
Erick Osores Patiño (Lima, 1976) sostiene entre sus manos el Premio Luces al Mejor Programa Deportivo. La emoción lo envuelve. Sus compañeros de “Fútbol en América”, espacio que conduce desde hace 27 años, acaban de entregárselo en un momento cargado de sentimiento. “Este premio te lo queremos entregar porque estamos muy orgullosos y felices de estar contigo”, le dice Karla La Torre, su productora. A su lado, Óscar del Portal apenas puede contener las lágrimas: le agradece no solo por el trabajo compartido, sino por haber regresado. Por estar de pie. El periodista deportivo vuelve a aparecer en un evento público tras el duro golpe que vivió en el 2023, cuando fue diagnosticado con hidrocefalia, una enfermedad que lo obligó a alejarse abruptamente de la televisión. Durante meses, su futuro fue incierto. Pero en el 2024 volvió a la pantalla. Y hoy, en los Premios Luces, se presenta frente al público no solo como comunicador, sino como símbolo de fortaleza.
Sonríe. Agradece. Respira hondo. “Esto fue un gran reto”, admite con voz serena. “Mi naturaleza, aunque no lo parezca, es bastante reservada. Dudé en venir porque no quería exponerme. Pero mis compañeros me recordaron que no hay nada de qué avergonzarse. Y aquí estoy”.
Reaparecer en un evento público, transportarse en silla de ruedas, caminar con bastón, dejarse ver tal cual está —sin filtros, sin esconderse— fue, en sus palabras, como “romper un cerco”. Uno emocional, mental y físico. Pararse frente a la gente no fue solo un acto simbólico. Fue una declaración de vida.
“En televisión estoy sentado, y eso lo hace más sencillo: no se nota”, dice con naturalidad, pero también con la firmeza de quien ha decidido no retroceder.

Superó barreras
Su reaparición pública en los Premios Luces fue el resultado de una suma de gestos simples pero poderosos. Pequeñas cosas que lo empujaron a cruzar esa línea.
“El sábado 5 me invitaron a una presentación del Municipal, mi equipo de toda la vida. Me regalaron una camiseta y publicaron una foto muy bonita junto a mi hijo y mi bastón. Hasta ese momento no pensaba ir a la premiación, pero esa experiencia me dio el impulso que necesitaba”, confiesa el periodista.
Lo demás fue coraje. Coraje para enfrentar no solo la enfermedad, sino también los comentarios crueles, los prejuicios, el peso de ser figura pública en un mundo que muchas veces castiga la fragilidad.
“El fútbol es duro”, reconoce. “La gente te ve débil y te dicen: ‘Muérete, maldito, te vas a quedar cojo’. Es parte de. Yo me metí en este negocio, y sé cómo es”, advierte.

Pero si algo ha dejado claro Erick Osores en este proceso es que su historia no se trata de lástima ni victimismo. Se trata de asumir la vulnerabilidad como parte de la vida, sin vergüenza. De mostrarse humano, real, y seguir adelante. Porque la meta sigue siendo la misma: estar de pie, informar, entretener, vivir.
Volvio. Y lo hizo con más fuerza, con una visión más clara y una energía renovada. Y si bien el camino aún es largo, lo camina con la convicción de quien no está dispuesto a rendirse. Erick eligió seguir.
Regreso a la TV
En noviembre del 2024, el periodista deportivo regresó a la televisión para la cobertura de la Copa América. Habían pasado varios meses desde su salida del aire, luego de ser diagnosticado con hidrocefalia, una condición que lo llevó de emergencia al quirófano. El diagnóstico marcó un antes y un después en su vida. Y aunque asegura que su retorno fue una decisión pensada, en realidad fue más un acto de necesidad que de estrategia.
“Me volví loco”, dice con honestidad. “Cuando despertaba en la clínica, creía que tenía que vestirme para ir al programa. No entendía que estaba hospitalizado. Era como una adicción. Un mes después de salir, no estaba en las mejores condiciones físicas, pero sentía que tenía que volver. No tenía toda la fuerza, pero me sentí listo”.
El entusiasmo por regresar convivía con un cuerpo que aún exigía cuidado. Los dolores de cabeza eran intensos: el líquido cefalorraquídeo no se drenaba correctamente y se acumulaba en su cerebro. La solución fue quirúrgica: le colocaron una válvula que permite que ese líquido fluya.
“Me operaron, me pusieron una válvula —muestra el recorrido bajo la piel— que va desde la cabeza hasta el abdomen. Gracias a eso, estoy bien”, cuenta.
Su recuperación fue progresiva. La parte cognitiva nunca se vio comprometida, pero sí se enfrentó a otras secuelas físicas: debilidad en las piernas, dificultad para caminar, caída de párpado
El inicio
Todo empezó en el 2023. Un dolor fuerte, persistente, lo frenó en seco. “No podía hacer nada”, recuerda Osores. “Ya estaba ya”, dice, como quien reconoce que el cuerpo le pidió una pausa definitiva. “Creo que hasta aquí”, pensó entonces. Y no fue solo él. También los médicos, que veían con poca esperanza un panorama de recuperación, sobre todo porque no lograban identificar con claridad qué tenía.
Pero entonces llegó un diagnóstico que lo cambió todo: hidrocefalia. El hallazgo fue determinante. Permitió abrir un camino. Comenzaron los tratamientos, los drenajes, las terapias, el seguimiento constante. Un nuevo ritmo de vida, una rutina marcada por la paciencia y la resistencia. Ya nada sería como antes. Pero tampoco sería el final.
No hay garantías. Lo sabe. “No es seguro”, admite. Pero no hay duda al hablar del futuro. “El doctor me ha dicho que puedo volver a caminar con normalidad. Es terapia nomás”, dice con la convicción de quien ha decidido creer. “Me está tomando tiempo, pero lo voy a hacer. Lo voy a hacer. Lo voy a hacer”.
Tres veces lo repite. No como un estribillo, sino como un juramento. Cada palabra suya, aunque pausada, lleva una fuerza serena, de esas que solo brotan cuando el dolor ha sido grande pero no ha vencido.
Agradece. Y sigue. Porque, como él mismo dice, su objetivo no es que lo miren con pena, sino que lo vean de pie. Aunque sea apoyado en un bastón. Aunque todavía falte trecho. Porque el camino no se detuvo. Solo cambió de forma. Y él lo sigue recorriendo.
El tratamiento de Erick Osores no tiene pausa. Es una rutina constante, exigente, que combina terapias físicas intensivas con cuidados médicos continuos. Cada sesión de rehabilitación es un pequeño paso más hacia el objetivo mayor: recuperar por completa la movilidad.

La terapia no es solo física. También ha sido un ejercicio emocional y espiritual. “Cuando te diagnostican una enfermedad tan severa, tan drástica, te cambia la vida”, reconoce. Al inicio, el impacto fue profundo. Pero con el tiempo, algo dentro de él se transformó. Hoy, en lugar de angustia, hay gratitud. En lugar de miedo, hay presente. “Increíblemente lo estoy disfrutando”, afirma.
“No estoy triste, no estoy preocupado. ¿Qué me va a pasar mañana? Cero. Hoy valoro cada comida, cada siesta. Es impresionante”.
La recuperación no tiene fecha final. Pero no lo desespera. Sabe que este proceso será largo. No hay atajos. “Todo sigue, nada se ha ido”, cuenta.
En ese camino, su red de apoyo ha sido fundamental. “Mi familia ha sido clave”, asegura. También sus amigos, su médico, los desconocidos que lo han alentado y la fe. “He comenzó a creer más. Me he encomendado a mucha gente. Gente que me ayuda, que viene, me da su mano, su cariño. Lo agradezco”.
Y aunque se considera “medio cerrado”, su voz se abre cuando habla de esperanza. “Yo voy a ganar”, repite como un mantra. “Voy a ser feliz. Eso es lo más importante”.