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Natalia Torres
romina herrán

Tercera llamada. Esta no es una historia de casualidades, sino de tradición. Su madre fue la actriz y conductora española Lola Vilar y su padre es el actor y director peruano Leonardo Torres. Sus abuelos fueron artistas, sus tatarabuelos también. La actuación era la elección natural. Su destino. Es más, la primera vez que Natalia Torres Vilar pisó un escenario fue a los dos años.

“Mi mamá y mi papá estaban de gira por Latinoamérica con su compañía de teatro. En plena función, no sé cómo, dejé mis juguetes, salí del camerino y llegué al escenario. El público, desconcertado, se rio”. La sensación fue imborrable. Sobre las tablas, sintió felicidad en estado puro.

Desde entonces, si tenemos que hacer una síntesis de su carrera, han pasado 25 obras, siete novelas y dos películas. Natalia ha interpretado a Ana, una treintañera en crisis porque quiere casarse a toda costa; a Inés, una mujer con espíritu de científica que busca la forma de volar y de ser escuchada en un mundo de hombres; a Matilde, una madre prepotente, clasista y solitaria. Y, desde el 15 de noviembre, será Raquelita, una hermana que mantiene las apariencias para no perder la aceptación social en “Todo da vueltas”, en Microteatro.

Te dedicas al arte desde niña, ¿qué significa para ti?
El arte es vida, en el sentido de que está en los vínculos y en la conexión. Más allá del razonamiento, tiene que llegarte emocionalmente. Puedes ver un cuadro y analizarlo desde mil puntos de vista teóricos, pero si no te hace sentir, no es arte. No existe el arte que no conecta, que no comunica.

Estudiaste psicología, pero no actuación ¿por qué?
Leía muchas obras de teatro y me di cuenta de que me fascinaba cómo eran los personajes. En cuarto de secundaria, durante una clase, hablaron de Sigmund Freud, leís sus libros y fue como amor a primera vista. Además, una de mis autoras favoritas era Agatha Christie y sentía que la psicología era como el trabajo de un detective, pero de la mente. Opté por ella porque sentí que la actuación ya era parte de mí y que podía aprender gracias a la práctica.

Existen similitudes entre las dos carreras.
Ambas buscan entender al ser humano, generar un vínculo, descubrir su alma. El psicoanálisis, mi especialidad, permite conectar con un paciente y su interior; la actuación, con el público, los compañeros y el personaje. Ambas se vinculan con lo narrativo. La actuación cuenta historias, las hace visibles y ofrece la posibilidad de tomar conciencia. En el consultorio se narra una historia personal para hacerla más consciente y manejable. Las dos, en el mejor de los casos, generan crecimiento.

¿Crees que todos necesitamos ir al psicólogo?
No creo que todos lo necesitemos de manera constante, pero hay épocas de la vida en que sí. Es un acto de valentía reconocer que uno necesita ayuda profesional. El psicólogo nunca resta, siempre suma. Es una forma de estar más en contacto contigo mismo, de potenciar tus aspectos positivos y trabajar en los menos funcionales.

¿Buscaste ayuda cuando afrontaste la pérdida de tu mamá?
Claro. No soy creyente y cuando mi mamá falleció no creí en la fantasía de la vida eterna como para poder aferrarme a ella, solo tenía la sensación de que esto es todo. Luego, descubrí que no necesitaba de la fe para sentirla cerca. No sé qué hay más allá de la muerte, pero te aseguro que la he sentido. La ciencia y mi formación me dicen que mi mamá está presente porque es parte de mi identidad, existe una interiorización de sus enseñanzas y de nuestro vínculo, ella seguirá mientras yo exista. Sin embargo, algo me dice que también está de otra forma, quizá como energía. Tras su muerte, me costó mucho levantarme.

¿Cómo influyó tu madre en ti?
Era una mamá gallina, sobreprotectora, pendiente de sus hijos, creo que heredé eso. Cualquier entrega era poca, siempre podía hacer más. Por ella, también entendí que nada en el mundo importa tanto como tu familia, es lo primero, lo segundo y lo tercero, después viene lo demás. Tuvimos una relación llena de amor, ternura y amistad. Mi papá sigue pendiente de mí hasta hoy. No se perdió mis actuaciones, mi sustentación de tesis ni las presentaciones de mis dos libros

Estás casada con el actor y director Óscar Carrillo, tienen dos hijos, pero en una entrevista declaraste que el matrimonio no es necesario.
Fue un día maravilloso, no me arrepiento, pero no soy creyente, me casé por religioso para darle el gusto a mi madre, que era muy católica. Creo que el matrimonio no es necesario porque los verdaderos compromisos se hacen desde el corazón y este tiene sus propias leyes. Parten de una decisión libre y tienen que ver con la lealtad. Puedo sentirme más comprometida por un lazo espontáneo o por una promesa, que por un papel.

Y siguen juntos 21 años después.
En una relación de pareja debe haber respeto por la individualidad y los planes personales y, en el mejor de los casos, apoyo activo. La empatía también es importante. Cuando empiezas una relación estás muy interesado en hacer feliz al otro, pero en algún momento se difumina ese deseo y tienes que rescatarlo. Óscar es el amor de mi vida. Él tiene la capacidad de estimular todo mi potencial. Cuando estudié mi maestría y doctorado, él no solo me apoyó sino que cuando le hablaba de mis clases, él veía videos, me traía información al respecto, conversábamos.

Tienes 52 y ya pasaste por el proceso de menopausia, ¿cómo lo has tomado?
He tenido suerte porque estoy rodeada de gente maravillosa. No sentí mucho los efectos, salvo que engordé por los cambios hormonales y porque confluyó con la tendencia a la gordura por mi lado materno y mi alimentación desordenada por el ritmo de trabajo. Empecé a hacerme chequeos, lo que me obligó a ocuparme más de mi cuerpo y salud. El doctor me dio una dieta razonable y me sugirió que dejara mi vida sedentaria, así que empecé a caminar 30 minutos al día. Perdí 38 kilos en un año.

¿Cómo defines la belleza?
Estoy convencida de que las personas más hermosas del mundo son las que saben que son hermosas. No importa cuán preciosa seas si no te lo crees. La belleza es una cuestión de seguridad.

¿Y la felicidad?
Tener la suerte de poder hacer lo que te gusta hacer. Para mí, la felicidad es poder ser en compañía de quienes amo, mientras ellos están siendo.

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