(Foto: USI/ Referencial)
(Foto: USI/ Referencial)
Celeste Pérez

8:00 am. Me levanto. En mi cabeza empiezo a repasar la ropa que me pondré. No, no importa mucho mi estilo, lo que me gusta usar, o el clima. Primero – y lo más importante – es pensar hacia dónde me dirijo, qué medio de transporte usaré y los posibles ‘peligros’ que podría atravesar hasta llegar a mi destino.

Me voy dando cuenta que esto es un común denominador. Que mi hermana, mis primas y amigas probablemente también pasen por lo mismo. Así vayan al trabajo, a hacer deporte, de fiesta o de regreso a casa. ¿Es que acaso ser en implica estar siempre a la expectativa de que algo malo pase? Parece ser que sí. , según cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Veinte más que en 2017.

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Hoy nuestra ciudad cumple 484 años. Y no en afán de ser negativa, quise escuchar a más mujeres explicando qué era para ellas vivir en nuestra ciudad. Una encuesta veloz que se puede hacer en casa, también. Mujeres de distintas edades y realidades, mujeres con distintas pasiones, sueños y ocupaciones.

Kyara Velasquez tiene 22 años, es intérprete médico y pasó su infancia en el distrito de La Victoria. Hace cinco años, se mudó a Surco. Sin embargo, para ella vivir en Lima siempre ha sido desafiante. “Es bastante triste, pero es la realidad en que vivimos. Es sentirnos muchas veces al límite, abstenernos de hacer determinadas cosas, tener que hacer un 'plan completo' antes de asistir a algún lugar, por más absurda o cotidiana que la situación sea… solo para sentirnos más seguras", señala.

Y tiene razón. Fluye natural. Hacer ‘planes’ parece correr por nuestras venas. Cuando voy de fiesta: si somos solo mujeres, tener el doble – triple – de precaución. No, no sueltes tu trago, podría pasar algo. Otro dato: en 2018 el 48% de los feminicidios ocurridos en una zona urbana -Lima, por ejemplo- tuvo como indicador que el asesino no conocía a su víctima. No tomes demás, lleva cartera pequeña, analiza cómo te vistes, te peinas, te maquillas. Pide un taxi ‘seguro’ o mejor quédate a dormir donde una amiga. Así van juntas y se cuidan.

Ellen Espinoza, relacionista pública de 23 años, compara de vez en cuando a Lima con otras ciudades de provincia: "Para mí, vivir en Lima resulta cansado, agotador. Considero que es una ciudad pesada. Más aún si eres mujer. Cuando salgo de noche, evito hacerlo sola. Han habido momentos en los que ni siquiera me ha importado cuánto tenía que gastar, con tal de sentirme un poco más segura”.

"Siempre está el tema de avisar a tus familiares o amigos a la hora en que llegas a casa. El 'avísame cuando llegues' o 'avísame si estás bien' es cada vez más común”, me cuenta Adriana Chávez, periodista de 26 años. "Vivir en Lima implica estar todo el tiempo alerta. Te enseñan a pensar que en algún momento te pueden robar, que tienes que estar atenta a tus pertenencias y a quienes te rodean, porque el acoso sexual callejero es algo que vivimos a diario muchas mujeres en nuestro país", concluye.

Un dato final: según una encuesta del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica sobre la violencia de género (2016), el 16% de ciudadanos cree que la violación es culpa de la mujer. Esa normalización nos obliga a tener cuidados más propios de una guerra civil que de una sencilla salida a pasear.

Pero no todo es negativo. Antes de terminar, cada una me habla de aquellos lugares a los que pueden escapar y recordar por qué les gusta vivir aquí, en Lima. Kyara, me dice que es Barranco. Con sus rincones bohemios y atmósfera artística. Ellen y Adriana, coinciden en que prefieren la tranquilidad que les transmite estar en el malecón del distrito de Magdalena.

No creo que exista una fórmula exacta. Sin embargo, la educación y los valores pueden impulsar el cambio. Todo inicia en las personas que ahora están criando a los hombres y mujeres que serán el futuro de nuestra ciudad. También creo en el poder de la acción. En no callar, en movernos, en protegernos. En no esperar a estar peor para iniciar algo. Es quitarnos la venda que cargamos y palpar nuestra realidad. Empezar en nosotras, y contagiar al entorno.

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