Verónica Linares: Miss tetas
Verónica Linares: Miss tetas

Tenía ocho años cuando empecé a llevar sostén formador. Aún recuerdo la mezcla de sentimientos: por un lado la comodidad de que por fin algo sostendría las protuberancias que sobresalían de mi cuerpo y por el otro la vergüenza de que se notara que ya usaba brasier.

Así que decidí nunca quitarme la chompa del colegio y menos aun la casaca del buzo a la hora de educación física, porque el polo blanco dejaba ver mi sostén. Sudaba horrores, pero me aguantaba la sofocación. Decía que era por estética, pero creo que en el fondo me asustaba ver que estaba creciendo.

Conforme mi pecho crecía, la talla de mi sostén se iba reduciendo: la relación era inversamente proporcional. Ni les cuento los surcos rojos que tenía alrededor del tórax por la presión del sostén. La idea era tener las tetas siempre aplastadas.

Estuve ocultándolas durante años hasta que un día mi mamá me compró un sostén de encaje que a ella le parecía lindo. Me lo probé sin entusiasmo, solo para no desanimarla. Recuerdo que aquel brasier era de esos que juntan y realzan el busto, así que el escote de mi polo en “V” lucía hermoso. Al verme en el espejo me encantó la mujer que encontré frente a mí. 

Desde ese día -supongo que sería la adolescencia, en pleno despertar sexual- vivo orgullosa de mis tetas. Me encanta lucir mi pecho y -cómo no- también lo he utilizado como arma de seducción. Usar ropa escotada es parte de mi look. Al comprar vestidos, blusas, polos o cualquier otra prenda para la parte superior de mi cuerpo, prefiero que tenga aunque sea una abertura ligera en el pecho. 

Así que si me ve en televisión con un top o un saco con escote no lo uso para usted ni es una insinuación. Si muestro parte de mi pecho no me siento una cosa, ni un objeto, ni creo estar mostrando mucha carne, al contrario me siento cómoda. Lo hago porque me gusta y disfruto de la libertad de vestir como me place. 

¿Creen que mi jefe debería pedirme que me cierre el saco, obligándome a que me compre -otra vez- sostenes que me aplasten las tetas? Les aseguro que así me ponga un polo con cuello alto -cerradísimo- mis tetas sobresaldrán. Alguna vez una productora preguntó a mis espaldas si me había puesto implantes mamarios, pues -según ella- me esforzaba por lucir escote. Nunca se atrevió a preguntármelo directamente, así que asumí el tema como lo que fue: un raje y punto.

El morbo está en la cabeza del morboso, no surge cuando prendes el televisor y sintonizas -por ejemplo- a una periodista con un gran escote matinal o una entrevistadora en minifalda o cuando te cruzas con una secretaria en un traje ceñido o a una estudiante en leggins o a una policía de tránsito con buen trasero ¿O vamos a pedirles a las motociclistas que vuelvan a llevar engorrosas y peligrosas enaguas como a las ciclistas les exigía la moral del siglo XIX?

Si deseamos cambiar el chip de algunos peruanos -hombres y mujeres- que cosifican a las mujeres porque las ven ligeras de ropas, mejoremos la educación en la casa y en los colegios, pero no culpemos a  la televisión de incentivar la violencia contra la mujer por exponerlas con poca ropa.

 ¿Acaso las geishas del siglo XIX se presentaban en la calle en hilo dental y topless para ser consideradas objetos sexuales? Las mujeres que usan burkas en el Medio Oriente tampoco han logrado vivir sin sufrir de abuso sexual. 

Créanme que aun sin la televisión, la agresión contra la mujer persistiría. Eso sí, tal vez sería menos difundida y menos mujeres se atreverían a denunciarla. Tener más ropa encima –en la playa, en la discoteca o en la tele- no nos hace más respetables. Y llevar menos prendas no debería darle derecho a nadie de acosarnos. Si al vestirte te motiva el miedo -al acoso, a la crítica, el qué dirán o a perder tu trabajo- y no lo que te queda bien, entonces las mujeres no podemos aún hablar de que disfrutamos de libertad. 

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