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En “Reina de corazones 90’s”, no solo canta, baila y actúa: también sana. Cada función es un reencuentro con la mujer que fue antes de la enfermedad y una afirmación de la que es hoy. Sin olvidar lo vivido, vuelve a su esencia y se reconstruye sobre el escenario.

Después de la pandemia, la maternidad, el cáncer, una operación compleja y un tratamiento que la llevó a la menopausia, el cuerpo de Natalia cambió. Su energía también. Pero las ganas de volver, de sentirse ella misma, nunca desaparecieron. “Me hace muy feliz regresar de a poquitos a mi esencia”, confiesa.

“Reina de corazones” ha sido clave en ese proceso. Un musical exigente, lleno de coreografías intensas, 70 canciones enérgicas y emoción compartida. “Yo no bailaba así desde antes de la pandemia”, dice. Y aunque las secuelas físicas siguen presentes —dolores, peso extra, limitaciones internas—, nunca pensó en parar.

Por el tema del cáncer me indujeron a la menopausia. Entonces, eso hace que tu cuerpo por adentro como que pese un poquito más o te duelan cosas que no te deberían doler. A mí el teatro me salvó muchas veces. Seguí grabando, yendo a ensayos con el dren puesto. Quería que mi vida siguiera. No quería que nadie a mi alrededor se hundiera conmigo”, señala.

Su mayor objetivo: que su hijo no sufriera. Que la enfermedad no se convirtiera en una sombra constante. “Normalizamos que se me cayera el pelo, que subiera 24 kilos, que me sintiera distinta. Yo no quería drama. Necesitaba buena energía para poder sanar”.

Hoy, volver a bailar como antes, con la fuerza que pensó que había perdido, la emociona. “Después de dos años, el cuerpo se va adaptando. Y ahora, de a pocos, estoy volviendo a ser yo”. ‘Reinas de Corazones 90s ‘no es solo un show. Para ella, es un punto de quiebre. Un símbolo. “Nunca me voy a olvidar de esta obra. Porque fue clave para reencontrarme conmigo misma”, asegura.

El amor en su vida

En medio del dolor físico y emocional, reafirmó algo esencial: “Sergio es el amor de mi vida. El hombre de mi vida”. Fue él quien la acompañó a cada paso, incluso en los momentos más duros. “Me llevaba al baño porque yo no podía caminar del dolor. Me habían extirpado una mama. No es lo mismo que una operación estética. Me dolía hasta respirar”.

La primera semana fue devastadora. “Te duele todo. Luego, te acostumbras a un cuerpo que ya no conocías”. Aun así, apenas pudo, volvió a los ensayos de “Las chicas de 4to C”. Lo hizo con el drenaje aún colocado, sin pelo, con peluca y editando videos entre sesiones de quimio. “Esa obra fue un salvavidas. Empecé con el pelo largo, seguí con el corto y terminé completamente pelada. Pero ahí estuve, de pie”.

Y, entre todo ese proceso, Sergio fue un pilar silencioso y firme. “Cuando se rapó la cabeza fue muy simbólico. Él siempre ha estado en tratamiento para no perder el pelo, y aún así lo hizo. Nunca me hizo sentir fea, ni incompleta”.

Hoy, después de todo, Natalia está lista para dar un paso más: casarse.

Me siento una quinceañera. Nunca soñé con una boda, hasta que apareció Sergio. Y ahora quiero celebrarlo. Será una ceremonia civil, íntima, con la gente que nos ha acompañado en todo este proceso. ¿Si me casa el alcalde de Lima? ¡Si quiere, que me escriba!” (ríe).

¿Por qué casarse ahora?

La vida se pasa. Siempre hay algo que posponer: el colegio, la cocina, el seguro… Pero después de tantas complicaciones post tratamiento —hospitalizaciones, una pericarditis, una complicación en el oído. Después de las radioterapias, escucho los latidos de mi corazón en el en el oído izquierdo todo el tiempo. Me hice un montón de análisis y no se sabe qué es. Entonces, durante uno de estos procesos fuertes decidí casarme. No quiero morirme sin hacerlo. Quiero celebrar”, sentencia.

El Dato

“Reina de corazones” va hasta el 28 de junio en la Cúpula de las Artes. Las entradas están a la venta en Teleticket.

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