Verónica Linares: "Tender puentes"
Verónica Linares: "Tender puentes"
Verónica Linares

¿Por quién creen que voté? Apuesto mi cuello a que si yo leyera sus mentes los resultados estarían divididos –casi como los de la ONPE- y eso me tranquiliza. Sé que algunos periodistas creen que nuestro deber es decirles a los electores quién conviene al país, pero soy de las que piensan que nadie tiene que decirme qué debo hacer. Hace dieciséis años emití mi último voto y desde entonces dejo que la mayoría decida. He sido tan cuidadosa en esta campaña que hasta evité usar mis lapiceros rosados y anaranjados para que no se crea que estoy mandando mensajes subliminales. Así de delicada ha sido la cobertura.

Recuerdo que hace unos nueve años, una asesora de prensa de un político conocido me dijo que en su partido tenían clara cuál era mi posición, pues uno de sus militantes dijo haberme visto en el local de campaña del adversario. Era tan absurdo que solo me causó risa. La gente se vuelve loca en la campaña.

No me alcanzaría el tiempo para enumerar las veces que me pararon en la calle a pedirme imparcialidad y que “deje en paz a la candidata”. Y al segundo siguiente se me acercaba otra persona a decirme, medio en broma y medio en serio, que me saque el polo anaranjado porque no me queda bien. No importaba si estaba comprando verduras con mi hijo en brazos o si comía en un restaurante. Ni mi marido se salvó de ser blanco de quejas: “Oye, controla a tu mujer, pues”. Lo llamaban amigos y parientes exclusivamente para hablarle de mí.  

Fueron semanas de locura que por fin terminaron. No saben el alivio que se siente por poder entrevistar a un invitado, hasta hacerlo titubear sin que crea que lo hago porque tengo alguna oculta agenda política. 

Luego de una campaña electoral, el país termina herido y desgastado y esta no ha sido la excepción. Atrás  quedó ese 11 de abril cuando algunos predecían una campaña de segunda vuelta muy aburrida entre dos candidatos cuyos programas de gobierno no se oponían, pues ninguno prometía cambios radicales. 

Pero, parece que siempre es más fácil encontrar diferencias que coincidencias. O acaso será que estamos acostumbrados a la bronca. Hasta hace una semana había una línea que dividía al país en dos: democracia vs. dictadura, narcoestado vs. institucionalidad.

No había intermedios: era o blanco o negro y ahora veremos cómo los supuestos ‘buenos’ cortejarán a los supuestos ‘malos’ para poder gobernar, porque con solo 18 congresistas no sacarán ninguna ley. Y desde luego todos transarán, porque los que supuestamente sí hicieron su plan de gobierno en la calle, tendrán que conciliar con los que lo hicieron sentados desde un escritorio. A menos que quieran quedar como los autoritarios y tenerla más difícil en el 2021.

La diferencia de votos entre ambos candidatos ha sido la más estrecha desde el 2006 y deja al país dividido en dos partes casi iguales.  ¿Será entonces que la mitad del país cree que la otra mitad está equivocada? Nadie puede negar que hubo temas que no fueron aclarados debidamente y tal vez por eso la balanza se inclinó para un lado, pero solo por un poquito. Y lo más sensato es que este nuevo gobierno lo vea así. 

En estos días escucharemos miles de veces la frase “tender puentes” pero no bastará con construirlos sino que hay que cruzarlos, no vaya a ser que queden como las tantas obras inconclusas al interior del país o llenos de ambulantes impidiendo el paso de autos o peatones. No es momento de sacar la lengua y decir “jojolete te gané” o creerse en hacedor del triunfo ajeno. Hoy debemos mirar adelante juntos, como el país que somos formado por 30 millones de peruanos. Espero que los nuevos líderes estén a la altura de las circunstancias.

 

Contenido Sugerido

Contenido GEC