Literatura atrevida: orgasmos en prosa
Literatura atrevida: orgasmos en prosa
Redacción EC

Por Laura Zaferson

Uno: no te ofendas por nada de lo que leas a continuación. Dos: olvida tus inhibiciones. Tres: a partir de ahora, todo lo que voy a contarte debe quedar entre tú y yo. Con esta mezcla de advertencia, invitación y misterio, la ex actriz de cine adulto Sasha Grey nos introduce a su primer libro de corte erótico: “La Sociedad Juliette” (2013, Grijalbo). En la historia, el personaje de Catherine, estudiante de cine con un ímpetu sexual tan boyante como encapsulado, accede casi sin darse cuenta a un club secreto en el que los más poderosos del mundo se encuentran para dar rienda suelta a sus más sombrías fantasías sexuales. Catherine tiene en su vida a Jack, un novio adicto al trabajo que no la toca hace meses y que viene a ser el disparador para que la heroína de Sasha Grey presione el acelerador y se entregue sin contemplaciones por las avenidas del placer.

En «La Maja», uno de los cuentos incluidos en “Pajaritos” (2008, Editorial Booket) de Anaïs Nin, María es una mujer muy católica que a pesar de llevar muchos años casada, jamás se ha desnudado frente a su esposo Novalis, un artista cuya máxima ilusión era plasmar la belleza de su esposa sobre un lienzo. Dada la negativa de María, el marido decide empezar a pintar la voluptuosidad de su mujer, mientras ella descansa y poco a poco se da cuenta de que ya no la desea cuando está despierta sino que la cúspide de su excitación se da al verla dormida, cuando el pudor no la domina. Más tarde, cuando la mujer encuentra a Novalis restregándose contra unos bocetos donde a ella se la veía opulenta y despercudida, María decide darle un giro inesperado a su vida burguesa y reprimida.

Erika Leonard, famosa bajo el seudónimo E. L. James, se refiere a su trilogía “50 sombras de Grey” (2011, The Writer’s Coffee Shop) como una crisis de la mediana edad, escrita en mayúsculas. Y es que la inglesa saca al fresco todas sus fantasías a través de la relación de Christian Grey, exitoso billonario con ojos claros y deseos sexuales oscuros, y Anastasia Steele, sonrojada y asustadiza muchachita que acude a él buscando una entrevista sin saber que aquel encuentro será el inicio de un largo camino de sadismo y sumisión. Aunque lo anterior puede sonar más que sugerente, lo cierto es que “50 sombras de Grey” no es un libro de sexo explícito como “La sociedad Juliette” –donde es inevitable pensar en Sasha encarnando a Catherine- y tampoco es una forma de literatura avant garde como la de “Anaïs Nin”, donde el morbo del lector es despertado por escritos eróticos que caricaturizan estereotipos sociales y que ciertamente revelan mucho de la vida real de la autora. 

En su trilogía, por el contrario, James reúne todos los ingredientes necesarios para motivar fuertemente a una variada tipología femenina: el ama de casa a tiempo completo, la ejecutiva que se la pasa de reunión en reunión y también la veinteañera, cuyo proyecto más próximo es elucubrar sobre cómo escaparse de clases. ¿Cómo las seduce a todas? De un lado está el chico guapo y millonario, pero con una infancia velada por la prostitución y la violencia; y del otro lado, la chica desprolija y frágil que no contenta con ser enteramente casta, jamás se ha tocado «ahí abajo». ¿Qué es lo más lógico que puede ocurrir entre estos dos personajes tan polarizantes? Lo que todas las mujeres del mundo exigimos: que el amor imposible se vuelva posible. Anastasia ama la idea de tener al Sr. Grey en su vida, de llenarse de momentos lascivos, intensos, todo lo contrario a su cotidianeidad; y Christian ama la idea de someter a la inocente Steele, quiere mandarla a secarse el pelo, decirle qué debe comer, tratarla como a una niña y al tiempo quiere atarla a la cama o usar el ascensor para besarla hasta que se le dilaten las pupilas. Todo esto escrito en un lenguaje muy sugerido y poco gráfico, casi lento. Llámenme impaciente, pero más de 80 páginas para que la pobre Anastasia pierda su virginidad me parece un despropósito, ¿o de pronto es la forma en la que la autora quiere que vivamos en carne propia el mundo del masoquismo? Conmigo lo logró porque yo me sentí maltratada, pero por supuesto que seguí leyendo.

¿Por qué nos gusta leer estas cosas? ¿Qué poder tienen sobre nosotras? «Desde niña te dicen que masturbarte está mal y cuando lees estos libros te sientes cómoda,  aprendes que tú sola puedes descubrirte y disfrutar de ti misma» dice Patricia (29), chef que antes de leer la trilogía de “50 sombras” tenía como único referente de literatura erótica al capítulo de “Friends” donde Rachel se quería morir cuando Joey encontró la novela del vicario bajo su almohada. Por su parte, Lucía (39), es un ama de casa que indica que empezó a leer por morbo y que pasaba las páginas ávidamente tratando de llegar más rápido al momento donde ocurriese algo verdaderamente subido de tono. «Es cierto que luego puedes sentir que has estado leyendo el diario de una cabeza hueca, pero igual lo disfrutas, es emocionante». Más precoz fue Pamela (35), alta ejecutiva en una empresa de tecnología que cuenta que cuando era chica entraba a la habitación de su nana a sustraer las novelillas atrevidas que esta escondía, «tenía curiosidad, quería aprender a excitarme». Finalmente, Cecilia (58), endocrinóloga con dos maestrías, nos dijo que lee este tipo de libros porque le parecen fáciles y admite que le atrae muchísimo el contexto de sumisión femenina alrededor del cual giran algunas tramas. «Que te guste leer sobre estos temas no debe ser motivo de culpa sino de diversión». 

Ya sea que su estilo sea explícito o apenas sugerente, la literatura erótica es una manera muy interesante e inofensiva de probar otras formas de placer, en solitario o en pareja. Es como irse de vacaciones a recargar energías, solo que la travesía es enteramente mental y puede hacerse pasando las hojas de un libro, descargando un pdf a la compu o a través de un e-book que podemos disfrutar desde nuestro smartphone mientras viajamos en el Metropolitano. Por mi parte, confieso que no puedo esperar para elegir mi próximo destino.

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