Redacción EC

FERNANDO VIVAS

De alguna forma le tengo que decir que es como mi tía. La conozco de las pocas veces que la he entrevistado y de cuando la fastidio por teléfono para pedirle algún dato de la historia del callejón de Roncayulo (Antonio Salim) y Doña Cañona, pero todo en ella me resulta entrañable: la modosidad de la tía hablando de falsas grandezas, la beatería de la solterona que se escandaliza de todo, la zalamería con la que otra te llena de quecos, todos los sentimientos del costumbrismo que moldeó mi infancia se conjugan en la risa y en el nombre de     

Esta entrevista aparecerá en Sábado de Gloria.
A pocos mesecitos de cumplir 90, soy una resucitada. Soy orgullosa de mi edad y pienso que el seso lo tengo de 40.

Cuando eras actriz de radionovelas, ¿eras buena o mala?
Perversa. Era el mejor papel, tenías más de dónde agarrarte.

Tienes una formación universitaria, ¿eso te volvió más liberal que otras mujeres de tu entorno?
En San Marcos, donde estudié Educación, había bastantes liberales, hasta exagerados. Fui amiga de carpeta de Blanca Varela, y Martha Hildebrandt era de mi misma promoción.

¿La pieza "Callejón" de Serafina Quinteras (madre de Varela) se parecía al callejón de Doña Cañona y Roncayulo?
Me parece que el libreto de Polo Campos (lo escribió para el primer show de Tulio Loza a mediados de los 60) se inspiró en él, pero siempre lo niega.

Polo me dijo que Cañona venía del cañón que dispara porque es un personaje dicharachero
Mira, Polo creó un personaje que yo hice por dos años y se llamaba Cañona. Alicia Andrade se había ido de gira, y cuando regresó, me dijo: ‘‘Ese personaje no es para ti, más me pega a mí, que soy gorda”. Acepté y le dije: "Agárratelo y dile a Polo que me dé otro personaje".

Esa es una historia linda, Jesús, porque ahora uno diría ‘‘Alicia te floreó y te atrasó”, pero entonces lo veías de otra forma.
Sí, éramos amigas y colegas. Si hubiera sido de las pleitistas que hay ahora, le hubiera dicho: ‘‘No, ese personaje es mío”. Yo hablé con y me puso que la hice por varios años. Pero en los discos de Cavagnaro volví a ser Cañona.

Con todo esto me quieres decir que Cañona se debe al volumen y no al cañón. A propósito de Alicia, su mejor amiga era Esmeralda Checa, que ha muerto hace poco.
Esmeralda era lo más dulce y buena que he conocido, nunca estaba de mal humor, no tenía una palabra fea para nadie, yo le decía mi gorda linda.

¿Y cómo se complementaba con Alicia, que era tan distinta?
Se llevaban estupendamente bien como amigas y compañeras de trabajo. Fueron muy unidas, incluso se las llevó juntas. A veces hacíamos grupos de 4, con ellas dos y Teresa Olmos, que también ha muerto hace poco. Las muertes son de 2, Teresa, Aristóteles Picho, y puedo seguir yo (ríe).

Recuerdo mi infancia cuando encarnabas en “El tornillo” la limeña devota, hipócrita, con todos los defectos y encantos de mis tías.
Era Doña Mariquita, que hablaba maravillas de su hija: ‘‘Fíjate que tiene 12 añitos y ya sabe amarrarse sus zapatos”; y Salim empezaba a hablarme de su hijo y yo me iba apurada y decía: ‘‘Si lo dejo conversar, lo tengo hasta el día del juicio final, porque hay gente que necesita babero”.

Y había una solterona que rogaba a San Antonio
"San Antonio bendito, mándame un novio aunque sea feíto". Eran libretos argentinos adaptados por Pantuflas.

También se nos fue Pantuflas.

Se mezcló lo político, él se acomodó bien en el canal en la época de los militares y cuando Genaro volvió, no se lo perdonó.

Tulio te convenció de hacer TV.
Lo traté de convencer de que yo podía hacer rabiar y maldecir, pero no reír. Él me decía: ‘‘Vas a hacer reír”.  Empecé, antes del callejón, con sketches de la serranita, la zambita, la criolla.

A propósito, el humor ha evolucionado, ahora somos más conscientes de los estereotipos.
Antes nadie se ofendía porque no eran ofensivos los sketches. Ahora hay hasta asociaciones.

¿Cómo ves la polémica sobre la Paisana Jacinta?
Sí, pues, es que [JB] ha exagerado. Ahora la ha limpiado algo, pero en un comienzo la presentaba sucia. Pero tampoco era para que se ofendieran.

Ya no vemos la TV con la inocencia de los primeros tiempos, la gente es consciente de cómo es representada.
Efectivamente, se hacía y se veía de distinto modo. Tienen y no tienen razón. Hay más malicia en el que la hace y en el que la ve.

¿"Risas y salsa" significó un gran cambio frente a "El tornillo"?
Influyó el argentinismo de los libretistas y directores [Aldo Vega, Guille] que como no entendían el callejón, lo sacaron.  Perdimos, no tuve un solo personaje. La callejonera era mi locura. Y los discos que hice con Antonio. Buscábamos callejones de verdad abajo del puente y sacábamos a la gente en la portada, yo con mi zambería y Antonio con la barba pintada.

Eres la nostalgia del costumbrismo, Jesús.
Yo recogía frases de señoras que conocía. Tenía una amiga que era dueña de un callejón y le pedía que me llevara cuando iba a cobrar la renta, y cada señora que salía a darle explicaciones de por qué no podía pagar era graciosísima, ahí yo tomaba notas. Una dijo: ‘‘Atajando sus buenas palabras”, en lugar de "disculpe que la interrumpa".

He oído a más de una estrella de la TV, de distintas generaciones, decir que se pegaban a ti para oír tus consejos, como Camucha, Gisela, Ernesto Pimentel.

Siempre pensé que a los nuevos había que tratarlos bien. El primer consejo que les daba, que les di a Camucha y a , fue: "No te dejes convencer por los que te ofrecen que te van a hacer estrella, te van a ofrecer el oro y el moro. Lo único que tienes que hacer es estudiar para trepar con tus propias uñitas, vas a ir subiendo poquito a poco con las orejas bien tapadas para no escuchar los cantos de sirena".

Ese es un consejo de maestra
Para eso me quemé las pestañas. Llegué a ejercer pero me di cuenta de que no había nacido para eso.

Tu generación se formó en la actuación dramática y eso sirvió para el humor de sketches, pero a partir de “Risas y salsa” empieza el golpe y porrazo, el remedo.
Y la torta en la cara (ríe). Estuve hasta el final de "Risas..." en los 90. Hace poco me invitó a ser jurado de humor, una cosa sencilla, estar sentada porque ya no estoy para trajines.

¿Ves programas de humor?
Los veo, pero poco. Cuando escucho tanta grosería, cambio. Me da pena mi comicidad. Como dijo Lope de Vega: ‘‘Forzoso es hablarle al vulgo en necio para darle gusto”. No sé si será porque todo tiempo pasado fue mejor.

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