Verónica Linares: "Juan Gabriel"
Verónica Linares: "Juan Gabriel"
Verónica Linares

La música de Juan Gabriel me remite a mi infancia, a las tardes con mi hermana jugando frente al espejo imitándolo junto a Rocío Dúrcal: “¿Contigo nada nada nada nada nada? Que no, que no”. Entonces él empezaba a hacerse conocido en el Perú, pero ya tenía renombre: no cualquiera cantaba a dúo con la española. Jamás imaginé que ese señor tan feliz y exitoso había tenido una vida tan dura.

Nunca fui su fan, pero sabía de su vasto repertorio musical y desde luego conocía de memoria el clásico “Amor eterno” que suena con frecuencia cada segundo domingo de mayo. La sentida letra haría pensar que el amor de madre e hijo era inmenso, pero quedé impactada al enterarme de que él no era un hijo favorito.

Hay pasajes poco claros de la vida de Juan Gabriel. Según una versión suya, a los tres años –la edad de mi hijo Fabio– su madre lo dejó en un albergue porque era muy travieso y no la dejaba trabajar en paz.  Como tenía que mantener a diez hijos, lo llevaron allí para que no molestara. Otra vez él contó que se escapó de ese albergue a los 13 años. ¿Es posible que en tantos años su madre no pudiera sacarlo? 

Cuando el cantante Jimmy Santi radicó en México lo conoció: aún era Alberto Aguilera y lo recuerda limpiando carros en la puerta del bar Noa  Noa en Ciudad de Juárez. Dice que Alberto aún siendo menor de edad llegó a esa ciudad sin su madre ni hermanos, como contaría después el ídolo mexicano. A punta de perseverancia logró que alguien cantara una canción que escribió: “No tengo dinero”. Luego se cantaría hasta en alemán.

Juan Gabriel no estuvo en un albergue sino en un orfanato en Parácuaro a pesar de tener padre, madre y hermanos. Ya adolescente escapó y fue en busca de su madre, pero terminó solo en Juárez, al otro extremo del país.  

Durante toda su vida no paró de buscarla: cuando recién empezaba a tener solvencia económica y ya siendo una estrella. Pero nunca se los vio unidos. Sus amigos cercanos cuentan que jamás se reconciliaron. Jimmy Santi dice que el propio JuanGa le contó que su madre lo despreciaba.

Qué traumático saber que tu mamá no te quiere. ¿Qué podría haber en el corazón de un hijo rechazado por su madre? Es posible imaginar una vida de desdicha sin el amor más natural, simple y gigante a la vez: el materno. Pero Juan Gabriel se dedicó a parchar su corazón con amistades entrañables. Aquí en el Perú conoció a  quien lo ayudó en su estadía y terminaron siendo parte de su vida. El encargado de resguardarlo en el Cusco hablaba con él cada vez que cumplía años. ¿Se imaginan al divo recibiendo la llamada de este señor y conversando sobre el Cusco y su familia? El guía que lo paseó por Ollantaytambo estuvo meses en México invitado por el divo. El danzante de tijeras que cautivó a Juanga con sus pasos fue invitado a actuar en su show en México. Ni qué decir del empresario que lo trajo por primera vez, su madre adoptó al cantante como un hijo. El empresario contó que le encantaba que ella le acariciara la cabeza cuando estaba estresado. Ella siente que ha perdido a un hijo.
¿Y creen que eso pasó solo en el Perú? Juan Gabriel no solo ha dejado un legado musical inmenso, también una experiencia de vida sobre la que vale la pena reflexionar.

Su biografía es una muestra de perseverancia, de que no debes dejar que nada te hunda, aunque tu propia madre te dé la espalda. Que eres más que todo lo malo que te ha pasado en la vida. Que siempre puedes salir adelante.

Qué sucedía cuando las cámaras y los reflectores y los micrófonos se apagaban, solo lo sabía Juan Gabriel. Algunos dirán que era muy joven para morir, que pudo cuidarse mejor la diabetes. Que pudo descansar más de sus conciertos. Que tal vez su carrera fue una forma de autodestruirse. Pero hizo lo que quiso y logró cantar, que canten sus canciones y ser amado por millones.  

 

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