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El amor y la necesidad las unió - 11

Por Andrea Carrión /

El sábado se ha convertido en ese día estrella de su semana. Ellas tienen sus trabajos, sus familias, sus vidas por separado, pero empieza el fin de semana y las cuatro se iluminan pues saben que cerca de 25 perros las esperan con colas y lengüetazos de felicidad.

Antes de fundar ‘’, Sayuri Lizardi, Ada Escudero, Hypatia Moncada y Evelyn Perea no se conocían, pero todo cambió el día en que la señora Vicky Valdivia murió.

A fines de noviembre del 2012 saltó la de que tras su muerte, esta residente de Cercado de Lima había dejado un albergue con cerca de 65 perros y 15 gatos. Gracias a la difusión de los medios, la mayoría de animales fueron reubicados, pero al final quedó un grupo en el aire y fue entonces que Sayuri recibió una llamada que cambió su vida.

Sayuri Lizardi junto a Rosita, la más joven del albergue.

La vecina de Sayuri sabía que ella tenía una casa con suficiente espacio para albergar algunos perros, también sabía que llevaba años rescatando perros abandonados, rehabilitándolos y encontrándoles hogar. Fue así que se animó a llamarla y pedirle ayuda con unos cuantos.

“Sí, cómo no, unos cuantos”, dice Sayuri entre risas. “La primera noche dejé 23 perros en esta casa (hoy el albergue). Cuando regreso a los pocos días, me entero que se habían robado la comida que había sido donada y encima solo encontré a 17 perros. Luego me llama mi vecina a decirme que algunos se habían peleado y que otros se habían escapado. Al final terminaron siendo 13. Fue ahí donde decido hacerme cargo y es cuando conozco a Hypatia, quien ofrece ayudarme”.

Sayuri no sabía cómo hacer para mantener a tanto animal, así que se le ocurrió ofrecer alojamiento a cambio de una tarifa que le permitiera alimentar a los perros rescatados. Pero le salió el tiro por la culata.

“Me estafaron. Si bien muchas personas que se comprometieron a apoyar sí cumplieron con pagar por los perros que rescataban y dejaban aquí –a los que fuimos encontrándoles hogar-, muchas otras terminaron abandonando a sus rescates. Hasta llegó una actriz de teatro que me depositó 300 soles para curar al perro que había rescatado y nunca más se apareció”, agrega Sayuri.

Entre las personas que sí cumplieron con su palabra, llegó Evelyn.

“Yo rescataba perritos de la calle y poco a poco los iba curando y uno de esos casos fue Tito. Lo encontré en Villa el Salvador, demasiado flaco y con un hueco en la cabeza. Un día se me escapó, pero a la semana lo encontré”, recuerda Evelyn. “Con él no encontraba quién lo adoptara, así que colgué la foto en redes sociales y me lo recibieron aquí.  Ahora está feliz, pese a tener 6 años fue adoptado por una familia en Chaclacayo, y fue gracias a WUF”.

Por su parte Ada llegó al albergue acompañando a una amiga que iba a ayudar.

“Yo ya apoyaba a otros albergues y un día vine con una perrita y me comprometí a venir siempre, y así fue que me uní al grupo”, comenta Ada.

En su momento más crítico ‘Amor y Rescate’ ha llegado a tener 35 perros, afortunadamente gracias al activismo de sus directoras y de su alianza con la asociación , el número de adopciones subió. En los tres años que llevan activos, señalan haber encontrado hogar a unos 50 perros.

‘Amor y Rescate’ fue uno de los primeros albergues en asociarse con WUF, una asociación sin fines de lucro que a través de un portal en Internet, ofrece perros listos para ser adoptados.

Para asegurar que el perro sea adoptable, albergues con los que está afiliado y examina a cada uno de los candidatos, asegurándose de que estén sanos, esterilizados y que tengan un carácter equilibrado.

Con la ayuda de Evelyn Perea y la Sra. Maura, este perrito es examinado por personal de WUF para determinar si ya está listo para entrar a su portal de adopciones.

Otro factor que ha ayudado a difundir el trabajo que hacen Sayuri, Hypatia, Ada y Evelyn es el .

“Las redes sociales han ayudado muchísimo para pedir comida, medicamentos, para solicitar fondos para las esterilizaciones, eso sí, siempre con cuentas claras. Es importante que se publiquen los recibos, así se mantiene la confianza”, asegura Hypatia.

Durante la semana, quien se encarga del funcionamiento del albergue es la Sra. Maura Quispe. Ella se levanta a las 6 de la mañana, hace limpieza general y luego les da de comer.

“A veces, cuando me queda tiempo, juego un rato con ellos para que no se aburran. Como ya me conocen, me respetan”, dice entre risas. “La gente no debe de botar a la calle a los perritos. Muchas personas se aburren y, simplemente, los dejan ir y el animalito sufre mucho, sobretodo si están viejitos”.

No es un trabajo fácil, a eso se suma las rifas, polladas, tómbolas y de más actividades que se realizan para poder pagar el sueldo de la Sra. Maura, el agua, la luz, las medicinas, las esterilizaciones y los 4 sacos de 22 kilos cada uno que los perros comen a la semana.

 “Muchas personas dicen llamarse animalistas solo por tomarse una foto con el perro, luego le dejan el trabajo a los albergues o a personas con buen corazón”, comenta Sayuri. “De los 100 mensajes que nos dejan en el inbox (Facebook), 99 son historias tristes con solicitudes para dejarnos un perro. Y ni siquiera lo piden de buena manera, solo escriben ‘¿Podrían venir a recoger a un perrito que está aquí abandonado?’ Ni piensan en quién pagará el taxi. Éste es un trabajo muy difícil, pero lo hacemos porque, finalmente, ellos son parte de nosotros, ya ni siquiera es una obligación”.

“Si alguien asume una responsabilidad con una mascota, debe de cumplir hasta el final”, agrega Hypatia, “no se trata de dejarlo a medias o de endosarle la responsabilidad a otros”.

* una asociación sin fines de lucro que busca generar consciencia sobre la realidad de los perros abandonados en el Perú y que ofrece las herramientas necesarias para combatir el problema y así hacer de la adopción la mejor alternativa.

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