Lorena Salmón: "Ahorro y progreso..."
Lorena Salmón: "Ahorro y progreso..."
Redacción EC

Estoy preocupada. En un abrir y cerrar de cartera, las cuentas del banco van quedando más flacas que modelos de pasarela. Lima está carísima: lo dicen las estadísticas en las revistas de negocios y lo dice también mi bolsillo. Así como andan las cosas una tiene que ahorrar. En serio. Y mi trabajo no ayuda: lo usual es trabajar para ganar dinero y gastarlo después. Yo, al contrario, me veo expuesta con cierta frecuencia a blusas y chaquetas y y y todo me gusta. Así que termino comprando y gastando mientras trabajo.

Para revertir esta situación infame e incontrolable, durante algún tiempo solicité ayuda a terceros: a los compañeros del canal, a mi amigo Franco con quien grabo para el Jockey Plaza... A todos les di una sola instrucción: por favor, evitar a como diera lugar que comprara cualquier cosa. Estaban siempre en modus intervención. Yo, en la caja de toda tienda que visito, a puertas de pagar y ellos repitiendo: «Lorena, no compres». Aun así, terminaban siendo inútiles. Hasta que llegó el Año del

Caballo con sus precios por el techo para darme una sacudida y ponerme a ahorrar. Ahora, cada día tengo que repetirme como si estuviera en rehabilitación: «no compres, no compres, no compres» y así hasta que las ganas de comprar desaparecen. Por lo menos, hasta que vuelvo a ver otro par de zapatos, lentes o vestido de temporada. ¿Qué hacer en casos así? Primero, no huyan. No podrán escapar de su destino compulsivo. La clave es enfrentar los demonios. Preparemos un plan de contingencia:

Paso 1. Escondamos las tarjetas de crédito. Si sabemos que no vamos a controlarnos al momento de abrir la billetera. Y si intentas regresar a casa a buscarla, el tráfico te desanimará.

Paso 2. Cultiva un stock de básicos. Hay que tener la seguridad de que contamos con las prendas indispensables – hemos hablado de ellas antes– para vestirnos lo suficientemente cómodas y ‘cool’, sin tener que comprar algo accesorio.

Paso 3. Cada vez que encontremos algún artículo con potencial para convertirse en objeto del deseo y compra inminente, respiremos hondo. Retengamos. Exhalemos y sigamos de frente. Piensa en cómo se verá eso la próxima temporada.

Paso 4. Consideremos los precios. Cuando consultes la etiqueta intenta convertir la cantidad en la mensualidad del colegio o la movilidad. Si no eres madre, compara con tu cuenta de luz, agua o teléfono. Con lo que cuesta vestirse, mejor le ponemos punche a la creatividad  para armar lo que podamos con lo que tenemos. Con este punto voy a cerrar. ¿Desde cuándo Lima se ha convirtió en esta broma cara?

Acabo de visitar a una diseñadora de modas cuya colección de vestidos se vendió en escasos días. Sorprendida ella me contaba: «las chicas ahora no repiten un vestido, así que compran de dos en dos». Mientras la escuchaba, mi cerebro calculaba: según sus precios, a S/.1.000 o S/.2.000 cada vestido, una mujer independiente que gana sus primeros sueldos está dispuesta a gastar la mitad o la tercera parte de su sueldo con tal de no repetir el mismo vestido en dos matrimonios. Es decir, en prendas que usará una sola vez, Dios no permita que la vean repitiendo. Allá ella, y ellas. Yo me acojo a la moda Middleton, que sabe repetir un buen vestido sin que nadie la critique.

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