Columna
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Verónica Linares

Durante la campaña presidencial parecía que la candidata que encabezaba las encuestas era infalible. Los periodistas nos sorprendíamos cómo lograba cuidar cada palabra, gesto, grito que lanzaba a las masas. Hasta daba la impresión que todas las fotografías que le tomaban eran pensadas: secándose el sudor de la frente, caminando en un terral, agarrándose como podía en la tolva de una camioneta, con chullo o con sombrero, siempre tenía una sonrisa.
Ni las puyas políticas –¡y qué puyas!– la doblegaban y se mostraba como una persona con carácter y eso en el Perú es un valor. Somos un Baldor de álgebra que pedimos a gritos que alguien nos resuelva. Ella trasmitía seguridad y la mayoría creía que sí podría hacerlo.

Claro, me refiero al peruano promedio, al apolítico, al que no entra en el detalle de las denuncias periodísticas, que no piensa en la izquierda, derecha o en el centro. Que no se ubica en el grupo de los antis ni los pros. Ese peruano que solo se deja guiar por lo que ve, siente y quiere vivir tranquilo: la china va a acabar con la delincuencia. Es verdad que su padre, el ex presidente encarcelado, le dejó un caudal político, pero con una heredera enclenque se hubiera ido indefectiblemente.

Fue extraño –o tal vez bien pensado– que en la contienda electoral nunca destacaran que era mujer o madre. Que si ganaba las elecciones se hubiera convertido en la primera mujer presidenta de un país tan machista como el nuestro. Quizá era contraproducente resaltar esos aspectos, debido al cliché que somos el sexo débil y eso la alejaba de sus principales mensajes: aquí estoy firme, no soy mi padre, respondo por su pasado y asumo la mochila que me toca cargar. Pero perdió, se dejó vencer faltando unos días para las elecciones.

Pienso que quienes esperaban reacciones rápidas de la candidata infalible la vieron dudar y demoró en responder con firmeza a las denuncias típicas en campaña y, entonces, 42.527 votantes inclinaron la balanza en favor del otro candidato.

Ha pasado un año, y la perfecta candidata desapareció. Ha tenido dos o tres apariciones públicas en todo este tiempo y ya resulta extraño que no salga como lideresa de la fuerza más importante en el Congreso a dejar en claro que sigue al mando, que es una política dura, difícil de roer y que está trabajando para que en la próxima sí la elijan. Este silencio ha hecho que se elucubren diversas hipótesis.

Algunos dicen que tiró la toalla, que al interior de su agrupación se está cuestionando su liderazgo; otros que sigue desencajada por la derrota sin saber qué hacer como oposición. Hasta he escuchado la típica explicación machista contra las mujeres que sobresalen de por qué le afectó tanto la denuncia contra su ex secretario general del partido. Lo único cierto es que no habla.

¿Será esto parte de su estrategia? Sigue en el proyecto político sin duda, porque ninguno de sus 72 parlamentarios dice nada sin su venia, pero no podrá estar así hasta la siguiente campaña presidencial. Quizá se esté guardando para las elecciones regionales y municipales, pero falta un año para la campaña y en el Perú 12 meses es una vida.
Fue increíble leer a una de sus más acérrimas defensoras en las redes sociales pedirle explicaciones, decía que no la entendía, que parecía que actuaba con temor ante sus adversarios. El contexto del tweet era la excarcelación de su padre. Pronosticaba que si seguía así (débil) no iba a ganar nada y que sería como aquella política que se ha presentado sin éxito a varias elecciones.

Sería una pena ver a otra mujer sin la astucia suficiente para mover bien sus fichas en el ajedrez político peruano, sin consolidarse como líder. No es fácil destacar dentro de una representación llena de hombres y con experiencia. Obligarlos a ponerlas en una lista a través de una ley no es suficiente, ellas deben ganarse el respeto si no solo serán aves de paso.

Así es que, al margen de estar de acuerdo o no con la visión de país que tiene la hija del ex presidente, espero pronto verla batirse en el ruedo defendiéndose, a menos que el dragón que deba enfrentar sea más poderoso que ella.

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