero esto requiere del esfuerzo de todos”, señala el humorista. “Esta es una carga que no tomo a la ligera, ni como un juego ni como una anécdota. Vamos en serio”, aclara.
Primeros pasos
Carlos Álvarez comenzó su camino hacia la política desde una profunda preocupación ciudadana. Conocido por su aguda sátira, el comediante decidió dar un paso más allá: de señalar a los responsables, a convertirse en uno con responsabilidad directa. Su incursión en la política nace del cansancio frente a la inacción, del dolor de ver cómo la delincuencia gana terreno en un país que, según él, ha sido abandonado por sus autoridades.
Desde el 2021, cuando Pedro Castillo ganó la presidencia y prometió erradicar la delincuencia extranjera en 72 horas —una promesa que, según Álvarez, jamás se cumplió—, su voz se hizo más firme. Comenzó a denunciar, a señalar, a exigir. “Publicaba mensajes constantemente, porque pasaban 100, 200, 500 horas y no se iba nadie. Entonces comenzó mi lucha contra la ola criminal”, afirma. Lo hizo desde su rol de humorista, pero también como un ciudadano que no podía quedarse callado ante lo que sentía como una traición del Estado a su pueblo.
Álvarez insiste en que su activismo nunca tuvo una motivación política partidaria. Lo que lo movía era la indignación frente a las leyes que, en su opinión, protegían más al criminal que al ciudadano, más al delincuente que al policía. “El Estado estaba contra el ciudadano”, asiente.
De la sátira a la acción
Luego de analizar distintas opciones, decidió afiliarse al partido País para Todos , una agrupación que —según él— le ofrecía garantías mínimas de decencia y filtros para seleccionar a sus integrantes. “No hay partido impoluto, pero este me ofrece un manejo más adecuado, un compromiso con la limpieza y el respeto por el elector. Ese es el tipo de política que quiero impulsar: una nueva clase política, una decente, con una nueva forma de hacer las cosas”.
Aunque aún no ha sido elegido como candidato presidencial —las elecciones internas serán en noviembre, según el cronograma del Jurado Nacional de Elecciones—, Álvarez asegura que si los afiliados lo eligen, asumirá el reto con responsabilidad. “No me autoproclamo. No soy como esos políticos que se ponen la banda antes de tiempo. Respeto el proceso”.
Su mensaje es directo: recuperar la dignidad de las instituciones del país. “Del Congreso, del Ministerio Público, del Poder Judicial, de la Policía Nacional. Porque hay buenos elementos, sí, pero también hay fiscales corruptos, jueces que venden sentencias, policías metidos en bandas, ministros que mienten con tal de quedarse en el cargo. Esa es la herida que tenemos que sanar”.
Cuenta regresiva
En medio de la polémica por su incursión en la política, Carlos Álvarez enfrenta una denuncia presentada por Javier Sulca, exmilitante de A.N.T.A.U.R.O., quien lo acusa de incitar a la violencia y vulnerar principios democráticos en sus discursos. Sulca también pidió declarar ilegal al partido vinculado al humorista. A raíz de ello, la Fiscalía de la Nación abrió una investigación preliminar.
“Es una acusación sin fundamento, sin lógica alguna”, expresa con firmeza. “La denuncia es porque pido la pena de muerte para los violadores de niños, para los asesinos de peruanos inocentes, la denuncia es porque quiero que salgamos de la Corte Internacional de Derechos Humanos, que indemnizó a criminales y terroristas con nuestra plata”, detalla.
Álvarez alegó que por esa época no existía el partido que hoy integra —logró su inscripción en 2024— y ese debería ser un motivo para que la fiscalía archive el caso.
Respecto a la denuncia y la investigación que sigue su curso, Álvarez se mantiene respetuoso del proceso. “Hay que esperar la decisión del Ministerio Público. Pero sé que esta tiene un sesgo político. Sulca dejó claro que, así como sacaron a Antauro, deberían sacarme a mí también”, añade.

Rompiendo molde
El humorista no desconoce que su perfil genera escepticismo. Sabe que hay quienes lo ven solo como el cómico, el imitador, el bufón que ahora pretende ocupar un lugar en la arena política. “Pero ¿quién dijo que hay un perfil único para servir al país?”, rebate. “¿Acaso los supuestos ‘preparados’ no nos han dejado en ruinas? ¿Acaso no han saqueado al Estado mientras se llenaban la boca hablando de democracia y progreso?”
El artista habla también de recuperar la dignidad nacional. Y en ese camino, dice, no está solo. “Somos muchos los que queremos limpiar la casa. Esta no es una cruzada personal ni de egos. Esta es una cruzada por la vida, por el país que merecemos”. Propone convocar a profesionales honestos, a jóvenes preparados que hoy buscan futuro en el extranjero, a peruanos que quieren cambiar las cosas desde adentro. “No más reciclaje político, no más de lo mismo”, enfatiza.
Carlos Álvarez no esquiva los riesgos. Reconoce que enfrentarse al crimen organizado y a las mafias enquistadas en el poder no será fácil. “Pero alguien tiene que hacerlo”, dice sin titubeos. “Y si tengo que ser yo, lo haré. Porque ya no podemos seguir mirando para otro lado”.
Con una seguridad reforzada que costea con sus propios recursos, con cicatrices que no se ven pero que carga en la voz, con una trayectoria artística de más de cuatro décadas ligada a la denuncia y una vocación social que asegura lo ha acompañado siempre, Álvarez se presenta como un outsider convencido de que el Perú aún puede levantarse. Su campaña —si es que finalmente postula en el 2026— promete ser distinta, disruptiva, quizás incómoda para el sistema político tradicional.
“Tengo la decisión y la voluntad política de hacer las cosas bien. Mi vocación es servir al país. No soy ladrón ni mentiroso. Digo las cosas de frente, mirando a los ojos. Eso me diferencia de muchos políticos que mienten y roban. Yo quiero un cambio”, afirma con convicción.
Y si se le pregunta si está preparado para perder, responde sin miedo: “Prefiero perder intentando cambiar el Perú, que ganar sin hacer nada por él”.
Porque, como él mismo lo resume: “Mi partido es el Perú. Y mi causa, devolverle la esperanza”.
Ríe y resiste
Aunque su nueva etapa lo lleva por caminos políticos, no ha dejado de lado ese escenario donde construyó gran parte de su identidad.
—¿Y la televisión? ¿Extrañas ese escenario?
Siento que la televisión, en cierta forma, me ha cerrado las puertas, porque el humor político a veces es incómodo. Tiene ciertas líneas, es muy irreverente y, claro, eso a veces causa problemas. Creo que los canales tienen sus propias políticas editoriales, que respeto, pero se hace difícil hacer un humor político autónomo, libre. Por eso encontró en las redes una veta muy importante, que incluso llega en tiempo real. Ya tengo mi productora, produzco mi contenido y no necesito alquilar ni depender de un canal para trabajar. Extraño la televisión como ese recuerdo del trampolín que me hizo conocido.
Pero sigo. Ahí estamos, con las redes, haciendo contenido y conectando con la gente. Ahora, por ejemplo, hemos invitado a “Pierito Triste”, este futbolista que lo agarraron de monse con la chica, Olenka... Y seguimos en el escenario, queremos que la gente se ría, que se divierta.

Carlos Álvarez se presentará los días 11 y 12 de abril en el Centro de Convenciones Bianca con el espectáculo "Esta historia sí tiene fin".
