Lizzy Cantú: "Vacunas"
Lizzy Cantú: "Vacunas"
Lizzy Cantú

Lizzy Cantú

Si no vacunas a tu hijo no tienes derecho a llevarlo a Disneylandia. Aquella frase, que leí en –dónde más- Facebook, se la atribuía a un rabino. La opinión venía a cuento por el más reciente brote de sarampión del que tenemos noticias. Resulta que en los últimos años hay papás que piden que el Gobierno los exima de la responsabilidad de inmunizar a sus hijos, bajo el criterio de ‘creencias personales’. Desde entonces, enfermedades como el sarampión -que hace 15 años había sido erradicada en Estados Unidos- han vuelto a aparecer. Desde diciembre del 2014, cuando unos niños sin vacunar viajaron a Disneylandia, más de seiscientas personas han caído enfermas con manchas rojas en la piel, fiebre y el riesgo de inflamación en cerebro y pulmones. Desde entonces, el asunto de las vacunas se debate con la cabeza caliente, como suelen discutirse los asuntos ajenos a la ciencia y la evidencia. De un lado están los médicos y expertos en salud pública que lamentan la ignorancia de los padres que ponen en riesgo no solo la vida de sus hijos, sino también de quienes entran en contacto con ellos (por ejemplo en un carrusel). Del otro están los papás que desconfían de las compañías farmacéuticas y que han leído que un estudio de 1998 publicado en la revista científica “The Lancet” relacionaba el autismo con las vacunas y que, por cierto, hace unos años fue retractado e invalidado sin que casi nadie se diera cuenta. En ese contexto aparece el rabino, diciendo que está muy bien dejar sin vacunar a tu hijo siempre y cuando no pongas en riesgo al resto de la comunidad y que una creencia personal encuentra su límite ahí donde empiezan los derechos de tus vecinos. Detrás de cada bando se proyecta la sombra del miedo. Papás y médicos, funcionarios y educadores se preocupan por los niños. Nadie quiere que se enfermen, que sufran, que mueran. El sarampión es real, igual que el autismo, aunque no tengan relación entre sí. Las vacunas que nos protegen de la varicela o la fiebre amarilla son tan reales como algunas farmacéuticas despiadadas. Y el miedo, aunque sea irracional e infundado también es verdadero. Contra él no hay otra vacuna que la información.

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