Natalia Parodi: "Mudarse a un tiempo compartido"
Natalia Parodi: "Mudarse a un tiempo compartido"
Redacción EC

Daniela está casada, tiene hijos, y ella y su esposo trabajan duro y terminan agotados. Ese ha sido el ritmo de su familia desde hace años: una relación siempre cordial y amorosa pero donde ya no sostienen esas conversaciones largas de los primeros años. Ahora sus intercambios de palabras son cortos y prácticos: quién usa el auto, a qué hora hay que recoger a uno de los chicos, qué día vencen los recibos de la casa. Él se reúne en el club con sus amigas, ella toma café con las madres de otros chicos del colegio. Y de pronto, lo que tienen en común se reduce a compromisos sociales y familiares, y a los temas domésticos.

Daniela (pero podrías ser tú o alguien que conoces) un día le pidió a su esposo hacerse un tiempo para hablar. Extrañaba estar a solas los dos. Él lo primero que hizo fue mirar su agenda. Gran desconcierto de ella: « ¿Necesito cita para hablar contigo? No soy un proveedor ni un cliente. ¡Soy tu esposa!». Lo dijo en voz alta. Pero otras solo aprietan la mandíbula y se callan. ¿Qué pasó entre ellos? ¿Es normal? ¿Tiene arreglo?

Las relaciones cambian con el tiempo. La estadística informa que la actividad sexual disminuye y que el amor apasionado se transforma, se entibia. Sabemos que la llegada de los hijos toma los espacios que antes eran solo para dos. Y que el trabajo y la falta de tiempo absorben la mayor parte de la energía de ambos. Pero aunque esta corriente los separa con fuerza, hay algo más en lo que ninguno de los dos ha reparado.

Hay parejas –funcionales, felices, fabulosas– que entran de pronto en piloto automático. Y una pareja puede envejecer en uno o 10 años. Tal vez Daniela y su esposo confían tanto en que se quieren, que dan por sentada la relación se ocupan de asuntos que parecen más urgentes: los informes para el jefe, la gripe de los chicos, la hipoteca, el imperdible programa de televisión, los compromisos sociales. Y así, sabiendo que se apoyan y se aman, postergan el tiempo compartido. Pero descuidan el juego mutuo y la complicidad que los unió. Dos personas que coinciden en el mismo espacio físico, pero no comparten conversaciones, intimidad física o emocional, o actividades que disfruten, se desconectan. Y pueden crear dos vidas tan independientes, que poco tienen que ver la una con la otra. Viven en la misma casa, más como ‘room-mates’ que como una pareja. ¿Dónde están el chico y la chica que se conocieron, se gustaron, se buscaban y procuraban encontrarse? ¿Hace cuánto tiempo que al final del día o durante el fin de semana, ya no comparten cómo se sienten, qué piensan o qué desean?

Para Daniela y su esposo es momento de reencontrarse. Poniéndose en los zapatos del otro, pueden volver a tener una conexión especial. Hay una frase reveladora: «las parejas no se unen para estar juntas, sino para crear juntos». Pueden escaparse de vez en cuando o viajar, pero sobre todo pensar en esas cosas diminutas y cotidianas, como preparar juntos la comida, jugar y conversar. Y compartir cómo se sienten. Puede ser un ratito al final del día donde cada uno recuerde lo rico que es llegar a casa luego de un día intenso. Recuerden que esa es la persona que aman, y con quien siguen construyendo una vida. Mantener el espíritu alegre sin marchitar el vínculo. Una cosa es tú y yo, y otra cosa es nosotros. Que el nosotros no se convierta en recuerdo ni trofeo, sino que se mantenga siempre vital.

Puedes leer la columna de Natalia Parodi y más notas interesantes todos tus domingos con Semana VIÚ!

Contenido Sugerido

Contenido GEC