Verónica Linares: Las várices de mamá
Verónica Linares: Las várices de mamá



Cuando todavía no había cumplido 3 años fui corriendo a contarle a mi mamá que me molestaban las piernas. Ella pensó que me había caído y me buscaba un chinchón. Mientras me revisaba, la interrumpí y, cogiéndome las pantorrillas, le dije: “Son las “varias” mamá, me molestan. Ponme algo que me refresque”.

Mi mamá estalló de la risa porque se dio cuenta de que estaba repitiendo una escena anterior: Ella en el baño poniéndose algo en las piernas y yo averiguando qué le pasaba. Entonces, me explicó que tenía várices y que lo único que le calmaba el ardor era el gel que se estaba aplicando.

Hoy, estamos en el carro camino al especialista cardiovascular. Ella maneja y yo voy en el asiento de atrás porque debo tener la pierna derecha estirada y en alto. Hace cuatro días necesito ayuda para movilizarme, ni siquiera me puedo bañar a pesar del calor. Una venda me cubre desde la pantorrilla hasta cerca a la ingle. Finalmente, sí me salieron “varias”.

Siempre vi a mi mamá padecer por las várices. Por eso, prometí tratármelas con anticipación si me salían. Ella decía ser muy cobarde para hacerse nada y que le bastaba con ponerse hielo, cremas y tomar pastillas.

Tras mi embarazo, noté unas pequeñas arañitas varicosas en mi tobillo izquierdo y me fastidiaba verlas cada vez que me ponía las medias. Así, en octubre del año pasado decidí sacármelas. Fui a un doctor que había entrevistado en el canal. Me explicó que esas arañitas son la consecuencia de várices internas y que debía tratármelas con inyecciones: un pinchazo en cada vena. Me las aplicó en las dos piernas, desde los pies hasta los muslos, por delante y por detrás. Dolieron mucho y estuve con vendas por dos semanas mientras duraba el tratamiento. Mis piernas terminaron moradas, pero soporté todo con tal de no sufrir con las várices como mi mamá. Ahora me arrepiento.

Nunca antes había tenido molestias en las piernas, pero el día que me pusieron las inyecciones empezó la hinchazón y el malestar. Hasta pensé que estaba embazada otra vez porque el fastidio era similar a cuando cargaba 20 kilos demás. Me dolía, sobre todo, un punto atrás de la rodilla. Cuando vi con detalle, noté que tenía una vena verde que antes no resaltaba y, al tocarla, la sentía dura.

Llamé al doctor que me puso las inyecciones para contarle, pero me dijo que no me preocupe. Le hice caso, no me preocupé. Pasaron casi tres meses y aquella molestia seguía. Entonces, le mandé una foto de la parte afectada y me dijo que vaya a una revisión para exprimir la vena. ¿Exprimir? Me asusté de imaginar qué me haría y, como no quedé satisfecha después de su tratamiento con inyecciones, fui a otro especialista. Este nuevo doctor empezó la cita haciéndome una ecografía en la ingle, supuesto requisito para conocer la magnitud de las várices, y una prueba que nunca me hicieron. El diagnóstico fue tromboflebitis y debían operarme. Casi me desmayo de la impresión. Tenía un coágulo en la pierna. Mi vena había reaccionado así luego de las inyecciones.

El lunes me intervinieron, me sacaron el coágulo de sangre y lo mandaron a patología. Tengo la pierna derecha morada, desde la pantorrilla hasta la ingle. No puedo caminar, ni subir escaleras, ni estar sentada con las piernas abajo, y no he ido a trabajar porque es fastidioso estar cinco horas en una silla y con una pierna arriba.

¿Negligencia médica? ¿Se pudo prevenir? Aún no tengo las respuestas, pero no podía dejar que pasara mucho tiempo sin hacerlo público, porque no quiero que esto le pase a nadie. El tratamiento de várices tiene sus riesgos. Busca a un angiólogo cardiovascular y que te hagan una ecografía antes que nada. Además, te recomiendo combatirlas con láser. Las várices no son solo un tema antiestético, el coágulo que tuve pudo subir por mi vena y no quiero ni pensar qué hubiera sucedido. Las várices no son como creía a los 2 años: un juego de niños. Evalúa con calma dónde y con quién tratarlas.

 

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