Jazmín Flores

Del chiquillo moreno con corte militar, camisa y corbata que predicaba como testigo de Jehová ya no queda nada. Hoy, a sus 25 años, Malcon Carhuajulca Ladino, más conocido en la comunidad y el mundo de la como Prince Malcon, ha descubierto su verdadero yo: una persona trans, negra y migrante que proclama con orgullo lo que la hace especial.

En el te invitamos a conocer a Prince, un multifacético bailarín que está conquistando la escena artística limeña con un talento, carisma y determinación inigualables.

Buscando libertad

Prince derrocha talento. Baila, modela, dirige y además, es activista en defensa de la comunidad queer y trans a la que pertenece. La joven promesa se ganó un nombre en la escena ballroom, deleitó a los jueces del programa televisivo Perú Tiene Talento; y ahora se prepara para competir en el Latex Ball, el evento más importante del mundo del ballroom que cada año reúne a los mejores artistas a nivel mundial.

Pero para encontrar su camino, Prince tuvo que dejar el pasado atrás. Nació en el seno de una familia muy religiosa y estricta, por allá en tierras venezolanas. Como su padre era peruano, vieron la oportunidad de emigrar al Perú. Instalado en un barrio del Callao, tuvo su primer encuentro con lo que se volvería el motor de su vida: la danza. Como hijo proveniente de una familia afrolatina, aprendió el ritmo y sabor de la buena música afroperuana a temprana edad. Pero por más que le gustaba bailar, sentía que no encajaba.

“Siento que desde niño ya sabía que no era parte de la comunidad heterosexual. Yo sabía que no era como el resto de los niños, pero tampoco quería ser una niña”, revela. “Mi identidad trans muchas veces se confunde con ser mujer porque utilizo pronombres femeninos, pero utilizo tanto masculinos como femeninos. Mi posición como persona trans es netamente política porque rechazo los estereotipos que me caen encima -y que son muchos-”, agrega.

Tras varios años como testigo de Jehová, un padre estricto y mucha crítica, finalmente tomó la decisión de dejar el dolor atrás aunque ello significó perder a su familia. Sin embargo, encontró el camino hacia la superación gracias a una comunidad trans a la que él llama su ‘familia escogida’. “Una vez que pasé el qué dirán y dije ‘okay, soy una persona trans’, me acogieron como familia. Hace 7 años dejé la religión y también son 7 que mi familia sanguínea no me habla”.

“Dentro de la comunidad encontré a mi familia, mi nicho de amor, porque cuando yo hablo de familia escogida hablo de todas las responsabilidades que tiene una familia: comida, casa, estudios, salud. Eso es lo que hicieron mis amigues por mí. Lo que no ha hecho mi familia en años, lo ha hecho gente totalmente desconocida unida por una identidad”, agrega.

Contra los estereotipos

“Soy una persona trans, negra y migrante, y soy yo quien tiene que construir mi propia felicidad. O soy Prince, la persona feliz, real y honesta haciendo lo suyo; o me voy a la mierda. No hay de otra”, revela el bailarín. “Las identidades se construyen a base de conversaciones incómodas con nosotras mismas: No debes rendirte, pero debes ser vulnerable en el proceso; no estás sola, la fuerza está en la comunidad; pon tus propias reglas y rompe los estereotipos, agrega.

Cuando Prince abrazó su identidad, supo que sería un camino complicado hacia la libertad. Ser una persona trans, negra y migrante en un país como el Perú no es nada fácil. Pero su carisma, fuerza y determinación son sus armas para enfrentar una sociedad que critica y condena. “A mí me han criado como un hombre en una familia religiosa, pero no es igual un hombre blanco a un hombre negro, ¿sabes? Los estereotipos que carga cada uno son diferentes. Ahora, lo que carga un hombre negro y gay es diferente”, afirma. Lo que carga un hombre negro, gay y femenino es como estar en un clóset tras otro clóset tras otro clóset. Yo estoy como en los clósets más bajos, agrega.

Con más de 10 mil seguidores en su cuenta de Instagram, en donde muestra su arte en fotografías y videos, Prince reflexiona sobre la crítica en redes sociales. “Ser vulnerable en redes sociales cuando no hay educación previa de cuerpos e identidades como las que existen es lanzarse a la boca del lobo; pero es más el amor que me ha llegado que el odio. Es más la gente que se preocupa por lo que hago porque me ven en las marchas, en las protestas, en las calles, entrenando, en los parques. Y siempre trato de ser lo más real posible. No soy influencer ni nada de eso, solo soy una artista que trata de mostrar su arte, agrega.

Sus primeros pasos de Vogue

Gracias al apoyo moral, emocional y económico de su comunidad cercana, Prince aprendió el arte de la escena ballroom y logró desarrollarse como bailarín de vogue, un estilo de baile similar al house que se presenta como una versión estilizada y moderna que combina movimientos femeninos influenciados por el ballet, la danza moderna, el locking, las acrobacias, entre otras disciplinas de la danza.

“El escenario es mi lugar feliz. Con las luces, el maquillaje, las fotos, la gente grabando”, afirma. “Nina Simone (artista afroamericana) dice que sentir la libertad es no sentir miedo. Es lo que siento en el escenario. Es el lugar donde me siento libre, donde puedo ser yo, donde la gente me ve, conecta conmigo y donde puedo hacer mi magia, agrega.

A sus 25 años, Prince pudo descubrir que aquello que lo hacía diferente es lo que lo hacía especial; pues ahora se ha propuesto la meta de convertirse en una estrella del vogue a nivel profesional y así romper con el estereotipo de que “vivir del arte es morir de hambre”. Hoy se encuentra en Nueva York perfeccionando sus habilidades en la danza a través de clases, diplomados y residencias artísticas.

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